El invierno azota con violencia y sin piedad el pueblo rural Ohara situado en las montañas al norte de Kioto. Las capas de nieve cubren la superficie terrestre de altos metros blancos, y el vidrio de las ventanas quedan casi esmeriladas.
Tetsuro, con seis años, observa en silencio sentado sobre sus rodillas al lado de su padre. Frente a ellos, un Nokanshi [1] profesional prepara de forma ritual el cuerpo de su estática y pálida madre, un auténtico cadáver en descomposición continua. Tras el aseo del cuerpo fallecido en representación del primer baño de un recién nacido en el más allá, con movimientos fluidos y elegantes, el Nokanshi la viste con un kimono blanco salvaguardando su dignidad y deslizando las telas entre sí sin que una superficie de piel y desnudez se vea expuesta ante los ojos de un viviente.
La firmeza y cuidado armonioso del Nokanshi, queda patente en la mente de Tetsuro. "Es como el asombroso truco de magia de un mago" Piensa, ido en las detallistas acciones del profesional.
Las ropas de su madre quedan bien estiradas y en ningún momento se le ve ninguna parte del cuerpo. El Nokanshi entrelaza sus manos y deposita entre ellas un rosario, toma sus muñecas cicatrizadas con suavidad y, tras un movimiento de ondeo hacia el pecho, deja reposando las manos entrelazadas sobre el regazo.
Para Tetsuro el ritual es casi mágico y surreal, quizás porque su mente no da abasto tanto por procesar. Solo le queda seguir observando junto al mutismo de la habitación.
Ha llegado la hora del maquillaje, para el Nokanshi es el momento más delicado del ritual. A Tetsuro le sorprende que, tras algunas sencillas pinceladas gráciles, la piel de su madre vuelva a tener un tono colorado, como si aún estuviera viva.
Tras acabar el proceso del rito funerario Nokan [1], su madre fallecida es enferetrada en un ataúd de color blanco tan puro como su kimono y la palidez de su muerte.
Tetsuro se acerca aún de rodillas y deja su pequeño peluche negro de gato sobre el regazo de su madre a un lado de sus manos entrelazadas. "Te extrañaré. Espero que en tu siguiente vida... no te sientas triste".
La tarde que Tetsuro y su padre encontraron el cuerpo de su madre dormitando en la bañera en medio de un líquido carmín, unas manos enormes y callosas se apresuraron en cubrir sus ojos, como si la vista frente a él fuera algo prohibido, un pecado, algo terriblemente diabólico para el mundo. Pero el pequeño Tetsuro lo vio, los segundos se dividen en fracciones y el logró captar una de esas fracciones. Los caminos carmesíes siguen grabados en su mente, como un camino de rosas rojas en una extensa pradera. No pudo evitar cuestionarse por qué, por qué su madre había decidido abandonarlos si en la mañana bailaba y cantaba glamurosa mientras preparaba el desayuno, tomándolo de las manos para que dance con ella.
"Tristeza, Tetsuro. Tenía mucha tristeza acumulada, un sufrimiento eterno..." Su padre respondió, abrazándolo a su pecho mientras esperaban a la funeraria.
"Pero... Ella sonreía todo el tiempo" Tetsuro puede recordarlo, su sonrisa iluminada por los rayos translúcidos del sol, la sonrisa que le dedicaba en cada mirada.
"Ese fue el problema. Tu madre sonreía todo el tiempo, así que nadie notó su tristeza".
Un sacerdote llega, el velatorio termina y no hay funeral.
Su padre no deja que lo acompañe al crematorio, va solo y regresa solo, sin una urna. Tetsuro ya no tiene fuerzas para más preguntas y su padre para responderlas. Tienen los rostros lánguidos y las miradas desconectadas de la realidad y presente, perdidas en la nada.
Tetsuro recuerda haber visto un largo historial de películas junto a su madre, depresivas como su oculta tristeza. Se pregunta por qué no ha llorado hasta ahora si siempre terminaba siendo consolado por su progenitora, quien le sonreía y limpiaba con esmero sus lágrimas y sonaba sus mocos.
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Alzheimer's Experience [AkaBoku | BokuAka]
FanfictionDos jóvenes cándidos que bailan con dos pies izquierdos. El mundo que desmorona sus sueños. Uno no volverá a ser el mismo. Las memorias del otro que solamente se valdrá de recuerdos: "Me enamoré un día de verano. Esta es una historia de amor comú...