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Renata nunca fue de destacar entre las demás siempre fue la del fondo, la que luchaba en su mundo de ideas complementarias en base a estructuras, texturas, formas y saberes extradeportivos.
La joven que se alimentaba a través de esfuerzos físicos cada día para conquistar la gloria sin perder la esencia de la ternura y la paciencia que obtenía mediante los resultados que le requerían un poco más de trabajo.
Esos esfuerzos la llevaron a un escalón más alto no solo como jugadora profesional sino como preparadora física de la selección argentina, gracias a su colega Aimar al que cariñosamente lo llamaba ‘el mago’ porque sabía que odiaba con todas sus fuerzas que lo llamaran ‘payasito’.
Si algunos preguntaban cómo todo esto surgió o de dónde se conocían la respuesta era fácil.
Hace unos años atrás cuando con Juan eran pareja asistió a la casa de Pablo a un asado, donde estaban ex—river y ex—boca en una misma mesa, casi todos le habían tomado cariño pero, el ‘enano’ mucho más, y eso se demostró durante los años luego de su separación con Riquelme quién se sentía fatal por la separación de su ‘hermanita’ como solía llamarle y su mejor amigo.

Años más tarde la vida los volvió juntar, en uno de esos eventos de cenas benéficas donde ahora el separado era Aimar quién tuvo que soportar uno de los procesos más duros en cuanto a la tenencia de sus hijos, y la inesperada convocación a la sub 17 nacional.

—Buenos días—saludó la joven muchacha con poca energía.

—Uh, que carucha ¿Vos dormiste bien?—Musitó el cordobés apenas la vió cuando agarró su rostro.

Las ojeras violetáceas y marcadas venían a indicarle que algo dentro de su cuerpo no funcionaban correctamente bien, que le indicaba el tiempo bomba, el tiempo de caducidad cómo de esos alimentos que tenían vida predeterminada por cierto momento y que si no lo consumías a tiempo se echaban a perder.
Así había terminado ella por culpa de alguien más no la quisieron a tiempo como se debía, y cuando se dieron cuenta del error ya era tarde, se había ido y nunca más volvió a ser lo mismo.
Es lo que le pasaba cada vez que Román se daba cuenta que la chica había tomado un rumbo diferente a pesar de que ella sintiera ese latido que aún retumbaba con fuerza como la bombonera todos los domingos.

—No, primero que nada me dijo que ahora estaba más madura el primer día que volví porque no tuve el valor de verlo a la cara, segundo me amenazó una tarde que lo putee en el club con retenerme en boca y lo último que entró a enfermería a los gritos buscándome haciendo como que los hechos anteriores no existiesen, es un ser despreciable Pablo, egoísta, odioso y prepotente pero sabes que es lo que más me duele es que todavía lo amo.

Y ahí descargó todo. Fue como una catarata de suma herida y persistencia que todavía ataba cabos, unía cables para luego dejarlo tirados por ahí porque no sabía a qué estaban jugando en el otro lado, porque parecía ser que ella hacía el trabajo ‘sucio’ mientras que en el otro lado nadie avanzaba, nadie decía ni hacía nada.
El eco de su voz podía retumbar, subir, bajar, porque en el medio habitaba una pared donde abundaba una mala comunicación un ‘teléfono cortado’ en otras expresiones.

—Díos mío rena—la abrazó—no sabes cuánto me duele verte así, venite por acá  para que los chiquitos no te vean así y así tomas un poco más de aire.

Cuando apenas tocó una de la canchas lo abrazó, lloró mientras hundía con intensidad su rostro en el hombro del mayor, mientras juntaba sus palmas y las frotaba porque sentía que no podía respirar con normalidad.

—tranquila, no estás sola—le acariciaba su cabello mientras en el pecho se sentía un dolor inexplicable.

—No puedo Pablo, n-no puedo duele mucho y lo peor de todo es que no me puedo ir, no doy más no se que quiere.

La sostuvo con delicadeza, su cuerpo estaba totalmente delgado, temía el hecho de quebrantarlo.
Esos mismos hechos que parecían enterrados, volvían y la dejaban indefensa como una nena chiquita cuando se lastima.

Acto posterior a ese nuevamente tuvo un mareo y se le desestabilizó la presión.
A pesar de que hace unos días estaba bien junto a Benedetto luego de salir del predio, las cosas internas y externas no avanzaban.
Su terapeuta se trasladó a otra provincia, no andaba su obra social, en el club seguían los destratos y la tensión y sobre todo seguía con los problemas alimenticios que siempre la habían acompañado.
Solo en ese momento escuchó la voz de Pablo pegar un grito, corridas y nada más.

Había perdido total consciencia.
No era raro el hecho de que la pasara eso cada dos por tres, un día solía comer mucho otro día poco y las cosas nunca iban a ser suficientes.
Su mamá sufría a la distancia cada vez que a su ‘nena’ le pasaban las cosas y si bien le había pedido a Román hace un buen tiempo que la cuidase, el nombrado no hizo un buen trabajo, la dejó peor de lo que ya estaba.
El que cumplió ese rol en adelante era Pablo que a pesar de no ser su pareja sentimental era su amigo pero tampoco podía estar al tanto de todo porque se le escapaban los detalles entre las manos, mientras hacia malabares entre ella, su trabajo y sus hijos que le demandaban tiempo.

TIEMPO que palabra tan repetitiva pero amplia en estos momentos.
Tenía un millón de significados pero sabía que algunos solo eran los más acertados.
‘Cuidado intensivo y amoroso en la fragilidad de los cuerpos’
Hace un buen rato la mujer padecía esa enfermedad de males desarrollados que nunca sanaron y la terapeuta entre sesiones apuradas nunca le explicó de su importancia.
El amor que la chica necesitaba era la dosis de medicina perfecta para curar cualquier mal que podía estar padeciendo. Y el amor se podía extender en varias ramas y gamas de todos los colores.
Salir más. Conocer gente nueva. Autoconocerse. Adoptar mascotas. Reconectar con personas. Escribir. Y sobre todo volver a soñar.

Tal vez la terapeuta, estaba más interesada en cobrar su plata que cuidar y entender a la interesada, nunca tuvo remedio de ir más allá porque la sesiones duraban un 30 minutos como máximo y solo iba por lo básico.
Ahora que además sin previo aviso la dejó plantada sin ni siquiera decirle de su traslado, para que ella tuviera que de nuevo conseguirse otra con su obra social que al caso y paso que vamos no funcionaba.

Ahora su cuerpo nuevamente padecía las consecuencias.
Desconectada de ella misma, de la realidad, de las ansiedades que cubrían su cuerpo, y de las necesidades que se sobre entendían a la vista pero que nadie se hacia cargo solo Pablo que en este preciso momento quería ir hasta la casa de Román para trompearlo bien porque a pesar de ser mejores amigos a veces también lo ponía un poquito en su lugar para que tengase al menos un poco de suavidad y empatía.

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