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Esa noche la luna y los tres justicieros vieron con sus propios ojos que la pareja había optado por la reconciliación tal y como se lo había predicho Hugo a Martín esa noche que Boca había jugado contra platense.
Los dos estaban en su mundo, en ese mundo que nuevamente habían elegido unir a través de ese sello, a través de ese beso que hizo que la balsa volviera a pasear con tranquilidad luego de tanto tiempo de estar reparándolo por culpa de las desiciones de ambos.
Como toda crónica en ese camino también hubo varios desencuentros al igual que en la Odisea cuando Ulises debía enfrentar diversas experiencias, la última de ellas frente a su esposa que dice no reconocerlo pensando que él había muerto, pero él le demuestra lo contrario con saberes que nadie más que él sabía; la cama de roble que compartían.
Esa cama de roble que hoy les pertenecía a ellos porque habían decidido trascender a la historia.

Ese espacio de construcción que creían haber perdido, por miedo al pasado, a los errores y a los malos entendidos que hubieron de por medio, les hizo comprender que su razón no era básicamente su conocimiento de su verdad absoluta.
Negar un hecho como el que estaban viviendo iba a provocar tarde o temprano que algunos de su círculo íntimo buscaran la manera de que pisaran la piedra para que las cosas entre ellos se diesen.
Todo esto era como una partida de esgrima, quién atacaba primero, quién atacaba después, era como una entrada y salida bilateral que los agotaban a ambos y uno de los dos iba a tener que ceder.
En este caso la ganó Renata, porque logró que el interior del contrario comience a reflexionar de que no podía estar siempre a la defensiva en cada cosa que se le presentara.
Sabía que era hora de que admitiera sus errores al igual que lo había  hecho ella,
y que no todas las veces debía mantenerse firme que también podía ser un poco vulnerable.
En cuanto a su relación decidieron retomar por lo menos en reintegrarla en Don Torcuato meses después dónde desde  el otro lado ya no le esperaban los nenes chiquitos que había conocido hace años atrás, ahora eran totalmente diferentes, entonces recibió a una Florencia hecha una mujer con una vida propia y con una relación sentimental que la hacía ver cada vez mejor, a un Agustín que había pegado un severo estirón y ya estaba cursando sus recién cumplidos veinte.
Y a la pequeña y dulce lola que estaba en su etapa adolescente en medio de amores, proyectos y demases.
Sus hijos habían deseado desde hace una buena temporada encontrarse con la mujer con voz bajita y amable que los vió crecer. Los vió evolucionar a pasos agigantados durante sus años, y se habían encariñado tanto que luego de su partida no dejaron que su papá trajera a alguien que no fuera ella.
Porque si bien aquel tridente no quería a nadie luego de su madre, ella fue la excepción en cuanto a los pareceres de aquellos dos niños y una adolescente que celaban a su progenitor porque no les gustaba que se les acercase nadie.

La primera en aproximarse fue la más chica con esos ojos cielo llorosos la rodeó con un fuerte abrazo que hizo que tuviera que agacharse un poco a su altura para colocar su cabeza y corresponderle a ese motivo de reconocimiento.
Ella también lloró por supuesto; los había extrañado tanto pero tanto que sentía que nuevamente volvía a casa luego de un período de tanto dolor y desespero donde se sentía perdida y aturdida.
La segunda fue Florencia que era la más cariñosa.
Ella había vivido la juventud de su adolescencia y le había acompañado desde la distancia también aunque habían perdido contacto.
El último Agustín que era al igual que el padre, le constaba aflorar sus emociones de manera explícita; pero verla ahí de nuevo parada hizo que volviera a ser un niño.
Renata lo miró a Román y ambos se sonrieron, él también se unió al abrazo y protegió ese círculo que ahora nuevamente pasaba a ser suyo.
Que esta vez cuidaría como oro así como ya lo hacía con el club desde hace bastantes años primero jugando con la camiseta y ahora como vicepresidente.

—ya estamos todos juntos de nuevo, pa—confirmó la última—ahora sí vamos a ser felices.

El abrazo se intensificó un buen rato ahora el grupo familiar había traído de nuevo la última pieza faltante del rompecabezas, ella.

¿Cuando fue el momento, en que las cosas se dieron bajo estas circunstancias?
Tal vez el mismo hecho de lo que veía venir cuando Martín le advertía que él iba a volver, y que a pesar de que estaba revocando las paredes con cemento pronto iba a agrietarse.
¡Y que bueno que se agrietó! Hizo romper moldes, estructuras, jugadas que le impusieron un desafío, un desafío que le había conllevado a entender que aunque uno trate de esquivar chilenas, el amor que uno lleva en el alma es más fuerte que la manera de negarla con la mente.
Nunca iba a tener un punto de comparación. Jamás.

En cuanto a los partidos consiguientes del xeneize ella dejó de ocupar lugares por debajo, porque ahora compartía palco con aquella persona que soñaba como escuela al club de sus amores.
Todos vestidos con el uniforme; que ella también se adaptó por comodidad y gusto propio.
Pero no era cualquier camiseta, era la indiscutida casaca de la libertadores 2007 con el dorsal del número diez resaltando con mayúsculas el apellido del hombre. Porque según ella en sus propias palabras era para dar muchísima suerte al equipo para que le llegara la gloria así como cuando eran el equipo de trayectoria, fuerza y victoria.

—¿Vos estás segura que trajiste la camiseta correcta? Porque si me llegás a mufar el partido y perde—Román no pudo terminar la última oración porque hubo un golazo de menentiel en el minuto 58' contra defensa.

Cosa que obviamente gritó el estadio, su palco, el palco de al lado y él por supuesto que siempre tenía su mate en mano para calmar los nervios.

—¿Decías?

—Nada, mi amor nada.

A su lado su hermano, sebas se reía a carcajadas porque sabía que ahora en adelante no podía llevarle la contraria, en caso de hacerlo y ella tuviera la razón tenía que poner plata en una alcancía cada vez que quisiera volver a intentarlo.

En cuanto al partido había ganado el xeneize con goles de menentiel y Benedetto quién estaba feliz por su gran exitoso regreso.
Cuando las canchas y los palcos se vaciaban, y no había más nadie continuaban con su dulce rutina antes de irse, estar un rato en la bombonera que los vió amarse, reconciliarse y nuevamente de manera idónea soñaban con la nueva puesta del sol completando el gran proyecto de la otra parte de la cancha que aún variaban por sus dificultades y formas.

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