EL BOSQUE

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Cuando abrí los ojos hacía un poco de viento frío, me encontraba levitando en medio de un lago, era de noche. La luna llena iluminaba con fuerza el lago en el que me encontraba, frente de mí un montículo de agua comenzó a emerger, como si se tratase de un géiser, notaba que estaba a la mitad del lago porque podía ver a todos los lados en el claro del bosque. El agua siguió levantándose hasta que se separó del lago para levitar conmigo, frente a mi rostro, en una especie de esfera inestable que de pronto chorreaba de vuelta al lago. La esfera acuática comenzó a desplazarse y como si fuera un imán me llevó con ella, se dirigía a baja velocidad a la orilla del lago, escuchaba el viento soplar con más violencia sobre las copas de los tupidos arboles que se encontraban al rededor sin embargo me sentía en calma, sentía cierta familiaridad con lo que estaba sucediendo.

La esfera se detuvo un poco antes de alcanzar la orilla del lago, el viento se detuvo, noté que las hojas que caían por el viento que soplaba se habían quedado estáticas, como si el tiempo se hubiese detenido sin embargo, el agua del lago seguía moviéndose. Dos cuerpos marinos se asomaron uno frente de otro dejando a la esfera en medio, con sus respingadas trompas y su cuerpo en colores grises y blancos, como si fuesen de hielo, o de nieve.

Los delfines comenzaron a hacer una especie de danza circular al rededor de la esfera, la luna se eclipsó, se tornó de un color gris oscuro, como si la hubiesen cubierto con una tela negra delgada, todo se oscureció sin embargo, podía seguir viendo a los delfines. Uno tenía algunas manchas rojizas y otro plateadas en la parte superior de sus cuerpos, mientras giraban se iban acercando, hasta que quedaron uno frente de otro rosando con us trompas la esfera de agua, la mordieron y comenzaron a besarse. Sus aletas comenzaron a alargarse para alcanzar el cuerpo del delfín de enfrente, seguían danzando, el lago seguía moviéndose. Las aletas comenzaron a dividirse para finalmente convertirse en brazos, las manchas rojas se habían convertido en espigas delicadas que se habían convertido en cabellos rizados de ambas figuras.

La luna retomó su color luminoso nuevamente y el viento comenzó a correr, las hojas suspendidas en el aire continuaron su caída. El delfín con manchas rojizas se había convertido en una hermosa mujer de piel aperlada, inhumana, ojos miel casi amarillos, con el cabello a rizos grandes y alborotados hasta los hombros, tan rojos que resaltaban con los colores fríos que proyectaba la luna llena. El segundo delfín se había convertido en otra mujer, igual de hermosa, salvo que ésta tenía el cabello plateado, igualmente rizado, más largo, hasta las rodillas y sus ojos tan blancos que parecían la misma luna. La fuerza que me mantenía flotando desapareció y me dejó de pié frente a ellas, eran mujeres altas, el agua me llegaba hasta las rodillas y mi cabeza apenas alcanzaba el pecho de ellas, se tomaron de la mano y sonrieron, mirándome fijamente a los ojos, en silencio. Se tomaron de la mano y dieron media vuelta, comenzaron a solar risas suaves, como susurros y danzando avanzaron para salir del claro y adentrarse dentro del bosque.

LA CASA DE LAS BRUJASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora