- Prólogo -

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Hand of God - Jon Bellion.

09/02/2024

—Tienes cara de odiar al mundo entero. —Me escrutó con sus ojos azul claro—, mira lo positivo: este viaje sin paradero nos va a hacer bien a las dos —dijo, "alegre", aunque yo podría jurar que irritada.

No le respondo y enciendo la radio.

—Daaaaaaash —insiste.

Subo el volumen, donde se reproduce una canción de rock pop.

Son las dos de la mañana y estamos en el medio de parajes baldíos, no molestará a nadie.

—Ashly.

Oh, oh.

Cuando Abby usaba mi nombre era porque las cosas se ponían serias.

—Te estoy hablando —reclama.

Ella tapa la radio con su mano, para evitar que subiera más el volumen, cosa inútil porque tenía unos botones en el volante que me permitían subir y bajarlo y cambiar de estación si se me daba la regalada gana. Abby volvió a insistir pero yo la interrumpí comenzando a cantar aquella canción.

Los mechones rubios de mi hermana podrían perfectamente haberse encrespado como personaje que está apunto de echar su poder junto a su rabia.

—¡Ashly! ¡No puedes vivir el resto de tu vida desperdiciando todo! ¡Por culpa de una mujer....! ¡ASHLY!

Elevó la voz hasta que la garganta me duele.

Para la siguiente subo el volumen.

Los ojos de Abby se prenden fuego, estallando en llamas azuladas.

Estira el brazo para hacer que deje de subir el volumen por medio del volante. A lo que yo respondo por reflejo, con un volantazo, porque ¿qué podía suceder? La autopista está desolada.

—¡LOCA!

Cuando intento devolver el volante a la normalidad, Abby se inclina por inercia, estampando mi mano y provocando que no pueda devolverlo al lugar. El auto pasa por la leve cuneta. Manteniendo la calma con dificultad, recurro a regresarlo al asfalto. Lo logro pero al instante freno de golpe porque nos vamos a dar contra la barrera que avisa que un tren está por pasar. Lo primero que sucede es que el auto logra detenerse, pero la barrera ha atravesado el vidrio de delante.  Yo y mi hermana seguimos sanas, por poco.

Aún así....

—Pero esta vía está abandonada, no debería pasar ningún tren, esto no es normal —vacila.

Arrastró mi mirada hacia ella: no lleva el cinturón y por ello agradezco que haya disminuido la velocidad a tiempo. Aunque, de eso no es de lo que me debo preocupar.

Asustada hago el amague de darle la razón. Me detengo al ver unas luces y el ruido clásico de la ¿locomotora?

—No inventes....

—¡Acelera!

Piso el acelerador, pero la barrera nos impide avanzar y retroceder. Peor aún: no es posible abrir las puertas.

El Tren Délbalhia -Nacer-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora