- 4 - Caballo desbocado

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Viva la vida - David Garret

—Sí, Ruffian —confirmo con voz nasal.

El arrepentimiento surcó mi rostro.

—¡Ah lo siento tanto! Pense que eras un ladrón o algo mucho peor.

Hizo una mueca de dolor.

—Pues vaya imaginación ti.... ¿Qué estás haciendo? —Se apartó con una inclinación lenta hacia atrás cuando estuve lo suficientemente cerca de él para percibir el calor de su piel.

Le regalé una sonrisa deslumbrante desde donde yo estaba de cuclillas.

—Planeaba revisar lo que hice.

Él se me quedó viendo durante unos segundos sospechosamente largos. Suavizó su mirada.

—No es grave.

Ensanche mi sonrisa.

—Veamos, tonto, tienes la nariz rota y sangrando como una cascada. Pero, si tú lo dices, el médico tiene la razón.

Eso pareció descolocarlo. Se recompuso con un leve asentimiento.

—Tonto —mascullo. Volvió a mirarme con una pregunta en sus labios— ¿Que haces despierta?

Me reincorporé. Puse mis brazos en jarras.

—¿Qué haces tú despierto?

—Siempre estoy despierto hasta tarde, con la condición de despertarme a la misma hora que los demás.

¿Cuántas horas duerme?

—Tú no deberías estar despierta —señala.

Me incliné e hice el ademán de tocarle la punta de la nariz con mi dedo. Se puso de pie de inmediato, evitando que mi tacto llegará a provocarle un dolor insoportable. Deje caer mi brazo.

—Exacto, no debería, pero puedo y quiero.

—¿Se puede saber por qué?

—No —conteste al segundo.

Me preparé para que me reprendiera. Pero no.

—¿Cómo está tu espalda?

—Un poco contracturada, pero no mucho más. —Hice una mueca. De todas maneras, era sorprendente que con el golpazo que me di que no hubieran grandes daños, quizá Ruffian era muy bueno en lo suyo.

Ruffian suspiro e hizo un gesto con la mano, restándole importancia.

—Hazme un favor y vete a dormir. —Después se giro y comenzó a alejarse, con pasos silenciosos. Finalmente se adentro en el bosque.

Debería ir a mi carromato.

Debería....

Corrí tras Ruffian.

Resollando por el esfuerzo de subir la ladera de tierra y ramas me detuve cuando quedamos flanco con flanco. Él me miró de reojo.

—¿Nunca te enseñaron el concepto de espacio personal?

Una sonrisa ladina se apoderó de mi comisura.

—Nunca estuve interesada en aprender ese concepto.

Aunque en realidad, lo hacía inconscientemente la mayoría de las veces.

No contesto.

Me encogí por instinto. Cada día hace más frío, y yo estoy usando solo una capa y un vestido fino. Me abracé el cuerpo. Mientras tanto, Ruffian me dejaba atrás. Que asco de vida. Atravesé con más velocidad las ramas, que aruñaban mis brazos. Una planta con pinchitos raspó mi pierna.

El Tren Délbalhia -Nacer-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora