Capítulo 3

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Peat

La alarma estuvo sonando unos segundos que a Peat se le hicieron años. Había dormido fatal, nervioso por lo que se avecinaba. «Para el mundo del espectáculo hay que ser un poco caradura», le decía siempre su madre cuando, pese a las reiteradas negativas de Peat, seguía insistiendo en que formara parte de un mundo que él no veía como propio. Su padre, un aclamado presentador de un canal de televisión local, tenía un don de gentes, un carisma que él creía carecer. Finalmente cedió a las presiones y le dio una oportunidad a la industria del entretenimiento, aunque a lo máximo que aspiraba era a algún papelucho secundario en alguna que otra serie de poco alcance.

Hasta que Love in the air llegó a su vida, su perfil había sido muy bajo. Resultaba llamativo para las productoras, pero ninguna se había atrevido a darle un papel protagónico y eso, aunque encajaba con sus expectativas, le había desanimado bastante. Él estaba feliz con su carrera de modelo, el único lugar donde creía poder destacar. Peat era una persona que, como tal, no se veía con ningún talento más allá de tener una cara bonita.

Se desperezó, ya un poco cansado sin haber siquiera empezado el día y comenzó su rutina. Aunque se consideraba una persona un tanto dispersa, le gustaba tener su jornada mínimamente organizada. Cogió el conjunto, planchado de la noche anterior, que tenía en la percha colgada en el pomo del armario. Al mirarse al espejo, pensó que quizá se estaba esforzando demasiado para la ocasión. Antes siempre se vestía con lo primero que pillaba, pero ahora que dependía en gran medida de estilistas para los eventos, había adquirido ciertas nociones sobre moda y estilismo. Desde que se había convertido en un personaje público, cuando se trataba del trabajo ya no se permitía relajarse tanto en lo que a su imagen se refería, con la cual siempre había tenido una relación... complicada.

Mientras se preparaba el desayuno, su móvil empezó a sonar. Era su madre. Peat tomó aire, consciente de lo que vendría a continuación.

—¡Buenos días! —exclamó su madre, entusiasmada.

Peat rio entre dientes.

—Buenos días, mamá.

—Hoy es la reunión con el señor de la agencia, ¿verdad?

—Sí, estaba...

—¿Cómo estás? ¿Nervioso?

—Bueno, un poco, pero ya sabes, intento controlarlo. Creo que estoy bien.

—No hay motivos para que estés nervioso. Ya verás, te quieren a ti, les encantas. Esa carita dejaría prendado a cualquiera así que empieza a confiar en ti. Mi niño es el más guapo de todos.

Peat soltó un suspiro. Si su madre entendiera que hoy en día su apariencia era de las pocas certezas que tenía. A él le intimidaban aspectos que iban más allá de eso. El talento, el carisma, el don de gentes, el ingenio... cosas que el físico no garantizaba. Le amedrentaba la idea de no conseguir nada por mérito propio más allá del aspecto que había trabajado mucho por conseguir.

—Lo sé, mamá. Muchas gracias —empezó a decirle con suavidad—, pero ya te he dicho muchas veces que mis inseguridades no tienen que ver con mi aspecto.

—Pues entonces no tienes nada de lo que preocuparte. Tú ve con la cabeza bien alta y demuestra seguridad. Te he dicho que para conseguir las cosas hay que...

—Ser un poco caradura. Lo recuerdo.

—Muy bien. Te dejo, no vayas a llegar tarde. Mucha suerte y cuéntame cómo ha ido cuando salgas.

Peat hizo un sonido de afirmación antes de colgar. Cerró los ojos y se concentró en su respiración. De un momento a otro las punzadas en el pecho habían vuelto a aparecer y sentía la cabeza sobrecargada. El deseo de volver a la cama y refugiarse entre las sábanas se le hacía irresistible, pero la experiencia le había enseñado que no podía esconderse eternamente.

Love in the GaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora