Capítulo 4

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Peat

Tras recibir una llamada perdida de Fort, bajó a su encuentro. Reconoció su coche al instante. Un deportivo negro, salvaje y elegante, como él. En cuanto le vio salió a toda prisa y se apoyó torpemente en el coche, pues sus brazos no atinaban en conseguir la pose perfecta. Esta vez, Peat no sabía muy bien donde mirar. Fort iba de punta en blanco, con un traje azul a rayas que le daban un aire refinado y sexy que lo dejó atónito.

—No te esperaba tan pronto —se excusó.

—Ya estaba listo. —Peat se paró en seco cuando vio que Fort se reincorporaba y le abría la puerta haciendo un gesto exagerado con el que le invitaba a entrar.

—No es necesario que me abras la puerta, no eres mi chófer.

—Permíteme que te mime, cariño.

Al escuchar a Peat refunfuñar, se puso serio:

—Deja de quejarte y sube —le dijo tajante, pero poco después echó a reír.

Fort no era de las personas a la que le duraran demasiado los enfados. Se pusieron en marcha y al cabo de un rato, algo a Peat le empezaba a resultar familiar.

—Yo esto lo conozco... —Al caer en cuenta de donde se encontraban, su expresión calmada pasó a una de absoluta sorpresa— Espera... ¿qué hacemos en tu piso?

A Peat le entró el pánico. Ahora sí que no entendía nada de nada.

—Antes de que salgas corriendo dale una oportunidad, ¿vale?

Fort aparcó y Peat se vio tentado a rechistar, pero finalmente optó por quedarse en silencio. Intentó que no se le notara la incomodidad mientras seguía a Fort, que iba con paso ligero y decidido y subieron a su apartamento. Fort vivía en un ático en pleno centro de Bangkok. Desde las grandes cristaleras que rodeaban su apartamento podía verse el paisaje iluminado de toda la ciudad. Peat había ido en alguna ocasión junto a sus compañeros de reparto, pero ahora que estaba a solas con él lo veía todo muy diferente.

—Ponte cómodo— le dijo Fort mientras se dirigía a la cocina.

Peat se sentó en uno de los sofás y esperó echando un vistazo a la habitación. El salón tenía un aire muy sofisticado, pero juvenil al mismo tiempo. Él aún pasaba por ciertos estragos creativos a la hora de elegir decoración para su casa, pero la de Fort era un claro reflejo de su personalidad.

—Tengo buen gusto, ¿verdad? —dijo Fort entrando en la sala con dos botellas verdes en cada mano. Las puso sobre la mesa ante la mirada estupefacta de Peat, quien soltó una exclamación de sorpresa. Las había reconocido al instante. No le dio tiempo a decir una palabra antes de que Fort se sentara a su lado y, con una sonrisa que se fue agrandando poco a poco, comenzó a decir:

—Estas fueron las que nos tomamos aquella vez que fuimos a un bar en Khaosan. Dijiste que te encantaron. —Se recostó un poco y alargó el brazo, acercándose un poco más a Peat.

—Eso fue hace siglos. La primera vez que salimos juntos. Acabábamos de grabar las últimas escenas del capítulo piloto...

—... Y dijiste que teníamos que volver. Nos encantaba ese sitio porque era muy tranquilo y nadie nos conocía en ese entonces, pero desde que salió la serie no hemos podido hacerlo.

—Es difícil ir a ese tipo de sitios y que no te reconozcan. Si te digo la verdad, tenía un poco de miedo respecto adonde iríamos precisamente por eso. Odio sentirme vigilado.

—Por eso mismo, como no quería que estuvieras agobiado, he pensado que el mejor lugar sería un sitio privado, y ¿qué hay más privado que mi piso? Espera un segundo, casi se me olvida.

Love in the GaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora