Capítulo 9

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¿Peat?

Peat había pasado una noche horrible. Una de esas en las que te levantas tan poco descansado que sientes que cerraste los ojos un instante y los volviste a abrir, pero en cambio, lejos de poder seguir durmiendo no te queda más remedio que hacer frente a todo el día. Por suerte para él, aquella jornada iba a ser más bien tranquila. Aunque tenía que echarle un vistazo a un par de asuntos, podría dedicarse a sus placeres de siempre y eso le animó un poco. Sin embargo, en cuanto estuvo lo suficientemente consciente como para darse cuenta de su situación, Peat se sobresaltó de tal modo que estuvo a punto de caerse de la cama.

Aquel no era ni por asomo su apartamento. Salió de la cama de un salto y miró asombrado a su alrededor. Tras inspeccionar ligeramente, decidió que era hora de enfrentarse a un problema bastante complicado que no pudo terminar de asimilar cuando bajó la vista.

«Esto no tiene ningún sentido», pensó para sí mientras avanzaba con paso receloso hacia el espejo que estaba colgado en la pared, de forma paralela a la cama. Gale le había explicado que no se debían poner los espejos apuntando a la cama para no atraer a los espíritus. El grito anormalmente agudo que salió de la garganta de Peat le asustó casi tanto como lo que vio reflejado en el espejo. Apenas atinó a apoyar las manos a cada lado del espejo, casi dejándose caer sobre él, boquiabierto.

—Pero qué... —Aquella voz aguda nuevamente salió de su boca y Peat, automáticamente, se la tapó con ambas manos. Sacudió la cabeza, incrédulo, y volvió a mirarse, pero el espejo se negaba a darle una imagen distinta. Frustrado, se metió de nuevo en la cama, enrollándose en las sábanas y cerró los ojos con fuerza.

Esto debe ser una pesadilla, una terrible pesadilla.

Por más que lo intentó, cuando volvía a abrir los ojos se encontraba en el mismo lugar, en aquel cuerpo que no era el suyo. Apretó la cabeza contra la almohada, pensando que estaba a punto de perder la cabeza, cuando un ruido incesante comenzó a sonar. Era la alarma de Gale. Peat se incorporó ligeramente para alcanzar el móvil, que reposaba sobre la mesita de noche. Una vez quitó aquella musiquita infernal, una idea surcó su mente:

«Si yo estoy en el cuerpo de Gale... ¿ella dónde está?»

Agarró de nuevo el móvil con gesto desesperado y este se desbloqueó casi al instante. Marcó su número, el cual Gale tenía agregado como «Peatx» y el emoticono de un melocotón, pero después de varios tonos, la llamada se cortó. Lo intentó una y otra vez, pero nadie respondía, lo cual no hizo más que aumentar la angustia de Peat.

—Se acabó, no aguanto más —dijo mientras se levantaba de la cama casi de un salto. Se dirigió a la cocina y abrió el tercer cajón de la lacena. Sabía perfectamente donde guardaba Gale los suministros, y como no, aún quedaban algunos de sus favoritos que ella había comprado expresamente para él. Juntó sus manos en un gesto de disculpa. «Perdóname, Gale, pero sabes que me es imposible pensar con el estómago vacío», dijo para sí y cogió todas las bolsas que pudo.

Una vez hubo terminado, volvió a intentar llamarla, pero no había forma de que respondiera. Fue al aseo a echarse agua en la cara. Internamente mantenía la esperanza de que en cualquier momento despertaría y todo iba a volver a la normalidad. Sin darse cuenta, tras haber estado todo el tiempo evitando hacer contacto visual, se quedó mirando el reflejo durante un segundo. Las comisuras de sus labios comenzaron a ensancharse en lo que podría haberse convertido en una sonrisa, mas se quedó en un mero esbozo de ella interrumpido por el sonido de una llamada que captó por completo su atención. Se precipitó a la cama para responder.

Como si hubiera estado aguantando la respiración durante todo ese tiempo, le falló la voz al responder:

—Ya era hora —le soltó con tono de reproche—. ¿Se puede saber dónde estabas? No sé, espero que estés muy cómoda profanando mi cuerpo. Llevo horas intentando llamarte y tú...

Love in the GaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora