XXIII

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Se rio por lo bajo al ver mi reacción por lo que acababa de decir, pero no tenía sentido, por qué tu destinado terminaría matándote, no era lógico, sus palabras se repetían en mi cabeza intentando encontrarle algún sentido. 

Eros- Toda historia tiene dos versiones duendecillo... ¿lo olvidaste? - se acercó a mi para dejar un beso suave en mi frente. 

Un brillo intenso me cubrió haciéndome cerrar los ojos antes de poder abrirlos y poco a poco acostumbrarme a la luz, estaba en un jardín hermoso, había arboles por todos lados de diferentes tamaños, se escuchaba un rio correr cerca de donde estaba y había animales sueltos corriendo por doquier, así como cientos de flores silvestres llenando de color el lugar. 

La risa de dos pequeños llamo mi atención, caminé en dirección al ruido y me encontré con dos pequeños que jugaban descalzos imitando con una rama un par de espadas luchando entre risas, eran algo peculiares pues ambos tenían un ala blanca y otra completamente negra, la pequeña con su largo cabello rizo de color negro y con sus ojos rojos, hermosamente extraña, mientras el pequeño tenía el cabello blanco y los ojos de un negro embriagante. 

Amelia- Eros...- se veían tan felices jugando sin que nada los atormentara entonces. 

X- ¡Es inaceptable! Entiendan que esto fue un error, ustedes nunca debieron terminar juntos y esos niños...- una voz extrañamente familiar llamo mi atención dentro de esta cúpula de hojas, parecía un sauce llorón a simple vista, pero cruzando las hojas era una sala de reuniones maravillosa. 

Al centro había una mesa con los cuatro triángulos representando los cuatro elementos, al centro había un símbolo más, uno que me resultaba algo familiar pero no lograba verlo bien desde mi lugar 

Había cuatro personas de un lado de la mesa frente a un par más, una chica de alas negras, un negro brillante e intimidante, su piel blanca con algunas manchas de cenizas repartidas por su cuerpo y los ojos de un rojo cual rubíes, a su lado un chico de alas blancas, su piel pálida cual porcelana y los ojos completamente negros sin pupila. 

Y- Cuida lo que dices de mis hijos Aurora- la chica señalo a la mujer al centro, una mujer con una postura elegante y firme, las manos al frente con la espalda perfectamente recta, su cabello largo liso hasta la cintura sostenido por una tiara hecha de enredaderas doradas. 

Aurora- Solo digo la verdad, está prohibido que seres de diferentes reinos se junten, esos niños son una abominación- su voz era más fría que el mismo hielo y no pude evitar recordar a mi madre, era casi idéntica a ella

La chica con alas negras quiso atacarla, sus manos se encendieron en llamas y sus alas se abrieron amenazantes a la vez que intento subir a la mesa para alcanzar a la mujer frente a ella, pero el chicho a su lado la tomo de los hombros para calmarla y lo consiguió. 

Aurora- Rompieron demasiadas normas, desde escapar de su reino hasta concebir un par de niños, estuvimos buscándolos por siglos para que desempeñaran su papel de herederos en sus reinos...todo lo que hicieron por este supuesto amor que alegan estuvo mal y tiene que haber consecuencias

Y- Claro que no, nadie entiende que donde sea que vengamos no importa, nos amamos y nuestros padres no nos dejarían estar juntos, por eso escapamos...pero míralos, son niños sanos y felices, dime... ¿por qué te molesta eso? - abrió un poco las hojas para dejar ver a los pequeños riendo en el césped, tenía razón no podrían hacerle daño a nadie 

Aurora- No es que me moleste princesa Alya, es por protegernos a todos, apenas conocemos sus poderes por separado...no sabemos lo que esos niños puedan hacer realmente y cuando crezcan será más difícil controlarlos

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