Quiero entrenar

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Luego de eso fuimos al pabellón, ya que era hora del almuerzo. Estábamos caminando con las manos entrelazadas. Leo se despidió de mí y fue a su mesa.

Fui a quemar comida para mi papá y a pedirle a Atenea que me dé sabiduría para aprender inglés.

Cuando me volteé, pude ver a Leo en la mesa de Hefesto y a sus hermanos haciéndole gestos de corazones y diciendo "Luna" con su típico acento gringo.

Sí, lo estaban molestando. Leo me miró y se puso rojo; les dijo algo que no entendí. Yo solo aguantaba la risa, se ve lindo nervioso.

Cuando pasé por la mesa de Hefesto, le envié un beso. Pude ver cómo se sonrojaba y sus hermanos lo molestaban, aunque no podía entender la mayoría de lo que decían.

Me senté en la mesa y pude comer tranquilamente arroz con leche. Salí del comedor junto con mi querido traductor humano, Leo.

—¿Qué te decían tus hermanos, Leo? —pregunté inocentemente, casi riendo.

Leo no respondió. Pude notar que de su cabello salía humo, ¡esperen, humo!

—Eh, Leo... —dije algo asustada.

—¿Sí? —seguía caminando como si no notara que de su cabeza empezaban a salir llamas.

—¡Leo, tu cabeza está en llamas! —dije algo asustada, y no sé cómo, pero una esfera de agua golpeó su cabeza, apagando el fuego.

—Luna... —me llamó, mirándome—. Hey, está bien, es normal. La próxima, solo no me empapes. Soy un hijo de Hefesto, puedo manipular el fuego.

—Eso es genial —dije, mirándolo embobada. Tenía el cabello mojado.

—Pero yo no te eché agua encima, chico fuego. No tengo súperpoderes, aunque sería cool tenerlos —dije riéndome.

Leo me miró seriamente.

—Oh, veo que Percy no te dijo —dijo Leo.

—¿Decirme qué? La mayoría del tiempo no entiendo lo que dice —dije.

—Créeme que ninguno lo hace, Luna —dijo Leo.

—Bueno, los hijos de Poseidón pueden manipular el agua, respirar bajo el agua, hablar con caballos, entre otras cosas —dijo, enumerando con los dedos.

—Voy a cambiarme en mi cabaña. Estoy empapado, no quiero resfriarme. ¿Qué harías sin este bombón? —me dijo en un tono seductor.

—Tienes razón, ¿qué sería de mí sin ti, bombón? —dije dramáticamente.

—Voy a la arena, te espero allá, Valdez —dije, dándole un beso en la mejilla, y me fui rumbo a la arena.





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