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—¡La puta madre!— la pelinegra gritó frustrada cuando a pesar de las variadas veces que pateaba el pedal su moto, esta no arrancaba.
Veía los autos pasar con rapidez por la fígidas calles de la ruta en época de invierno sin que ninguno se detuviera para ver preguntar por la situación.
Se bajó de la motocicleta rendida al darse cuenta de que no iba a arrancar por más que lo tratase una y otra vez.
Enojada se sacó su casco para lanzarlo al suelo con fuerza, cuando toco el piso, Romina se dió cuenta de que en el proceso, uno de los adornos que decoraba este se había roto.
Se tapó el rostro frustrada, sin duda hoy nada le había salido como quería.
Suspiró grande viendo el vapor salir de su boca a causa del frío, probablemente no tarde mucho en que el sol se ocultara dándole paso a la hermosa luna.
Rodeó los manubrios del vehículo con sus manos, las cuales eran cubiertas por guantes y así soportar el fuerte y helado viento que se formaba a causa de la velocidad del vehículo, para comenzar a caminar a pasos lentos por lo pesado que era el transporte.
La idea de una moto grande era buena idea cuando nunca se te pasa por la cabeza que va a fallar en medio de la nada.
Sin duda la que manejaba diariamente no era nada comparada a la otra que usaba para su trabajo, la cual era mucho más ligera y manejable.
Una camioneta que venía en contramano hacia elle tocó bocina frenando lentamente enfrente de ella— Eu ¿Necesitas ayuda? ¿Entendés español?— una voz masculina inundó sus oídos viendo cómo la persona se baja de su camioneta.
A Romina se le congeló la sangre al darse cuenta que conocía a aquel hombre a la perfección, lamentablemente —¿Romina?
Ella asintió lentamente,tratando de formular algo coherente—Hola...
