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—Tiene que esperar acá señor, le avisaremos el estado en cuanto tengamos información — una enfermara detuvo el andar del futbolista quien solo pido ver cómo su novia se alejaba en una camilla y como los doctores hablan rápidamente a causa de la gravedad y emergencia.
Se sentó en una silla habituada en la sala de espera moviendo su pierna con rapidez mientras se tapaba la cara.
Su teléfono vibró en su pantalón anunciando una llamada la cual iba a colgar rápidamente pero el nombre de su mejor amigo brilló en la pantalla.
—Julian...
—Enzo, Enzo decime que Romina está bien por favor — escuchó a su compañero de selección hablar rápidamente.
—No sé Julián — el pelinegro no pudo evitar soltar un sollozo — n-no se la verdad, la están viendo...
—la concha de la lora — se escuchó detrás del teléfono — por favor cualquier cosa, la más mínima que sepas avísame por favor.
—si...
Julián soltó un suspiro— no te preocupes Enzo, ella va a estar bien es fuerte.
El jugador del Chelsea no contesto pero sabía que era verdad— te dejo, avísame cualquier cosa.
La corta llamada se acabó y Enzo escondió su rostro para permitirse llorar.
El miedo recorría cada uno de los rincones de sus huesos.
Sabía que su novia era fuerte, pero el hecho de recordar la forma en la que su pequeño cuerpo impacto de tal manera contra el suelo y la moto cayó sobre ella lo destruía.
No lo habían dejado acercarse mucho al escenario pero al tratar de explicar la relación que tenía con Romina pudo ver perfectamente como el líquido carmesí se esparcía fuera del casco y su pierna era aplastada por el vehículo.
