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Mirar esos familiares ojos miel nunca dejaban de hipnotizarte. Cada segundo parecía pasar más lento, mientras tus ojos se arrastraban más abajo desde esos ojos hacia las clavículas de tu esposo. Manos entrelazadas entre sí como las vides en un viñedo, y labios a escasos centímetros de chocar.
──¿Qué tienes en mente, amor?
Una voz familiar te arranca de tus pensamientos. Pensamientos de él, pensamientos de ti.
──No mucho, solo pensando en ti.
Mentirosa.
Piensas para ti misma.
¿Cuándo has pensado alguna vez en Viktor y no has pensado en él un poco más que 'nada'?
El toque familiar de sus dedos en tu muñeca comienza a traerte de vuelta a la realidad mientras miras su expresión suave y no deseas nada más que tenerlo cerca.
Momentos como estos, momentos en los que tiendes a perderte por él, Viktor sabía lo que estaría en tu mente aunque los pensamientos no se expresarían. No tenías que decirlo en voz alta. Tus acciones hablan por ti.
Sin perder otro momento te mueves para sentarte más cerca de él, tu cara enterrada en el hueco de su cuello y tus brazos alrededor de su cintura. Mientras te acomodas para sentirte más cómoda, sus manos encuentran el camino hacia tu espalda, acariciándote con dulzura en un intento de que estés más cómoda.
Respiras el olor habitual a pino y canela, algo a lo que te has acostumbrado a lo largo de los años de convivencia con él.
Cierras los ojos y decides concentrarte en sus manos acariciando tu espalda y comienzas a dibujar círculos en su espalda también.
──¿Pensando en mí, cariño? ── te pregunta mientras gira su rostro para mirar el tuyo.
Oh, ¿cómo podrías decirle que no a esa cara, especialmente cuando te está mirando?
──Siempre estoy pensando en ti ── le dices con una sonrisa en tu rostro. Su mano izquierda ahora pasa de tu espalda a tu rostro, acariciándolo suavemente y quitando los pocos mechones de cabello que cubrían tus ojos, colocándolos suavemente detrás de tu oreja.
Él retrocede un poco y se toma un momento para admirar tus rasgos.
Sus ojos bajan hasta tus labios y se detienen allí. No se pronuncian palabras mientras cierra el espacio entre ustedes dos, los labios se mueven entre sí y una calidez familiar se extiende por todo su cuerpo. Tus manos encuentran su camino en su cuello y tus dedos tiran suavemente de su cabello mientras él profundiza el beso.
Risas suaves y risitas brotan de ustedes dos, ya que ambos no pueden evitar sonreír como dos idiotas enamorados.
De repente, todo te recuerda los momentos en los que lo encontrabas mirándote fijamente durante la cena en el gran salón del comedor de Hogwarts y cómo ambos sonreían en el momento en que se da cuenta de que han atrapado al otro.
O los momentos en que te escabullías para comprar cerveza de mantequilla solo para que Mel te regañara por romper las reglas de la escuela.
──¿Recuerdas la única vez que nos escapamos para comprar cerveza de mantequilla y luego Mel nos atrapó mientras volvíamos? ── Pregunta, con una cálida mirada en sus ojos que solo podrías identificar como amor.
Parece que estaba pensando en lo mismo que tú.
──Bueno, sí, recuerdo ese día. No solo nos atrapó Mel y nos regañó, sino que también casi noqueamos al profesor Dumbledore al salir ── respondiste mientras recordabas los eventos del día.
Ese día no había sido particularmente agitado excepto hasta que aceptaste la sugerencia de Viktor de colarte dentro de Las Tres Escobas y casualmente tomar una cerveza de mantequilla o dos mientras fingías ser un adulto.
Si bien podrías haber usado fácilmente tu capa de invisibilidad para colarte adentro, Viktor no vio nada divertido en eso. Según él, "la verdadera diversión viene con el riesgo de ser atrapado".
Todo iba bien ya que nadie se había dado cuenta de que dos jóvenes estudiantes de cuarto año de Hogwarts entraban y caminaban sin pensar alrededor de la posada. Pero toda la planificación y el coraje se agotaron una vez que vio una cara familiar entre la multitud: Albus Dumbledore.
Ninguno de ustedes esperaba que el director estuviera en la posada y dado que Dumbledore estaba bastante familiarizado con Viktor gracias a su destacable promedió en las materias, lo mejor era correr hacia la salida antes que los te reconozcan.
Viktor, ajeno al hecho de que el director había entrado en la posada y estaba a unos metros de la mesa donde estaban sentados, estaba a punto de pedir dos cervezas de mantequilla a gritos cuando levantaste la mano para taparle la boca. Con miedo de que Dumbledore te escuchara, simplemente señalaste hacia la mesa frente a la tuya y le diste una mirada suplicante, 'salgamos de aquí'.
No hace falta decir que al principio estaba un poco reacio, pero cuando el director se levantó de su asiento y comenzó a caminar hacia usted, fue entonces cuando ambos cruzaron corriendo la posada. Pero el escape no fue tan fácil como deseaba que fuera, ya que ustedes dos casi noquean al pobre profesor en un intento de huir mientras aún intentaban ocultar su identidad.
Cuando te detienes justo antes de la entrada de Hogwarts, no puedes evitar estallar en carcajadas por lo que sucedió. Y cuando recordó la mirada desconcertada en el rostro del profesor Dumbledore, solo se rió más fuerte. Y tal vez Viktor estaba pensando en lo mismo porque él también se rió contigo.
Todo esto fue hace años cuando ustedes dos todavía eran estudiantes en Hogwarts, tu estabas en Gryffindor y el en Ravenclaw.
¡Ay, los recuerdos de un viejo Hogwarts!
Ambos eran ahora profesores allí, él era profesor de astronomía y tu remplazaste a Snape como la nueva profesora de posiones después de la segunda guerra mágica.
Volviendo a la realidad, ahora colocas tus manos sobre las de él mientras esperas a que continúe con la conversación.
──Sabes, ese fue el día que me di cuenta de que me había enamorado de ti ── dice, con una mirada de nostalgia en su rostro. ──Cuando te vi reír ese día en las puertas de la escuela supe que siempre quise verte así. Para siempre. ── continuó. ──Siempre te he amado ________________, y siempre, siempre te amaré.
Ante esto, tu corazón se llenó de calidez, de adoración y de amor.
──Yo también te amo Vik, y prometo amarte siempre y para siempre ── susurras, mientras presionas tu frente contra la de él.
Su cabeza ahora estaba sobre la tuya, y tus piernas estaban entrelazadas con las suyas debajo de las sábanas.
Las palabras no se pronunciaron, pero la intimidad del momento fue más que suficiente para que te sintieras segura, para que te sintieras a salvo, para que te sintieras en casa, para que te sintieras amada.
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