Capítulo VIII

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—¡Aquí están las fotos, papá!— exclamó Naru, conectando su tableta a la computadora del taller del hombre.

—Gracias, pequeña— tomó asiento frente a la pantalla, mientras pasaba una mano sobre la cabeza de su hija.

—Iré con ______ a caminar así su tobillo vuelve a acostumbrarse a su peso— corrió hacia la puerta, para detenerse allí y voltear a verlo —. ¿Crees que Aiger le enseñe a jugar?

—Aiger seguramente se hará rogar— sonrió de lado, haciendo que la menor suspirara.

—Sí, es Aiger... Pero seguro lo hará por el beyblade.

Y salió de allí, dejándolo solo.

Taiga se puso a chequear las fotos que sacó. De algún lado sabía que conocía ese diseño, y la duda le estaba picando la cabeza.

Tecleó un poco e hizo que internet escaneara la imagen para que fuera más fácil la búsqueda.

A los segundos, se arrojaron los datos y varias imágenes. No pudo evitar abrir sus ojos por la sorpresa. Ya todo tenía sentido, aunque seguía teniendo dudas de la historia que le había contado ______ de cómo lo obtuvo.

—¿Cómo alguien como él se lo daría?

Murmuró para sí, deslizando todas las fotos viejas que habían aparecido en la pantalla.

Desde donde estaba, oía como Naru hablaba con la muchacha, indicando que el trayecto seguro le gustaría.

[...]

—No hay ningún peligro, así que no te debes preocupar por eso— comentó la de cabellos turquesas, estirando sus brazos a los lados.

—Solo... tenía miedo porque era de noche, es todo— se excusó, tratando de poner su mejor cara neutra al hablar.

—Así que... Aiger, puedes irte.

La menor se detuvo para voltear de brazos cruzados, habiéndose percatado de que el otro Akabane las seguía varios pasos por detrás.

—¿Y si se asustan? Alguien las tiene que cuidar— con los ojos cerrados y las manos pasando por detrás de su nuca, caminaba tranquilamente, dando largos y lentos pasos.

Después de todo, evitaba ver a _____ por haber sido el causante de asustarla esa noche por andar entre las copas de los árboles.

—Por tu tamaño, no creo que espantes ni una mosca— agregó Naru sin expresión alguna, provocando que la muchacha aguantara la risa mientras se cubría la boca.

—¡Oye! ¡Aquí entre los tres, soy el más alto!— miró mal a su hermana —¡Si alguna bestia te lleva, no iré a buscarte!

—¿Bestia...?— preguntó _____ un poco desorienta, haciendo que la gracia se le fuera de inmediato.

—Solo inventa cosas. Ignóralo.

Volteó y retomó su andar. La muchacha la siguió a su ritmo, de vez en cuando volteando a ver a los lados.

A medida que avanzaban, el miedo se le iba pasando. El lugar era muy hermoso, mucho más de día. Siempre veía bosques así por su celular o televisión, esperando tener una oportunidad de pisar uno en carne propia.

Y lo estaba haciendo.

Naru le hizo una que otra indicación por su tobillo, así comenzaba a ejercer un poco más de peso sobre él. Le incomodaba al comienzo, pero con cada paso que daba, se iba acostumbrando.

—¿Qué sueles hacer, ______? Ya que mencionaste que no sabes lanzar un beyblade— preguntó la niña para acabar el silencio, siendo aún seguidas por Aiger.

—Fui inscripta a varios deportes y también a otras clases. No tenía tiempo para aburrirme— sonrió regresando la vista a ella.

—¿En serio? ¿Como cuáles?— tenía un brillo de curiosidad en sus ojos.

—Por nombrar unos pocos: voleibol, atletismo, tenis, teatro, pintura, ajedrez, violín, ballet... Son algunos que se me ocurren.

—E-espera... ¿todo a la vez?— Naru estaba desconcertada, al igual que su hermano, pero este solo abrió sus ojos y frunció sus cejas de la sorpresa.

—No, no... Por ejemplo, a los siete años fui a atletismo, o a los catorce que comencé con las clases de ajedrez.

Alzó la vista con una pequeña sonrisa, recordando las medallas que ganaba gracias a su esfuerzo. Lo único malo de algunos recuerdos, era que su padre no estaba presente para verla en alguna competición o presentación. Era un hombre importante y ocupado, por lo cual le salían varios trabajos por hacer.

—¿Y de eso qué te gustó más?

—Ver las partidas de beyblade— dijo en medio de una risita y juntando sus párpados, nuevamente volteando el rostro a donde estaba Naru.

El de cabellera granate al ver aquella imagen fue frenando su andar sin que se dieran cuenta. Poco a poco, una torpe sonrisa fue apareciendo en su rostro.

Al darse cuenta de ello, sacudió bruscamente su cabeza mientras soltaba una que otra queja. Y salió a esconderse a un arbusto. ¿Por qué parecía un estúpido? Se preguntaba mentalmente, mientras golpeaba su rostro, tratando de entrar en razón.

Cuando ambas muchachas escucharon el ruido de las hojas y pequeñas ramas que piso Aiger al esconderse, voltearon a ver.

—¿Dónde está?— preguntó ______, viendo con una ceja arqueada el camino que habían dejado atrás.

—Seguramente se le ocurrió la gran idea de asustarnos— movió una mano para restarle importancia al asunto —. Así que estate atenta para no asustarte tanto.

—Está bien...— no muy seguro, siguió camino.

—¿Por qué nunca entrenaste beyblade? ¿Es porque no tenías tiempo o qué?

—Mmm...

¿Qué decirle?

—No tenía bey en ese tiempo— pasó una mano por uno de sus brazos, nerviosa.

¿Cómo podría contarle respecto a su padre? ¿Hasta cuándo seguiría evadiendo contarles la verdad de varias cosas?

Mientras tanto, Aiger Akabane yacía tirado en el suelo, haciendo ejercicios de respiración y centrarse en otra cosa que no fuera la imagen de ______ que tan linda le había parecido.

Error.

Al volverla a pensar, se quejó mientras movía sus brazos y piernas, como si fuese un bebé berrinchudo. ¿Por qué tenía que parecerle linda?

TORPE SONRISA |Aiger Akabane y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora