4. Negro para ocultarse

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¿Pero sabes de dónde viene la muerte, de arriba o de abajo?
("El libro de las preguntas", de Pablo Neruda)



Derek se miró al espejo, la blusa de satín negro se le seguía resbalando del hombro derecho, dejando al descubierto su clavícula fuertemente marcada. Suspiró y volvió a subirse el tirante, aun sabiendo que no tardaría en caer de nuevo.

Aunque no estuviera a la vista, su ropa interior de encaje también era negra. Acarició distraídamente el hueso de su cadera izquierda, sin llegar a tocar las bragas. Le bastaba con sentirlas sobre su piel para sentirse un poco mejor, un poco más seguro.

El color de luto variaba dependiendo de las culturas, para muchas era el negro. Por respeto al ser querido fallecido. Pero también solía usarse porque se tenía la creencia de que el alma del difunto podía salir e introducirse en el cuerpo de los vivos, y con este color podían esconderse de ella; lo mismo para la muerte, se dice que para que la muerte no te viera y te llevara también, debías vestir de negro para camuflarte entre las sombras.

Derek suspiró, alejándose del espejo cuando escuchó a su madre llamarlo y avisarle que Karen estaba aquí. Después del colapso que había tenido hacía unos días, ambas estaban siempre cerca, sin quererlo dejar solo ni un sólo instante. Tal vez la psicóloga les había dicho que si lo dejaban sin supervisión, podría hacer alguna locura. Casi quería reírse, ¿qué locura sería esa? ¿Matarse? La verdad es que él no era tan valiente. Ya lo había pensado y no pudo ni siquiera intentarlo. La gente dice que el suicidio es la salida de los cobardes, ¿pero sabes el coraje y la valentía que realmente se requiere para hacerlo? No, no es una salida de cobardes; es de valientes, de valientes destrozados y sin esperanza. Y él sólo era lo segundo, un destrozado, pero no un valiente.

—¿Derek? —su madre ahora sonaba dudosa y un poco asustada. Hubo también un murmullo de Karen diciendo algo.

Derek se puso rápidamente una sudadera negra algo deslavada. —¡Ya voy! Estoy terminando. Denme un minuto.

Ambas contestaron que estaba bien, pero claramente no se alejaron de la puerta.

Derek se puso un poco de delineador negro, pero omitió el gloss. Ni gloss ni labial. Hoy no se sentía fabuloso. Además, seguramente seguiría mordiéndose los labios, arrancándose los pellejitos, y terminaría comiéndose el producto.

Cuando abrió la puerta, en efecto, ellas seguían ahí, mirándolo con suma atención. Él puso los ojos en blanco. —Dejen de verme así, como si pudiera derrumbarme y colapsar en cualquier momento... —su madre lo seguía mirando con miedo, como si no quisiera dejarlo salir, permitirle alejarse de ella; mientras que Karen tenía una expresión como de “Ya lo hiciste”—. Fue sólo un momento de... —ni siquiera sabía cómo expresarlo. El toque no intencional del chico lo había llevado a un espiral de sensaciones y recuerdos no deseados, porque tenía esa actitud arrogante, esa confianza, como si fuera dueño del mundo y tuviera todo el derecho de hacer lo que quisiera con cualquiera. Quizá más que sentirlo, porque había sido sólo un leve choque, fue que todo él le recordaba al estúpido de Mark. El hombre que lo había arruinando para siempre.

Ninguna de las dos dijo nada. Obviamente no caían en su mentira, su intento por restarle importancia, pero tampoco querían insistir.

—Bonito delineado —dijo Karen, pero él la conocía tan bien que entendía lo que había debajo del comentario: “¿Otra vez de negro?”.

No queriendo responder a eso –porque sí, otra vez de negro; estaba volviendo a sus inicios, de avance no había nada, había sido una ilusión–, simplemente señaló con la cabeza. —Vamos —y, tras despedirse de su madre, ambos salieron de casa.



Fearless Love (Amor sin miedo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora