El poder que no Conoce

Fuerza

Todo a su alrededor era fuego. Fuego y un poder ardiente.

El Anillo se deslizó fácilmente en su dedo, como si hubiera sido hecho para él. Abrió los ojos y por primera vez fue como si pudiera ver con la vista verdadera. A diferencia de los seres inferiores, no se volvió invisible porque tenía el poder de ordenar el Anillo a su voluntad y sintió que su poder corría como un fuego brillante por sus venas. Su poder estaba en ascenso y los males del mundo se asustarían y se acobardarían ante su venida. Miró ahora al mundo con nuevos ojos.

Vio la debilidad de Frodo Baggins y la semilla de Sauron que se había plantado en su mente. Vio la oscuridad persistente en su hombro donde los Espectros del Anillo, ahora seguramente sirvientes de la propia voluntad de Harry, le habían causado daño.

Luego vio a Samsagaz Gamgee el Hobbit que había tratado de detener el aumento de su poder. Vio una mente simple y descarriada que necesitaba ser moldeada. Vio lealtad a Frodo y una dedicación absoluta e inquebrantable a la búsqueda que le dio Gandalf.

También notó los restos finales de una criatura, delgada como un palo y demacrada, arrojada a los fuegos del Monte del Destino por Frodo en una lucha desconocida. Sin embargo, incluso en la muerte, su esencia aún se aferraba al mundo gracias al poder del Anillo Único.

Luego miró más allá, a través de toda la Tierra Media para observar lo que sucedía dentro de su nuevo protectorado, su dominio.

En Nurn, ejércitos de esclavos trabajaban bajo cielos implacables. Los látigos de sus amos restallaban sobre sus cabezas mientras trabajaban en los pestilentes campos de Mordor. Miles de hombres y mujeres retenidos bajo el dominio de Sauron que ahora podrían ser liberados gracias a su nuevo poder y fortaleza. Pronto los ayudaría como a tantos otros y lo recibirían como salvador.

En Harad vio los disturbios. Los grandes ejércitos habían marchado hacia el norte y la población ahora estaba irritada bajo el gobierno de sus crueles reyes y señores. Él descendería sobre ellos e impartiría justicia a los impíos. Los pobres y los oprimidos lo verían venir en el fuego y en la gloria y sabrían a quién le debían todo.

En Oriente vio una rebelión en su conjunto. Los ejércitos de esclavos de los Hombres del Este habían marchado a la batalla y ahora los magos, sirvientes de Manwë y vestidos con ropajes azules, lideraban a los que permanecían en rebelión abierta contra sus señores supremos. No tendrían ninguna posibilidad si Sauron ganara su batalla a las puertas de Mordor. Harry se aseguraría de que Sauron no ganara.

Allí, en las fronteras de Mordor, un ejército de Hombres estaba asediado por decenas de miles de Orcos, Hombres y cosas repugnantes. Más morían por segundos mientras eran empujados más y más arriba de las colinas en las que hicieron su última y inútil posición. En lo alto de una de las colinas se encontraba Aragorn, el Rey de Gondor regresaba y su estandarte blanco ondeaba desafiante en el viento. Harry sabía que se caería si no intervenía. Aunque los Nazgûl huyeron y las Águilas diezmaron a sus atacantes, no había esperanza de victoria sin más ayuda. Miró más lejos.

Allí, ante una gran fortaleza oscura, se libraba otra batalla. Esta estaba entre Elfos y Orcos y el poder de Galadriel hizo que los Orcos se retiraran de ella. Los ejércitos de Lothlórien sitiaron Dol Guldur y muchos cayeron ante las flechas envenenadas de los orcos que venían de esa gran fortaleza montañosa. Con todos los Nazgûl idos a la guerra en el sur, no había poder que pudiera resistir ante la Dama del Bosque Dorado.

Sabía que Dol Guldur caería y que el poder de Galadriel derribaría esos muros malditos de una vez por todas cuando los elfos obtuvieran su victoria. Sin embargo, Harry no tuvo que esperar. El poder de Sauron mantuvo en alto los muros de Dol Guldur, por lo que Harry sacó su fuerza de ellos. Abajo cayeron en la destrucción más extrema cuando el poder de Sauron fue arrancado de las piedras. Docenas de elfos gritaron y fueron aplastados por las rocas que caían, pero Harry no les prestó atención. Un pequeño precio a pagar por la destrucción de ese lugar infernal. Su ojo una vez vagó una vez más.