Capitulo 12: Dirección Opuesta

20 2 21
                                    

Cry me despierta de repente gritando: “El desayuno está listo”. Me posiciono sentado en el sillón. Miro arriba hacia el reloj pero no consigo distinguir la hora. Estoy muy somnoliento.

Al pasar unos minutos me canso del “tic tac" del reloj, me levanto del sillón. Me dirijo al baño arrastrando los pies del cansancio. No dormí muy cómodo.

Enjuago mi boca con un poco de agua y me limpio la cara. Mi agotamiento desaparece con un poco de agua fría. Llego al comedor y está Cry sentado comiendo un pan con mantequilla; se le ve muy contento.

—Ey, no puedes comer pan todos los días, te estás alimentando mal. —Digo mientras saco una silla debajo de la mesa.

—Buenos días, cariño. No importa, me gusta mucho el pan de aquí. Pero tranquilo, tendré una mejor dieta… Luego.

—¿Cariño? —Doy un suspiro—… Ahora que recuerdo, el pan se había acabado ¿de dónde sacaste ese?

Me siento y veo detalladamente el contenido de mi plato; hay un pan y una cuchara con un montón de mantequilla a la derecha del pan. El desagrado me invade, veo a Cry y sigue felizmente comiendo su pan.

—Verás, como no había pan, fuí a comprar un poco… con tu dinero.

—No lo gastaste todo, ¿cierto?

—Obvio no. Pero ahora que lo mencionas, ¿de dónde sacaste tanto dinero? ¿Acaso un trabajito del que no esté enterado que empieza con la “R” y termina en “Obar”? Mientras estuve explorando la ciudad me topé con un grupo de pintores mal pagados, y pocos no eran. Sólo se quejaban de la poca popularidad que tenían y de su vida tan miserable.

—Pues, hace unos dos años me contrataron para hacer un montón de pinturas en el castillo del Rey, gracias a la recomendación de mi padre. Y, bueno, me pagaron bastante, con eso me compré casi todo lo que está en esta casa… Respecto a los pintores mal pagados, no hay mucho que decir. El mundo del arte en estos tiempos es algo complicado, los que tienen oportunidad se van a Ciudad Luciérnaga. —Mientras lo digo, agarro la cuchara y unto la mantequilla en el pan.

—¿Entonces fué solo suerte? —Cry sacude las migajas de su mano.

—Yo no lo diría así, como podrás ver, soy bueno pintando —Señalo las pinturas que tengo en la sala—. Así que tengo mi puesto merecido.

—Me agrada tu estima. Y, Low, ¿ciudad Luciérnaga? ¿Cuál es esa? —Cry se incline hacía atrás en la silla.

—Es como esta ciudad, solo que más comercial, las tiendas son más lindas y grandes. Los edificios son casi lo mismo, y aquí hay más plantas.

—Tenemos que ir un día allá.

—Sin duda.

—¿Por qué no te fuiste para allá si te fué tan bien en las pinturas?

Duda, muchísima duda, solo pienso: “¿Por qué no me fuí?”. Si a duras penas vendo un cuadro aquí en esta ciudad.

—¿Low?

—Ah sí, lo siento. No sabría decirte, pero lo pensaré, cuando lo tenga, te lo diré… Espera, si sé. Fué porque no quise estar tan lejos de mi padre y mis amigos.

—Entiendo eso, pero, ¿crees que harían lo mismo por tí? —Cry se levanta de la silla, recoje su plato y el mío— No lo digo con intención de ofender, si no que hay muchas personas que abandonan muchas cosas que le gustan solo para complacer a alguien.

—Si lo dices de esa forma, es algo deprimente. Tenía más amigos y ya no están aquí porque se fueron persiguiendo sus sueños. Bueno, Max y Hana, ya que Luis, Trish y mi padre no creo que tengan que irse de aquí.

Sangre De La OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora