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Se llama esperanza

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Tal como Akiyama predijo, Kuta se apareció a su lado anunciando que cada demonio al que envió a enfrentar a los cazadores ya había perecido

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Tal como Akiyama predijo, Kuta se apareció a su lado anunciando que cada demonio al que envió a enfrentar a los cazadores ya había perecido. El de verdes ojos sonrió y, sujetando al niño del cuello, lo alzó y ahorcó a gusto. — Hazme el favor de hacer que mi querido cuñado llegue primero. — No esperó respuesta alguna y destrozó el cuerpo falso partiéndole la columna en dos. — Y te apuras.

A pesar de ser una copia barata y hasta más débil que su cuerpo original, el demonio sintió cada segundo de aquella asfixia y tortura. Pero acostumbrado al gusto que su amo tenía por desquitarse específicamente con él, dejó correr las lágrimas en silencio mientras restauraba el organismo de cera y continuaba guiando a los humanos a través de la montaña.

"Yo también tengo un plan…"Es cosa de paciencia, todo lo que tiene que hacer es cuidar la espalda de los espadachines. Tarde o temprano vencerán.

Se llama esperanza.

Efectivamente, Kuta hizo llegar primero al azabache de ojos azules, en compañía de Kamado que se mantuvo cerca de su mentor

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Efectivamente, Kuta hizo llegar primero al azabache de ojos azules, en compañía de Kamado que se mantuvo cerca de su mentor. La copia de cera se escondió en un rincón, atento a lo que pasaba y ansioso por la batalla que se llevaría a cabo. Dependiendo del desenlace su existencia terminaría en la ansiada libertad, o en el eterno sufrimiento. Rezó a todos los dioses de los que alguna vez escuchó, porque esa noche debía ganar el humano.

— Bienvenido. — Aplaudió Akiyama, mostrándose por primera vez en años frente al cazador. A rastras traía a nada más y nada menos que Toruk. — Mira como has crecido cuñadito.

Giyuu, que detesta hablar durante los combates, desecho tal costumbre y con los ojos clavados en su cachorro, gritó. — ¡Bastardo! ¡¿Qué le hiciste a las niñas?!

— Mis hijas. — Altanero respondió. — Están sanas y salvas, si te vas a preocupar te recomiendo que sea de este muñequito. — Con la mano derecha tironeó al niño, que soltó un quejido y tembló al sentir los pies dejar de tocar el suelo. Akiyama lo sostenía del cuello de su kimono.

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