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Y del otro lado hay... nada
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Hay momentos en una batalla que te demuestran que jamás debes de bajar la guardia.
Debilitar al enemigo atacando donde más le duele, puede hacerlo impredecible. Y en el clímax de la batalla, luego de que Giyuu echara en cara a Takahashi cada cosa que hizo, preparándose para decapitarlo y acabar con todo finalmente; el demonio se permitió un último estallido de ira que volvió a poner en la mesa la posibilidad de matar al omega.
La montaña tembló una última vez cuando Akiyama restauró cada rincón que alguna vez modificó del terreno para acumularlo todo en un solo ataque. Tomioka afirmó el agarre sobre su nichirinto y recito la onceava postura por quinta vez esa noche, su cuerpo resintió la utilización de esa técnica pero se mantuvo firme, destruyendo la piedra que en estalagmitas filosas trataba de conseguir una herida fatal.
Simultáneamente, Iguro, Muichiro y Sanemi llegaban al lugar, viendo con sudor frío en sus espaldas el estremecimiento y luego derrumbe del camino que estuvieron siguiendo.
Por su lado, los Kamado fueron empujados de la misma manera a la vista junto a los niños, dejando a los cachorros ver con miedo la forma en la que su madre ponía a prueba mucho más que su resistencia.
— ¡Yo la amaba! — Exclamó el demonio, con la locura sustituyendo su conciencia a pasos agigantados. — ¡Pero comenzó a abandonarme! — Mentira, no hacía más que mentirse a sí mismo con tal idea absurda en la que se dejó caer tan imbécil en un momento de debilidad vacía, en lo que fue un humano incapaz de lidiar con sus inseguridades. Con los brazos temblando, la ira y el dolor salieron como agua salada a través de sus ojos, se sintió humillado. Contempló en las posibilidades, el que ver a Giyuu resultara más contraproducente de lo esperado, después de saber que se convirtió en pilar; aún así, verse superado era ridículamente inaceptable. — ¡Solo muérete! ¡Muérete! ¡MUÉRETE!
Todo su esfuerzo, todo su plan, todo su odio, para terminar de esa estúpida manera. Él, que siempre superó en casi todo sentido a Tomioka. Lo último que merece es recuperar a sus hijas, es lo que necesita para estar en paz, debió ser así desde la noche que hizo a Tsutako una eterna parte de sí mismo. Pensar en eso lo mantuvo con vida y no quería aceptar que en ese encuentro el azabache había logrado destrozar esa poca estabilidad, con la crueldad merecida frente a la realidad tan afilada como la nichirinto que continuaba destrozando en pedacitos su arte de sangre.
Poca, tonta e ingenua estabilidad. Son los resultados de engañarse con la triste imaginación que su lastimoso ser llegó a generar; creyendo que algún día sería perdonado por sus hijas, o por la mujer a la que amo tan pobremente que fue capaz de matarla.
— Algún día moriré, pero no será hoy. — Llamó entonces el pilar con dificultad. — Hoy te toca a ti, planta cara a la muerte, desgraciado. Ella tuvo mucho más valor que tú.
Esa increíble alfa que merecía mucho más. La que se paró frente a su esposo recién convertido en demonio y dio pelea, la suficiente.
Giyuu jadeo, siendo que al fin podía hacer valer ese sacrificio cuando, tras tortuosos segundos, su katana se deslizó en un corte limpio a través del cuello de Takahashi.
Se acabó.
Una de las falsedades que solía decirse para que la culpa no se lo comiera vivo, era que cuando el momento llegue Tsutako estaría ahí. Sin embargo, todo lo que encontró fue oscuridad y silencio.
Nada había ahí, nadie esperando por la llegada de su alma corrompida.
No merece el privilegio de verla una vez más, ese entorno era la prueba. Akiyama sollozó, moviendo los pies hacia adelante, lentamente encontrando el camino hacia donde las llamas del infierno hacían acto de presencia. Un sendero doloroso que era poco a comparación de lo que tendría que soportar para pagar por cada uno de sus pecados en vida.
Y desapareció.
— ¡Mami! — Se respiro la paz cuando Tora y Toshi arremetieron en un desesperado abrazo contra su madre, el omega suspiro soltando su katana, se dejó caer de rodillas y rodeo a las niñas con anhelo; inspiró profundo el aroma de las pequeñas… y se largó a llorar.
Tanjiro se acercó, traía a Toruk dormido en sus brazos, al que con toda delicadeza entregó a los brazos del omega mayor. Giyuu lo recibió verificando nervioso la herida en su mejilla y pronto lo acunó contra su pecho, sosteniendo otra vez al cachorro que creció en su vientre; regresando a tiempos en los que mecía al bebé día y noche para que durmiera en paz.
Sintiendo el cansancio golpear en el sentido físico y mental, con las lágrimas corriendo, reconoció. — Soy.. feliz, de nuevo.
Sé que dije en mi perfil que sería este más dos capítulos más, pero solo hubo presupuesto para este y uno que subiré pronto...
Akiyama se fue al infierno, señoras y señores.
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Momy
Fanfiction[𝕂ℕ𝕐] Fue un fiasco la fiesta a la que fue invitado, obligado, a ir; pero todo empeoraría al regresar a casa por la mañana... "Tres cachorros, tres pilares. Es el intercambio, ya verás tú qué cabezas entregar." Decía el papelito. Y al omega el mun...