Nunca más una víctima

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Despierto completamente desorientada. Dedico cinco minutos a observar a mi alrededor y lo que descubro no me gusta ni un poco. Los recuerdos vienen a mí como si de una avalancha se tratase, aclarando mi mente. Estoy en la cama de un hospital, otra vez y gracias a la misma persona.

   Fue todo muy rápido, pero aun así la cara del conductor del auto que provocó que Max y yo tuviéramos… Max… ¿Dónde está Max?

Vuelvo a recorrer el espacio a mi alrededor, pero no lo encuentro. El miedo se apodera de mi cuerpo, me envuelve y no me deja marchar. La rabia también lucha por abrazarme y yo la dejo.

   Intento levantarme, mi pecho se resiente y no puedo mover el cuello, pero aun así trato de quitar el collarín que llevo puesto ignorando el dolor, no siendo la primera vez que lo hago y sigo con mi ardua tarea. Una conocida voz evita que lo logre.

   —No puedes levantarte, el médico aún tiene que verte. —Dirijo mi mirada hacia la figura recostada en la puerta de la habitación. Las manos en los bolsillos, de forma, aparentemente relajada, no hacen nada para evitar que note como intenta esconder su malestar.

   —¿Y qué haces tú de pie? ¿No deberías estar también en una cama? Que yo sepa ambos íbamos en el coche y es imposible que solo yo haya salido lastimada.

   —Necesitaba verte, saber que estabas bien.

Se separa de la puerta para comenzar a caminar hacia mí. Lo veo que cojea, intenta no apoyar el pie derecho, y, si lo hace, una mueca de dolor se dibuja en su rostro.

    —¿Qué tienes en la pierna? —pregunto cuando lo tengo lo suficientemente cerca para ver el vendaje que se entrevé a través de una rotura de su pantalón.

    —Cuando el auto volcó, el parabrisas estalló en pedazos. Uno de ellos se encajó en mi pierna. Salvo eso y el roce del cinturón, no tengo nada más. Tú, por el contrario, tienes una herida en el rostro, aunque no sé la gravedad, un estúpido vendaje no me deja verlo.

     —Y aun así no te quedaste quieto donde estabas, tenías que caminar hasta aquí.

    —Estoy bien Nyx, he tenido heridas peores. 

    —Me importa un carajo eso en estos momentos. Tienes que poner ese pie en alto por el amor de dios.

    —No me voy a ir a ningún otro lado.

    —Eres cabezón. —protesto.

    —Puede ser, pero gracias a esa cabezonería estás tú conmigo hoy.

    —Anja, muy romántico todo. Acuéstate aquí conmigo Romeo, que a esta Julieta le falta mucha guerra por dar todavía y tú tienes que estar ahí a mi lado. —palmeo la cama a mi lado.

    —Vez, eres una mujer inteligente y luchadora. Por eso me enamoré de ti —dice, mientras acata mi orden y se recuesta a mi lado, poniendo en alto la pierna herida.

    —Lo que tú digas.

   —Llame a Jake apenas me atendieron —comenta al cabo de varios minutos en silencio.

  —Necesitamos saber quién fue el hijo de perra que…

   —Fue Kevin —interrumpo adelantándome.

   —¿Estás segura? —cuestiona.

   —Completamente. Era él quien conducía el auto. Lo pude ver claramente por el espejo retrovisor.

   —No usaba vidrios polarizados, entonces —razona —. Puede ser un error, un impulso. Pero la persona que está detrás de todo lo que te está pasando, es de todo menos impulsiva.

Indeleble/ Melodías del Alma Libro I  #pgp2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora