Concierto

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Tres días han pasado ya. Tres días desde la última vez que vi a Max, desde la última vez que escuché su voz. Y lo hecho tanto de menos que duele. No me he permitido pensar en lo que pasó. Me he concentrado en mi trabajo y, en mi escaso tiempo libre mis amigas se han hecho cargo de la situación. Desde karaokes hasta noches de cine de terror. Se han inventado excusas para mantenerme entretenida y se los agradezco. Pensar solo abriría la herida y ahora solo necesito enfocarme en mi carrera. Al final, el tiempo todo lo sana, o eso quiero pensar. Solo espero que esté vacío en el pecho, que siento cuando estoy sola en mi habitación, intentando dormir; llegue a su fin.

  Hoy es el último día en el que me puedo relajar, porque a partir de mañana todo será un ir y venir. Mi agenda está tan repleta que no sé si tendré un minuto para respirar tranquila en los próximos seis meses. Desde el lanzamiento del nuevo disco y una gira por toda Latinoamérica, hasta hacer el doblaje de un personaje animado de la próxima película de Disney. Eso sin contar queme invitaron a presentar unos premios, pero ni idea de que son.

  Mañana es el concierto en apoyo a una ONG que ayuda a las mujeres víctimas de violencia de género. La mejor oportunidad para retomar mi carrera justo donde la dejé tras mi descanso de varios meses. 

  Así que aquí estoy, cocinando un rico postre, mi botella de agua con miel y jengibre lo más cerca posible y unos cascos cubriendo mis oídos, reproduciendo en orden las canciones que cantaré mañana. Esta rutina me ayuda a enfocarme y prepararme. Sé que otros artistas tienen las suyas, algunas más extrañas o más estrictas que otras, la mía es cocina, mucha hidratación, yoga y dormir de ocho a diez horas. Eso sin olvidar que hablo bastante poco en el día, mis cuerdas vocales son mi instrumento de trabajo, por lo que las cuido, puede que un poquitín demasiado.

    —¿Qué haces? —pregunta Ayla a mi espalda, quitándome uno de los cascos y sobresaltándome.

   —Joder —me quejo, terminándomelos de quitar y poniéndolos en la esquina de la encimera.

   —Perdón —Suelta una risita y ahí es cuando sé que no lo siente en absoluto. —¿Qué estás haciendo?

   —Donas —respondo y sigo con mi tarea de amasar.

  —Yo quiero

   —No debería darte nada por haberme asustado.

  —Oh, vamos no seas tan sensible. ¿Tienes ya preparado el glaseado?

  —No, aún no.

  —Bueno, para que veas que soy una buena persona yo misma lo voy a hacer.

  —Vaya, que amble de tu parte —El sarcasmo destila de mi voz y ella lo nota, pero lo ignora poniéndose en la labor de buscar los ingredientes.

   En silencio termino de hacer las donas, las paso por aceite y luego las pongo a enfriar, para después glasearlas. Me encanta la repostería, cuando era niña nos turnábamos para ayudar a mamá con la dulcería. Ayla era quien más veces frecuentaba el local, era una fanática de los dulces, todos le gustaban. En esa época tenía varias libritas de más y nuestros compañeros se burlaban de ella, por lo que la cocina de mamá era su escondite, su lugar seguro. Ahí no importaba su peso, su físico o de quien era hija, lo único importante eran los deliciosos dulces que nos zampábamos más tarde.

   Cuando terminamos nos sentamos junto a la piscina con la bandeja llena de deliciosas donas con brillantes colores, en una mesita en el medio de las dos. Maxi acostado ante nosotras con la pansa para arriba y sus patas abiertas, cogiendo sol en sus partes perrunas.

  —Ese perro es un descarado —comenta Ayla con una sonrisa.

   —Definitivamente, por cierto ¿Iras al lanzamiento del disco? —pregunto tomando una rosquilla con glaseado de chocolate.

Indeleble/ Melodías del Alma Libro I  #pgp2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora