Diciendole adiós al cliché

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Ver a Max, sentarse junto a Kaan hace que desee estos momentos el resto de mi vida. Verlo interactuar con nuestros hijos, jugado, o simplemente estar ahí escuchando las historias que se inventan, hace que me cuestione demasiadas cosas. Pero algo que tengo claro es que Max siempre va a estar en mi presente y futuro.

  Desgraciadamente, el tiempo en el orfanato se agota, por lo que juntos salimos en dirección a mi casa. Sé que debemos hablar, poner todas las cartas sobre la mesa, pero entre tanto escuchamos música en la radio mientras cada uno se encuentra sumido en sus propios pensamientos.

  De repente el auto se detiene, la radio se apaga y las luces del tablero también.

   —¡Mierda!

  —¿Qué pasa?

  —No lo sé, dame un minuto —Se apea y camina hasta el frente para luego levantar el capó y perderse de mi vista tras él. —Intenta encenderlo —grita.

Desabrocho mi cinturón y cambio de asiento, para luego girar la llave en el contacto, pero aunque hace el intento de arrancar, no lo logra.

  Max baja el capó y regresa a mi lado apoyándose en la puerta que antes había dejado abierta.

  —Creo que puede ser la batería, aunque no estoy seguro. Voy a llamar a Jake para que nos ayude con eso.

  —¿Él sabe algo de autos? —pregunto confundida —¿No sería mejor llamar a una grúa o algo?

   —Jake sabe y sí, sería mejor, pero estamos en el medio de la nada nena, cuando lleguen quizás ya haya anochecido, además de que no quiero que el chófer te reconozca y luego salgas en las portadas de las revistas mañana —explica

  —No me molesta que sepan que estoy contigo.

   —Lo sé, pero mientras más protejamos nuestra privacidad, menos riesgos corres, no quiero que alguien te vuelva a dañar.

  —Está bien —respondo, sabiendo que aún tenemos una conversación pendiente.

  Max saca su teléfono y le marca a su amigo, alejándose un poco. Yo, por mi parte, decido estirar un poco las piernas.

  —Jake estará aquí en media hora. Al parecer está bajándole la borrachera a Ayla —informa acercándose.

  —Tampoco es que ella haya tomado mucho, Emma tomó más —Justifico —Como sea, es bueno que tengamos unos minutos a solas. Necesitamos hablar.

  —¿De qué o qué?

  —¿Te vas a disculpar o no de la semana que me hiciste pasar? Además de que también deberías disculparte por coquetear con otra mujer.

  —Yo no he coqueteado con otra mujer —protesta.

  —¿Ah no? Y la señora que estaba ahí cuando yo llegué ¿Qué estaban haciendo? ¿Hablando del clima?

 
—Bueno, ella estaba coqueteando, yo no, yo estaba tratando de ahogar mis penas en alcohol, ya que mi novia no se decidía a intervenir.

  —Genial, ahora la culpa la tengo yo… Como sea, estoy esperando tus disculpas —digo cruzándome de brazos.

  —Bien, pues si en esa estamos yo también espero unas disculpas por tu parte.

—¡No voy a pedir perdón por ser una gran estratega! —exclamo indignada.

—Gran estratega, ja. Lo que eres es una loca temeraria a la que le gusta robar las sábanas en la madrugada.

  —Pues si te molesta que te robe la sábana, duerme en tu propia cama.

Indeleble/ Melodías del Alma Libro I  #pgp2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora