Capricho.

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Me enamoré de unos ojos tristes
Y de un rostro apenado;
Sentí la sensación de provocar
Aquella extraña y quejumbrosa
Levitación cuando algo nos conmueve.

Dejándole dolerse de sus temores
Y su aparatosa pero muy risueña
Manera de acostumbrarse
A desvelarse ante el amor.

Un amor que puramente
Empujé para contraerlo;
Para acercarlo y tenerlo...

Pero que estrepitosamente
También empujé al abismo.
Haciendo que cada palabra
Y cada momento vivido;
Se fueran consumiendo en el eco...

¿Por qué es tan difícil abogar el alma?

Abogar en este río caudaloso
Y clandestino del amor;
Abogar en este río de enfermedades,
De confusiones,
Más aquello intenso que ahogué
En sus profundidades.

Y aún así me enamoré de unos labios
Pequeños,
De ese pelo alborotado que llegaba a su cadera,
Me enamoré de una clásica y apoteósica
Sonrisa,
De aquellos nervios que espantan
Cuando hay encuentros,
Que estrujan cuando besas y acaricias,
De aquellos sentimientos que expresas
Cuando hacés el amor,
Cuando te entregas,
Cuando acumulas ansias y ganas de
Abrir el placer y quejarse solo
De los gemidos producidos
Por el dolor delicioso de un orgasmo intenso.

Aún así me enamoré sigilosamente
De alguien a quien depuré
Tiernamente al recitar le poemas,
Y cuando todo ocupada el pedestal,
Comencé a alejarme del orgullo. 
Más de aquello que debí preguntar
Primero para no abandonar de un
Instante a otro.

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