Del amor a la muerte

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En el jardín de la vida, entre rosas y espinas,
Andamos tú y yo, queriendo en la penumbra,
sabedores de que el tiempo como el viento, inclina,
hacia la meta incierta que la muerte deslumbra.

En cada beso robado, en cada abrazo ardiente,
sentimos el murmullo de la sombra en nuestra piel,
sabedores de que la muerte, eterna y paciente,
aguarda en la distancia, como un siniestro laurel.

Pero en nuestro amor florece una luz inmortal,
que enfrenta al destino y a su oscura certeza,
un lazo que trasciende lo efímero y trivial,
y nos eleva a un reino más allá de la tristeza.

Aunque la muerte aceche como sombra en la noche,
nuestro amor perdurará como estrella en el cielo,
un fuego eterno que en el alma se derroche,
y nos guíe en el camino hacia lo eterno y lo bello.

Así, en el umbral de la vida y la muerte,
nos entregamos sin miedo al amor y su esplendor,
sabiendo que en nuestro amor, fuerte y fuente,
hallaremos la eternidad en cada latido y fervor.

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