Capítulo 3

126 14 1
                                    



ELIJAH


Me apresuro a alejarme del despacho, cada paso dado bajo el recupero del rígido control que siempre había sido parte de mí. He permitido que mis emociones iracundas salieran a flote, sintiéndome expuesto ante mí mayor enemigo, pero no lo haré de nuevo, no permitiré la fractura de mi control.

—Maldita sea. —maldigo.

Maximiliano no responde más que intento contactar con él por teléfono. Debo largarme de aquí. Buscaré un abogado que pueda ayudarme a encontrar la anomalía de toda la situación que me encuentro. Cuando llego a la entrada principal, tres hombres están de pie en fila, con la cabeza inclinada en señal de respeto, pero no hacía mí.

—Apártense. —ordeno, pero ninguno se mueve de sus lugares—. He dicho que se aparten de la puerta.

Me arde la nuca. Sentí su fuerte presencia detrás de mí incluso antes de oír su voz.

—No te escucharán.

Giro sobre mis talones y encuentro su mirada grisácea.

—Diles que se alejen de la puerta. —le digo.

—Me temo que eso es imposible. —me responde.

¿Ah?

Parpadeo.

—¿Disculpa? ¿Por qué es eso? —me atrevo a preguntar. Cruzo los brazos sobre mi pecho y frunzo el ceño.

Se movió hacia mí, sus pasos metódicos, controlados, estudiándome con atención con ojos grises. Ya conocía sus métodos de actuar. Él lo utilizó desde niños para lograr sus cometidos. Me mantuve en mi lugar, sin retroceder, sosteniendo su mirada neutral, a pesar de sentir un escalofrío por mi cuerpo. Cuando se detuvo frente a mí, mi estómago se retorció de tensión.

—Bueno, es muy sencillo. —la sonrisa vuelve a la cara de Thaddeus, sus labios se separan para mostrar unos dientes blancos y brillantes—. No daré la orden porque no saldrás de mi propiedad, Elijah.

—Esto debe ser una broma. Dile a los guardias que me dejen pasar o de lo contrario ellos saldrán lastimados.

—No es una broma. No vas a ir a ninguna parte. —vuelve a decir. 

—No puedes impedirlo. No eres absolutamente nadie para decirme lo que hago o dejo de hacer.

—Soy el dueño. 

Lo dice como si fuera suficiente.

—¡Ja! Eso ni te lo crees tú mismo. Pero no te preocupes, yo haré que pronto te saquen de aquí por tus mentiras —mis labios se curvaron mientras negaba con la cabeza, volviéndome para irme antes de que él pudiera decir nada. Aún no sé cómo haré para eliminarlo y sacarlo de mis territorios. Estoy sencillamente pensando en recurrir al único hombre que no soporto en la vida, Matteo Salvatierra, mi abuelo.

—¡No te irás! —ordenó Thaddeus con voz dura y fría.

Me puse rígido ante su tono y me di la vuelta. Levanté la ceja, incapaz de creer que me había alzado la voz.

—Oh, crees que acepto órdenes. Te equivocas, perro. No lo hago. —gruño con enfado.

Moviéndose, se apoderó de mi espacio personal. Me ha atrapado con la guardia baja. Agarra mi brazo y da un tirón con bastante fuerza. Mis piernas se tambalean, tropiezo con mis propios pies y caigo en sus brazos. La incomodidad se extendió por mi cuerpo y mis ojos se abren amplios al sentir su contacto que por muchos años rehuí.

Debajo De La Carne Y HuesoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora