Capítulo 8

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ELIJAH



Mi rostro permanece oculto en la curva de su cuello y me embriago con el olor de su piel. Mis dedos temblorosos se aferran a su camisa manchada de sangre. Busco en él la calma de mis temores, a pesar de lo contradictorio que es. He sido atrapada. Volveré a estar reducida en un espacio pequeño y no tendré otra oportunidad de escapar. Él me lleva en sus brazos a un lugar desconocido, pero ahora mismo nada no me interesa, y me asusta mucho, me asusta lo poco que me importa.

—Elijah, vida mía—susurra y mis párpados cerrados revolotean al sentir su aliento cálido—, necesito un último esfuerzo de tu parte. Levanta tu cabecita y mírame.

Intento abrir los ojos, pero no puedo. Estoy demasiado cansada.

—Mírame —repite. No existe la severidad en su tono insistente. Levanto un la cabeza y abro los ojos patéticamente y le miro a los suyo—. Eso es...muy bien. Hola, vida mía, ¿Me ayudarías? Quiero que abras la puerta por mí, la llave cuelga de mi cuello. ¿Podrás hacerlo? Yo lo haría, pero no quiero arriesgarme a soltarte y que tus pies tomen más frío de lo que ya lo han hecho.

Lo miré primero antes de ver a mi alrededor. No estamos de regreso. Es un lugar diferente. A pesar de que mis ojos no visualizan mucho, mis oídos captan a lo lejos lo que vendría siendo una cascada cayendo y golpeando contra las rocas.

Vida mía. —murmura.

Mi vista va hacia su cuello.

Hay gritos en mi mente exigiendo ser escuchados, pero decido ignorarlos, estoy cansada, lo único que quiero es caer y cerrar los ojos.

Tomé la llave de su cuello y la inserté en la cerradura. Thaddeus usó el hombro para abrirla y me depositó en una cama pegada a la pared. Se arrodilla delante de mí, sus manos revisan cada centímetro de mí asegurándose la ausencia de heridas graves y limpiando las pequeñas, y repite una y otra vez el enojo que siente. Dice otras cosas, pero apenas lo escucho, y no me atrevo a hablar, me quedo quieta mientras lo dejo limpiarme la suciedad del cabello y las piernas.

Me recuesta en la cama, agarra la única manta y me lo echa por encima. Pasa su mano por mi mejilla, tiene precaución de no asustarme si usa demasiada fuerza. Los temblores recorren mi cuerpo, y sin ninguna razón para pretender ser fuerte, me acurruco sobre mi costado.

El teléfono de Thaddeus suena.

Él lo saca del bolsillo de su pantalón y mira la pantalla.

—Iré a contestar esto afuera —dice—. Cierra los ojos y duerme un poco. Todavía falta para que amanezca. Volveré dentro de unos minutos.

Se da la vuelta.

Mi mano sale disparada debajo de la manta y se apodera de su camisa. Thaddeus parpadea varías veces. Lo he tomado con la guardia baja.

Lo agarré con aprensión.

No.

Me duele la garganta para hablar.

—Necesito contestar la llamada. —dice.

Aprieto todavía más. Me siento confundida. Estoy dividida entre permitir verlo marchar y el autodesprecio de quererlo tener cerca de mí.

—Lo que hablaré no es apto para tus oídos. Será por un momento —le quiero decir que he vivido como un hombre gran parte de mi vida así que nada me sorprende. Thaddeus alcanza mi mano, llevándola a sus labios y presiona un suave beso en mis nudillos—. ¿Te sentirás mejor si dejo la puerta entreabierta para que me veas?

Debajo De La Carne Y HuesoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora