Capítulo 9

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ELIJAH



9 Años

Rojo.

Rojo como las telas de los gigantes ventanales del comedor.

Rojo como los pétalos de las flores que cubren la mansión.

Rojo como la sangre brotando de tu dedo al picarte con la espina de una rosa.

Rojo como el labial que cubre sus labios.

Escondido, observo con admiración a mi madre mientras se prepara para la cena de esta noche. Papá había invitado al abuelo a cenar junto con otras personas importantes por lo que todos en la mansión estaban trabajando duro para causar una buena impresión. Mi papel de esta noche consistía en no ensuciar mi atuendo y comportarme bien en la mesa, y eso quería decir no interrumpir cuando los mayores hablan.

Ahora mismo me estaba dirigiendo a la biblioteca a la espera de los invitados, pero al ver la puerta de la habitación de mis padres abierta y mi madre arreglándose frente al tocador, decidí esperar un poquito. Quería mostrarle mi nuevo traje formal azul marino con un lazo en el cuello y los mocasines de cuero.

Madre nunca había sido una mujer afectiva. Son contados con los dedos de las manos las veces en las cuales ella me tocó amorosamente sin ser obligada por un fotógrafo de una revista reconocida o una cena con un posible socio de mi padre. Nunca he disfrutado el contacto amoroso de una madre, la voz melodiosa al contarte un cuento antes de dormir o la preparación de ricas galletas de chocolate. Mi padre me pidió no sentirme rechazado por la falta de afecto porque debía entender que ella me amaba a su manera.

Sin embargo, nada evitó que envidiara el cariño que la cocinera le brindaba a su hijo.

—Elijah.

La voz de mi madre me saca de mis pensamientos. Abrí los ojos, asustado. ¿Hice mucho ruido? Lo último que deseaba era perturbar su tranquilidad.

—Sé que estás ahí, hijo mío. Ven a mí.

Me atrapó.

Me siento indeciso de salir. Ella nunca me ha permitido entrar en la habitación. Una vez lo intenté y eso me llevó a recibir una tremenda reprimenda por tocar sus joyas sin su permiso. Tras el incidente ya no volví a intentar entrar a su cuarto, sin embargo, en cada oportunidad presentada cuando alguna sirvienta dejaba la puerta entreabierta aprovechaba de ver a mi madre maquillarse o peinarse el cabello largo

Lentamente salgo de mi escondite.

En el reflejo del espejo, ella sonríe cuando ve que no me acerco.

—Puedes venir, Elijah. No tengas miedo de mamá.

Verla aguardando por mí me da la valentía de dar el primer paso. Teniéndola cerca, el aroma de su perfume me funde en calidez y añoranza. Son muy pocas veces donde mi madre me ha abrazado por voluntad propia.

—¿Te gusta? ¿Quieres probarlo? —Me pregunta con voz acompasada. Se refiere al labial. Sorprendido por la situación, parpadeo varias veces. Me invadió la emoción de compartir algo con ella.

Asentí con la cabeza.

Ella me tomó del mentón y deslizó el labial por mis pequeños labios, tiñendo en color carmesí. Es incómodo, pero no digo nada en absoluto. La emoción de tenerla cerca me hace soportarlo.

Debajo De La Carne Y HuesoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora