ELIJAH
8 años de edad.
¡Bruuuuuunnn!
El sonido de un trueno se escucha a lo lejos. La lámpara a mi lado deja su luz por unos segundos antes de iluminar otra vez y mi corazón lo acompaña, mi latido se detiene para después volver a su estado normal. Enderezando el cuerpo, me siento en la cama con la espalda apoyada en el respaldo acolchado y las rodillas contra el pecho. Las envuelvo con los brazos y me quedo quieto con la vista puesta en la ventana donde se ve claramente los terribles truenos junto con la lluvia torrencial.
Noches así era lo que odiaba del invierno en Verena.
Tres golpes vienen de la puerta de mi habitación.
—Señorito, Elijah.
Ocultando rápidamente las manos bajo las mantas, digo: —¡Adelante!
Nuestra dama de llaves, Inés, entra con una pequeña bandeja que deja en la mesita de noche junto a mi cama. Es un vaso de leche con galletas.
—Creí que estaría despierto por lo que le traje algo para que pueda conciliar el sueño.
Una pequeña sonrisa curvó mis labios.
—Gracias, es usted muy amable.
—De nada, señorito Elijah. Su padre me habló de lo mucho que odia los días torrenciales y me pidió acompañarlo esta noche.
Se me apretó el pecho. Padre no estaba en la mansión. Han pasado días desde que tuvo que irse por cuestiones de trabajo, a causa de un nuevo proyecto, un hotel en el centro de la ciudad de Verena.
Miré a la ama de llaves. ¿En serio podrías quedarte hasta que me duerma? ¿Podrías detener los truenos para que no les tema más?
—No, no es necesario —me obligué a decir. —Usted debe estar muy cansada a causa de la velada de mi madre y sus conocidos, no puedo pedirle que se quede conmigo solo porque odio el clima. Con lo que me ha traído es suficiente.
—¿Seguro? ¿No quiere que llame a su madre o a su abuelo?
Sacudí la cabeza, enérgico.
No, claro que no. Mi madre odiaba ser molestada por tonterías, ya lo había intentado, y mi abuelo Matteo se enfadaría conmigo por no ser lo suficiente hombre. Mi padre era el único que no me trataba con desdén por temerle a los truenos.
—No, gracias. Eso es todo... —Mi voz va decayendo cuando no puedo retener lo inevitable, la mujer deberá irse.
—De acuerdo, como usted lo desee —Asintió la mujer—. Entonces, si no me necesita para nada más, lo dejaré para que descanse tranquilo
Ella se vuelve hacia la puerta.
¡Bruuuuuunnn!
—¡Señora Inés! —chillo.
Ella abre los ojos amplios ante mi grito.
—¿Sí?
Oculto la desesperación aclarando la garganta.
—Creo que si necesito que haga algo por mí al final —Mis pies se mueven debajo de las mantas—. Podría decirle a Wybie que venga a mi habitación.
Mi petición no fue bien recibida porque la veo bajar la cabeza y apretar la bandeja de plata contra su pecho con un poco de fuerza.
La noto cohibida cuando me responde: —¿Señorito, Elijah, no quiere mejor que yo me quede hacerle compañía?
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Debajo De La Carne Y Hueso
Roman d'amourEsto va más allá de lo que había imaginado. En un solo momento todo se volvió en mi contra. Recibí la noticia que mi padre habia fallecido hace días atrás y mediante un mensaje de texto me estaban invitando a asistir a su funeral. Solo era un día pa...