Capítulo 5

165 16 10
                                    



ELIJAH



Estoy con los ojos abiertos mucho antes de que los rayos del sol se asomen por primera vez a través de la ventana. Mis párpados decaen en la ensoñación por unos segundos, pero me niego a conciliar el sueño, permanecí contemplando el amanecer en silencio y completamente quieto acostado boca abajo sobre las mantas y almohadas de la cama. A pesar de que mi cuerpo exige descanso, mi mente trabaja para buscarle respuesta a muchas incógnitas. ¿Cómo logró que mi padre me traicionara? ¿Cuánto tiempo piensa tenerme  encerrado aquí? ¿Qué demonios estamos haciendo? No sé la respuesta a ninguna de esas cosas. Eventualmente, mi cabeza comienza a dolerme, así que cierro los ojos por unos segundos...

Algún tiempo después, me despiertan tres golpes en la puerta. Me deslizo hasta la parte superior de la cama, ignorando el humillante ardor en las mejillas del trasero. No voy a negar que no siento intranquilidad por tener que enfrentarme a Thaddeus otra vez. Todavía sigo sufriendo los estragos de la humillación de anoche. Después de su ida, me quedé en la mesa por un buen rato viendo el charco de crema de calabaza en el suelo y no fue hasta cuando pude moverme sin sentir las piernas doblarse que me subí los pantalones, caminé a la cama y me recosté en ella sobre mi estómago.
Hoy he decidido no caer en sus provocaciones.

Vuelven a tocar en la puerta.

Fruncí el ceño. Thaddeus nunca ha pedido permiso para entrar ni siquiera cuando era mi sombra años atrás. ¿Por qué tan repentino comportamiento civilizado?

—Adelante. —levanté la voz y aguardo a que abran la puerta.

Definitivamente no es él quien entra en la cabaña, sino una mujer que supongo es empleada de Thaddeus. La reconozco de inmediato por sus cabellos rubios...¿Cómo es el nombre? Ah. Caterina.

La mujer desliza una bandeja de comida a través de la puerta.

—Caterina. —digo su nombre cuando ella retrocede para irse.

Caterina se paraliza.

—¿Sí, señor? —Su voz es insegura y dócil.

Me levanto de la cama y me aproximo hacia ella. Está temblando mientras mantiene la cabeza gacha y las manos cruzadas delante.

—Levanta la cabeza. —digo en un tono suave para no asustarla. —No me agrada hablar con alguien que no me mira a los ojos.

Ella tiembla, pero a pesar de eso, obedece.
Si antes la consideré agradable a la vista, cuando por fin levanta la cabeza, la inocencia en su rostro y sus ojos mirándome amedentrados no hace más que embellecerla. ¡Por Dios! Es guapa. Esta chica debe de tener a hombres sucumbidos por su belleza. ¿Cómo es posible que Gabriela no haya mandado a alguien a sacarle el corazón? Mi progenitora no soporta que alguien sea más hermosa que ella.

—Eso es. Ves que no es tan difícil. Si no me hubieras hecho caso me habría perdido de lo bella que eres. —Sonrío para dar confianza y Caterina no me decepciona cuando su expresión brilla de emoción. —¿Qué es lo que me tienes aquí?

Recojo la bandeja y la dejo en la mesa.

—Es su desayuno, mi señor. —Caterina se acerca a mi lado y levanta la tapa de la bandeja.

—Y al parecer es mi favorito. —le digo observando los alimentos.

Caterina curvó sus labios con una pequeña sonrisa dulce.

—Usted tiene razón, mi señor. Se nos dio la intrusión de prepararle sus alimentos preferidos para que la estancia en los terrenos de los Salvatierra...—contesta. Mi ánimo se marchita. Caterina se da cuenta porque las manos arrugan su delantal blanco y mira a su alrededor con nerviosismo antes de terminar lo que estaba por decir. —...sea más cómoda.

Debajo De La Carne Y HuesoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora