ELIJAH
Esto es tan extraño. Una ropa acorde a tu género es una sensación totalmente extraña para mí. Todo me resulta incómodo, incluso el tacto de mi propio cuerpo cuando mis manos vagaron por mi piel, ya con una perspectiva distinta. Mis pechos se sienten pesados y demasiado libres, y me siento terriblemente expuesta, ya que sobresalen como picos en este ridículo vestido que llevo puesto. ¿Qué demonios es esto? Nunca me pondría algo así. ¿O sí? ¿Este sería un estilo de guardarropa escogido si desde un inicio fuese vista como mujer? Suspiro. Ya comienzo a extrañar la protección de mi trajes oscuros y la presión de la corbata en mi cuello.
Levanto la cabeza y mis ojos se fijaron en el reflejo del espejo. Si observas con atención parezco una versión joven de Gabriela. Cuerpo delgado y cutis pálido marfil, con ojos de tonalidades de ébano y labios gruesos. Lo único que me diferencia de Gabriela es la falta de maquillaje en la cara y lo corto de mis cabellos oscuros, pero si continúo aquí prontamente mi cabello crecerá, y desde ahí, seremos vista como dos gotas de agua.
En mi mente un pensamiento surgió sin ser bienvenida.
Anoche lo sentí y también ví la reacción de su cuerpo cuando me vió desnuda. Fue incómodo, resultó extraño porque Thaddeus nunca ha demostrado tal reacción por mí antes, y eso que él descubrió el secreto de mi cuerpo cuando tenía trece años y desde entonces me ha visto desnuda en diversas ocasiones.
Acaso él...
—¿Él ve a Gabriela en mí?
Thaddeus nunca lo insinuó, dejó claro su pensamiento cuando estábamos acostados en la cama anoche, pero pensar que se trate de una mentira...sólo de pensarlo me inquieta y asquea.
Aprieto la mandíbula. De repente quiero arrancarme el vestido.
Cierro los ojos y respiro profundo.
—Ya basta, Elijah. —me digo a mi misma con palmaditas en las mejillas.
Con otro aire profundo en los pulmones, abro los ojos, y voy a sentarme a la mesa. Otra vez son mis favoritos acompañados con una taza de café caliente y un vaso de jugo natural. Mis manos toman los cubiertos puestos sobre la servilleta de tela y comienzo a devorar el desayuno dejado por Sebastián. Un gemido de satisfacción sale de mi boca cuando mi paladar se envuelve de sabores luego de días sin ingerir alimentos. Estoy comiendo no por obedecer las órdenes de Thaddeus sino que lo hago simplemente por mí. He aprendido mi elección. Sí tengo que luchar debo estar al menos bien alimentada para tener fuerzas.
Un sonido irrumpió el silencio de la cabaña.
Mi cabeza giró y mi mirada se dirigió más allá de lo que me permitía el frondoso bosque. Eran campanadas. Estoy segura. El ruido que estremeció mi corazón y elevó los vellos de mi cuerpo eran provenientes de una iglesia. Campanas que anuncian el inicio de la misa dominical. ¡Dios! ¿Por qué no las había escuchado antes? En mi memoria indagué cuál era la iglesia que teníamos cerca de la mansión Escarlata. ¿Cuál? Así podría conseguir una orientación de donde me ha traído Thaddeus.
—Piensa, piensa, Elijah —murmuré, poniéndome de pie y avanzando hacia la ventana. Entonces, mis labios se entreabrieron en un jadeo minúsculo al tener la respuesta—. La iglesia de Santa Trinidad.
Pero es extraño. La iglesia ha estado abandonada hace muchos años, se veía improbable reconstruirla después del incendio que lo devoró. La denominaron un espacio maldito. Las campanadas resuenan una vez más para después detenerse finalmente. Su último campaneo es acompañado con el ruido de la llave introduciéndose y el mayordomo de Thaddeus ingresando.
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Debajo De La Carne Y Hueso
RomanceEsto va más allá de lo que había imaginado. En un solo momento todo se volvió en mi contra. Recibí la noticia que mi padre habia fallecido hace días atrás y mediante un mensaje de texto me estaban invitando a asistir a su funeral. Solo era un día pa...