Capítulo 11

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Al llegar, llegaron un par de vehículos armados y protegidos, intenté que me dejaran pasar por las buenas, tal vez aún había un poco de consideración para ellos, pero, no fué así, intentaron dispararme de nuevo. Si así lo quieren, entonces, con todas mis fuerzas, usé ambas patas y las puse sobre los vehículos, éstos colapsaron en cuestion de segundos debajo de mis patas, se sentía un poco... mal... me senté un par de minutos a pensar, tal vez no todos debían morir, ellos no tenían la culpa, sólo estaban haciendo lo que debían hacer, por lo que, me arrepentí, hasta que el resto de la ciudad vino hacia mí e intentaron prenderme fuego. Entonces, la decisión estaba tomada, todos debían morir, sin importar qué.

Y así, comencé, humanos, vehículos, edificios, ninguno de ellos pudo resistirse a mí, muchos intentaron detenerme, pero, por cada pesona que lo intentó, añadía una mancha roja a las almohadillas de mis patas. Y así, continuó, hasta que mis almohadillas se tiñieron de un rojo carmín tan lindo que jamás había visto bajo la luz del sol. Un segundo... ¿qué?

Continuando, destruyendo, derrumbando, comiendo, no dejé nada, ellos quisieron deshacerse de mí, yo haría lo mismo.

Disfruté un poco más torturando al padre de mi ex dueño, sin presionarlo bajo mi pata, sólo tenerlo allí, se sintió increíble, y mucho más ahora que podía escucharlo quejarse, llorar e incluso, suplicar por su vida, pero nada funcionó. A final de cuentas, incluso si te prometen que todo cambiará para mejor, no puedes confiar en ellos, sólo puedes confiar en un humano muerto. Después de aplicar un poco de presión, sus quejidos cesaron, y con ello, sólo me quedó una última casa.

Mi antigua casa.

Me acerqué tranquilamente, sabiendo que mi dueño estaría allí, en mi mente llevaba un plan, pues, él no tenía la culpa, así que, quizá podría vivir con él felizmente en algún otro lado.

Al llegar con él, me emocioné, pues, estaba devuelta con él, no sólo con quien era mi dueño, si no mi amigo y el único humano que jamás me había traicionado, pero, se sentía diferente, entendía el porqué, pero, creí que ahora todo estaría mejor.

-¿¡Te das cuenta de lo que acabas de hacer, idiota!? ¡Mataste a mis amigos, mataste a mi familia, MATASTE A MI PADRE! gritó el joven humano, quien apenas podía contener sus lágrimas e ira, y quien seguramente, de tener un arma, hubiese hecho lo mismo que su mentor.

Expliqué mi plan de vivir juntos en otro lugar, probablemente una granja en un lugar cálido, donde lluviera 1/6 del año, y que el resto, sin contar invierno, fuese caluroso, habría una enorme pradera, una montaña, y toda la paz y tranquilidad que cualquiera en el mundo pudiese pedir, pero, él no quería éso.

Me llamó un monstruo, que había distorsionado la realidad en algo que era un mundo de perfección para disfrazar mi realidad, y entonces, él saltó por la colina del patio trasero de la casa.

Y ahí, sentado al borde del patio, ví como, mi amo, o más bien dicho, el único amigo humano que jamás hizo nada en mi contra, se quitó su propia vida para no seguir viviendo con un asesino.

Proyecto 2234-ZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora