Capítulo XVIII: Separación

78 12 0
                                    

—¿Y bien? —cuestionó el padre de Sebastian cruzado de brazos— ¿vas a explicarnos por qué razón te casaste con ese jovencito?

El azabache esperaba lo peor, sabía que no se libraría del sermón de sus padres, era imposible que creyeran que se emborracho y un tonto llegó a estafarlo, para que pudiera firmar un papel pensando que estaba realizando una buena causa.

—Siempre hemos sabido que eres descuidado, pero ¿llegar a ese extremo? —dijo Elina queriendo darle una cachetada a su hijo— mira en lo que te has metido, no conoces a ese muchacho, ¿cómo aceptaste que viviera contigo? no se te ocurrió que podía aprovecharse de ti y sacarte dinero.

—¡Mamá basta!, Ciel no es así, no permitiré que digas esas cosas sobre él —exclamó Sebastian furioso.

—Solo digo la verdad, en cualquier momento aprovechará la oportunidad y se quedará con todo lo que te pertenece.

—Elina por favor. Ambos fueron unos tontos al darle su firma a un desconocido, y tanto Sebastian como ese chico no tuvieron opción al vivir juntos, así que deja de actuar como una loca —rechisto Aaron.

Sebastian veía incrédulo a su padre, el Aaron que conocía jamás diría esas palabras, de seguro la vejez le estaba pasando factura y comenzaba a tener demencia, por otro lado estaba enfadado con Claude, después se encargaría de buscarlo y darle una paliza, porque se lo merece al decírselo a sus padres, ¿qué quería lograr con eso?

—Eso ya no va a ser un problema, este fin de semana Ciel y yo firmaremos el divorcio, además ha dejado en claro que no quiere verme —dijo Sebastian con tristeza.

—A caso tú... ¿sientes algo por ese chico? —a todos les sorprendió la pregunta de Aaron— porque es muy obvio que no te odia, además venir en plena lluvia corriendo como loco a tocar tu puerta y besarte no es normal.

—Aaron ¿qué dices? —interrumpió Elina— por supuesto que Sebastian no siente nada, él sigue con su enfermiza obsesión por Matilda.

—He estado considerando en asistir a terapia por lo de Matilda —el de ojos carmín empuñó sus manos— supongo que lo necesito.

—¿Quién te convenció de hacerlo? está haciendo un buen trabajo contigo, desde que entramos noté algo diferente en ti, ¿fuiste tú Mally?

—No mamá,  de hecho fue Ciel quien lo sugirió, aunque no lo creas, ese chiquillo cambió a mi hermano, ambos se apoyaban mutuamente, no tuvieron problema en vivir juntos, los dos se trataban como familia —concluyó la azabache agarrando el hombro de Sebastian.

—Al parecer ese chico tiene algo especial —finalizó el padre de Sebastian.

La familia Michaelis siguió charlando por unas horas, habían llegado a una conclusión, Sebastian decidió que firmaría el divorcio y ya no se metería en la vida de Ciel, creyó que era lo mejor, el más joven no necesitaba a un problemático como él, tenía mucho por que vivir y algún día encontraría a alguien que lo valore como se lo merece.

****

Los días pasaron rápido, el tan ansiado fin de semana había llegado, Sebastian creyó que todo sería rápido y tranquilo en la intimidad de su casa, pero tanto sus padres como los de Ciel decidieron asistir, el abogado Arthur llegó temprano, mientras más pronto comenzaran más rápido saldría de todo este alboroto que provocó.

Ambos cónyuges se sentaron uno al lado del otro, frente al abogado, Ciel en todo el tiempo que estuvo ahí no se molestó en mirar a Sebastian, incluso el azabache notó que estaba enojado y lo entendía.

—Muy bien, para proceder al divorcio de estos jóvenes, no es necesario un convenio regulador ya que no hay niños de por medio, los bienes de cada uno son privativos y por lo tanto tampoco es necesario liquidar un régimen económico matrimonial —concluyó el señor Abberline.

—Gracias al cielo, por un momento pensé que este chico le quitaría todo a mi hijo —dijo la madre de Sebastian.

—¡Mi hijo no es ningún aprovechado señora! —exclamó con enojo Rachel.

—Señoras cálmense y dejen al abogado continuar —interrumpió Vincent, queriendo acabar con ese lazo también.

—Ahora procedo a preguntar ¿ambos están de acuerdo con disolver el matrimonio?

Hasta la pregunta era algo tonta pero Sebastian entendió que al final era trabajo del tal Arthur, así que sin vacilar respondió con un "si", los demás voltearon a ver al azulino, este suspiró y asintió ante la pregunta.

—Bien entonces por último deberán firmar esta escritura y con eso está unión habrá terminado.

Para sorpresa de todos Ciel se levantó de su asiento, tomó el bolígrafo y se apresuró a firmar, no sin antes lanzarle una mirada despectiva al abogado, al terminar se dio la vuelta y con un simple gesto con las manos se despidió de todos saliendo del apartamento, ni siquiera dejó que sus padres le dieran unas últimas palabras al azabache antes de irse.

Sebastian procedió a firmar también, entendía el comportamiento del más joven, pero hubiera querido despedirse al menos una última vez. Habiendo finalizado todo, Abberline compartió unas palabras con Sebastian, disculpándose de nuevo por el error que cometió, pero que si estaba de acuerdo con volverse a contactar para invitarlo a tomar un café y ahí le explicaría el motivo de todo el problema que causó, por supuesto que el muchacho de ojos carmín aceptó.

—¿Te encuentras bien? —cuestionó su hermana mayor dándole una palmadita en el hombro.

—No —dijo con sinceridad— creí que después de este divorcio, estaría feliz y me sentiría libre, antes soñaba poder llamar a Matilda y aclarar todo...

—Sebastian ya déjala ir, te hizo daño y sigues detrás de ella.

—Mally, ya no quiero volver con ella, quiero que hablemos para quedar en buenos términos, pero después del divorcio no creí volver a sentir este vacío en el pecho, creo que incluso se ha intensificando.

Mally sonrió divertida, su hermano era un idiota que no se daba cuenta que sentía cierto cariño por Ciel, ¿será posible que también sienta atracción por el azulino? sin duda esa corta convivencia entre ellos hizo que algo creciera dentro de su corazón.

—Quiero que me acompañes en mis terapias, trataré de hacer las cosas bien está vez —agregó cabizbajo.

—Por supuesto hermanito, cuenta conmigo.

****

Aparentemente después de varias semanas todo parecía ir normal, Sebastian seguía trabajando en el hospital, su mejor amigo Ronald seguía fastidiándolo como siempre, desde luego que ya estaba enterado de todo lo sucedido, sin embargo debía admitir que el de cabello cobrizo no era el mismo joven alegre de siempre, cuando terminó con Matilda se veía devastado pero siempre tenía al menos una sonrisa falsa en la cara, esta vez solo la utilizaba cuando veía a algún paciente, de lo contrario parecía un fantasma rondando por el edificio.

También sabía sobre las terapias que tomaba porque una vez tuvo que acompañarlo a una de sus sesiones cuando su hermana Mally no pudo asistir, conoció a su doctor llamado Agni un joven Hindú de tez morena, ojos grisáceos y cabello blanco, una persona muy amable y simpática a su parecer, eso explicaba porque Sebastian se sentía a gusto con él.

—Ronald —dio un ligero salto al escuchar su nombre— te necesitan en sala de operaciones de inmediato —dijo el azabache desde la puerta viendo que el rubio aún no había terminado de comer.

—Oh por supuesto —dijo este levantándose de su escritorio para colocarse su bata— ¿podrías guardar esto por mi? —refiriéndose a la comida sobrante.

—De acuerdo —Sebastian suspiró cansado entrando a la oficina.

—Gracias hermano, te veré luego —concluyó el joven e inmediatamente salió corriendo del lugar.

Sebastian terminó de ordenar todo y salió, ya era algo tarde y pronto su turno terminaría, por suerte la situación estaba controlada y la noche parecía que estaría un poco tranquila en cuanto a pacientes, así que los demás doctores podrían controlarlo.

—Señor Michaelis, es un gusto verlo —escuchó una voz conocida.

—Señorita Angelina, buenas noches, ¿va de salida? —preguntó ya que ella era de otra área y se encontraban muy poco por los pasillos.

—Me quedaré una hora más mientras organizo unos papeles, supongo que usted ya se va.

—Así es, buenas noches —dijo pero paró en seco, Angelina tal vez veía seguido a Ciel, ¿estaría mal preguntarle sobre él?— antes de irme yo...

—Sigue preocupándose por mi pequeño sobrino ¿verdad? —sonrió cálidamente— Ciel volvió a la escuela, después de tres meses ausente el pobre no ha tenido descanso, lo curioso es que él también a preguntado por usted.

—Yo no pude despedirme de Ciel después del divorcio.

—¿No sería mejor que ambos lo hablaran? Es muy obvio que se extrañan el uno al otro.

Aunque la doctora Durless no conocía todos los detalles supo del matrimonio accidental, si es que se le puede llamar así, su hermana Rachel se encargó de mantenerla al tanto luego de aquella vez que Ciel paró en el hospital, se negaba a creer que todo fuera cierto pero al ver la seriedad con la que su hermana hablaba del asunto, supo que no se trataba de ninguna broma, su sobrino era muy joven para estar casado sobre todo se llevó la sorpresa de estarlo con el doctor Michaelis quien conocía hace poco.

—La última vez Ciel estaba furioso conmigo —no sabia si era correcto hablar de los sentimientos que el joven tenía por él, tal vez su tía no lo sabía y solo iba a empeorar las cosas.

—Bueno, después de no verle supongo que ya se le pasó, sin embargo no entiendo por qué está furioso con usted —eso lo confirmaba, ella no tenía ni idea de los sentimientos del pequeño.

—Él, ¿no ha hablado con nadie sobre todo lo ocurrido?

—Recuerdo que Rachel me dijo hace una semana que un viejo amigo llegó a visitarlo, si no mal recuerdo se llamaba Claude, mi sobrino le contó todo e incluso se quedó a cenar con ellos, Ciel parecía feliz y aliviado de tenerlo ahí.

Sebastian apretaba los puños con rabia al escuchar el nombre de su hermano, ¿acaso no le importó la advertencia que le hizo hace tiempo? imaginaba que en ese momento el otro azabache estaba riéndose de él al ver que ambos ya no eran cercanos.

—Mañana iré a visitar a mi hermana, ¿quiere decirle algo a Ciel de su parte?

Una extraña confusión de apoderó del joven, ¿por qué debía enojarse? si, su hermano era un idiota sin cerebro pero, ¿en qué afecta su relación con Ciel? recuerda que el azulino habló una vez sobre como se conocieron, eso explicaba porque eran amigos y el porque los padres de Ciel se sienten tan cómodos con su hermano.

Todo eso le llevó a pensar en que si no fuera por esa tontería de haber ido al bar aquel día, nunca se hubieran conocido, cada quien tendría un rumbo diferente al de ahora, sin embargo hay algo que el doctor Agni mencionó en una de sus sesiones, y es que la compañía del muchacho de cabello azulino le ayudó a aliviar un poco esos síntomas de estrés e insomnio que tenía, incluida esa obsesión mal sana de enviarle mensajes y hacerle llamadas a Matilda muy constante, cuando vivían juntos se preocupaba más por el chico y su comodidad, al principio fue por mera responsabilidad, pero ese pensamiento fue cambiando con el tiempo, inclusive su actitud mejoró, esto dicho por su hermana y sus padres.

Fue gracias a Ciel que pudo darse cuenta que esa obsesión a su ex no era sana y necesitaba ayuda, ahora era tiempo de dejar que el pequeño también fuera feliz, no se podía permitir atormentarlo más, dejaría que las cosas se calmaran un poco y tal vez más adelante pueda disculparse correctamente.

—No se preocupe, hablaré con Ciel cuando sea el momento indicado —respondió cortés— es hora de que me vaya, regrese con cuidado a casa doctora.

Sebastian tomó sus cosas y salió del hospital lanzando un largo suspiro, no sabía por qué pero algo dentro de él le decía que confiara en que todo iba a estar bien, o así pensaba antes de no recordar en donde había dejado las llaves del auto, tal vez pudo dejarlas en la oficina, aunque era imposible.

—Buenas noches, creo que esto es suyo doc. —dijo alguien a sus espaldas.

–Matilda —susurró desconcertado, era algo tarde para que estuviera rondando por el hospital como si nada— ¿qué haces aquí? 

—Es la primera vez que no actúas raro al verme —sonrió la chica jugando con las llaves en la mano— la última vez que nos vimos nada salió bien para ambos, así que quiero invitarte a cenar y hablar contigo, ¿aceptas?

—Bien, entonces aclaremos todo hoy —el azabache no lo pensó dos veces al hablar, mentiría si dijera que no estaba ansioso por saber que tenía la chica por decir.

Matilda se asombró al escucharlo, está vez el muchacho se veía seguro de sí mismo, Sebastian parecía otra persona, sin duda algo bueno había pasado en su vida como para tener ese cambio.

Forelsket [SebaCiel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora