Se encontraba fuera del hospital, eran las nueve de la mañana suponía que él ya se encontraba laborando, con nerviosismo entró dirigiéndose a recepción a paso lento, ni siquiera sabía cómo reaccionar al verlo, se sentía avergonzada pero sobre todo arrepentida, estaba preparándose mentalmente para escuchar como el azabache le gritaría o tal vez ni siquiera aceptaría verle.
—Buenos días, busco al doctor Michaelis —pronunció con la voz temblorosa a la enfermera.
—Discúlpeme señorita pero el doctor Michaelis terminó su turno hoy a las siete de la mañana —respondió viendo su computador.
—Debe haber un error, recuerdo que él trabajaba en la mañana —insistió.
—Esta semana estará en el turno nocturno, si desea verlo puede venir después de las siete, o si es urgente consultar con otros de nuestros doctores —la enfermera sonrió, esperando la respuesta de la chica.
—No, esta bien, gracias señorita —agradeció dándose la vuelta para salir con prisa del hospital. Buscó el auto en donde venía, pronto apareció junto con su acompañante, Matilda le indicó la dirección del azabache, pero antes pasarían a algún lugar a desayunar.
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Sebastian estaba sorprendido por ver al azulino despierto cuando llegó al apartamento, se encontraba en la encimera comiendo cereal mientras leía la caja con detenimiento, sonrió al verlo tan concentrado en lo que estaba haciendo.
—¿Qué haces despierto a esta hora? —cuestionó. El menor dio un pequeño salto al escuchar su voz.
—Alois me llamó esta mañana, saldré con él —dijo sin despegar su vista de lo que hacía— ¿cómo te fue?
—La noche fue cansada, pero todo bien —dijo acercándose a él revolviéndole sus azulados cabellos— puedo llevarte a casa de tu amigo si quieres.
—No, iré por mi propia cuenta, te ves exhausto y no quiero molestarte.
—Nunca serás una molestia para mi, pero por esta vez te tomaré la palabra, iré a dormir un rato, si quieres que pase a recogerte llámame —le sugirió mientras sacaba su billetera y le daba algo de dinero.
—No puedo aceptar esto —dijo viendo los billetes.
El azabache le mencionó que si no aceptaba el dinero, no iría a casa de su amigo, lo cual le pareció absurdo al menor pero viendo la situación en que se encontraba terminó por aceptar ya que no quería comenzar una disputa entre ambos.
El mayor vio con un gesto divertido al azulino ir a su habitación, le gustaba cuando podía ganarle en una discusión, siempre y cuando no fuera algo grave.
—Bien, me voy —dijo el azulino saliendo del cuarto ya listo.
Sebastian le indicó que fuera con cuidado, viéndolo por última vez cuando salió del apartamento, ahora que lo pensaba, hace mucho que no se quedaba solo en ese lugar, un escalofrío recorrió su espina dorsal, por suerte solo hoy saldría su pequeño. Ignoró todos los malos recuerdos que estaban llegando a su mente y decidió ir a su habitación para descansar, se puso algo más cómodo y se tiró a la cama disfrutando de lo suave que era quedando dormido al instante.
No estaba seguro si los golpeteos insistentes que escuchaba venían de su sueño o era porque realmente alguien lo buscaba, abrió los ojos de a poco, mientras se sentaba en la cama dándose el tiempo de estirarse, vio su teléfono ya era la una de la tarde, pensó que tal vez era Ciel, tal vez olvidó las llaves y no tenía como entrar aunque le sorprendía que no le hubiese llamado y que regresara tan temprano.
Con pereza se encaminó a la puerta, esta vez fastidiándole tanto los golpes que no cesaban, frunciendo el ceño la abrió llevándose una gran sorpresa, no sabía como reaccionar, era evidente su asombro, no podía gesticular ninguna palabra y por alguna extraña razón no podía mover el cuerpo, su corazón latía a un ritmo acelerado, su rostro se había tornado pálido.La chica al ver su estado entró junto a él al apartamento, ayudándole a sentarse en el sofá, le sirvió un poco de agua y se la dio con cuidado, al paso de los minutos el azabache estaba reaccionando.
—¿Ya te sientes mejor? —preguntó Matilda viéndolo con preocupación.
—No —su respuesta había sido corta pero sincera, Sebastian tenía la mirada fija hacia un punto desconocido.
—Lo lamento, creo que fue mala idea venir —mencionó presurosa alejándose del muchacho, pero este reaccionó tomándola del brazo, volteando a verla.
—¿Por qué volviste? —su mirada mostraba dolor, decepción pero a la vez, un ápice de esperanza, Matilda se sintió mal.
—Por qué te extrañaba y necesitaba disculparme contigo por lo que hice —la chica se sentó junto a él, agarrando su mano esta pudo darse cuenta que temblaba, intentó sonreír pero no pudo.
—Siempre traté de ser el hombre perfecto para ti, te di todo, a pesar que los últimos días en que estuvimos juntos eras una persona diferente, desarrollaste una especie de odio y desprecio hacia mí —ella se sorprendió por lo dicho, quiso negarlo pero lastimosamente era cierto— mi amor fue más grande y dejé pasar todo, esa vez no esperaba que me lanzaras lo primero que veías, provocándome lesiones en los brazos, incluso el rostro.
—Sebastian, lo lamento, decidí dejarte porque sentía la presión de tu familia sobre mi, era evidente que nunca les agrade, estaba abrumada con todo y por eso mi cambio de actitud, perdóname por favor.
—El día que te fuiste, estaba decidido a pedirte matrimonio, regresé feliz al apartamento, porque quería formar una familia contigo, me sentí destrozado, incluso llegué a emborracharme y ocasionaba problemas en cualquier lado —se sinceró con la chica, estaba feliz de volver a verla pero ella no parecía estar igual, de hecho se dio cuenta que parecía incómoda y eso le dolió.
Matilda no estaba segura de decirle sobre el embarazo a Sebastian, sobre todo porque hace tiempo anhelaba tener un bebé, sabía perfectamente que sí sacaba el tema iba a enfurecerse y quien sabe que más podría hacerle.
—Si te pido que regreses, ¿lo harías? —cuestionó viéndola fijamente.
Era muy notable que no quería volver, había comenzado una nueva vida, por eso le dolía decirle que ya no quedaba ninguna esperanza para él.
—No querido, lo siento pero ya no puedo estar contigo —expresó, viendo que el azabache se mostraba decepcionado— mereces rehacer tu vida sin mi —acarició sus cabellos con dulzura— sal con alguien más, no te quedes estancado en esto.
—¡No puedo! ¿Qué no entiendes? Todo este maldito tiempo no quise salir con nadie, no quise rehacer mi vida por ti Matilda, pero veo que no te importa lo que yo sienta —vocifero con resentimiento.
—¡Por supuesto que me importa! De no ser así no te hubiera dicho que buscaras a alguien mejor, entiende que ya no podemos estar juntos.
—De un día a otro no puedo dejar de quererte y lo sabes.
—Lo sé, pero te pido que lo intentes, por el bien de ambos —dijo ella.
El de orbes borgoña, se sentía mal, de nuevo se estaba presentando esa horrible sensación, cuando la chica lo dejó la primera vez, estaba dolido, frustrado y enojado con él mismo, pensaba que tal vez si hubiera hecho las cosas bien en el pasado, seguirían juntos. Pero ya era tarde para pensar en esas cosas, Matilda no quería estar a su lado, ya no más, y aunque quisiera retenerla en su apartamento por siempre no podía hacerlo eso sería una locura.
Soportando el dolor que embargaba su corazón, decidió seguir conversando con ella sobre lo que harían de ahora en adelante, la chica aceptó con una sonrisa al escuchar la propuesta de Sebastian, lo único que ambos deseaban era que las cosas fueran mejorando para ellos, aunque Matilda seguía luchando internamente al querer decirle sobre el bebé.
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—Debería enojarme contigo por ser tan mal amigo —replicó Alois haciéndose el indignado, mientras se cruzaba de brazos.
—Era una situación delicada, eso y sumando que ya no pudimos vernos, no pude contarte nada —comentó Ciel balanceándose en el columpio junto a su amigo.
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Forelsket [SebaCiel]
Fiksi PenggemarSebastian y Ciel sufren una cruel jugada del destino, unidos por un lazo erróneo deberán afrontar las causas de su inesperado vínculo. La situación se complica, cuando resultan ser simples desconocidos que se encuentran en el lugar menos indicado. C...