Imperios

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Acababa de llegar a su casa de la coronación de Carlos I.

No había sido muy fuera de lo común, quitando que había heredado todo un imperio, su imperio.

Imperio Español regresaba a casa después de unas largas horas de coronación y rollos que no le importaban lo más mínimo.

Era sólo otro rey más, y cada vez que llegaba uno nuevo, su imperio estaba más cerca de caerse.

Le angustiaba pensar que el gran Imperio Español se fuese al garete tan rápido; aún le quedaba mucho por hacer, mucho por ver, mucho por conquistar. Todo eso no podía acabar todavía.

Llegó a su palacio, cansado y sin ganas de nada.

Se tiró encima de la cama que compartía con su pareja, aburrido y abatido.

Cerró los ojos un instante, descansándolos unos segundos.

Fue suficiente tiempo como para sentir como unas delicadas manos masajeaban sus hombros con cariño.

-Has tardado-habló el dueño de aquellas manos algo decaído.

-Lo siento mi amor-se disculpó el hispano dándose la vuelta para visualizar a su esposo, Imperio Portugués.

El más bajo se sentó sobre su marido, abrazándole por el cuello.

-¿Tienes excusa o sólo vas a pedirme perdón?-preguntó el portugués con una ceja levantada.

-¿He hecho algo malo?-cuestionó el mayor con cara de cachorrito.

-Llegar 2 horas más tarde de lo que deberías-contestó el de escudo.

-Maximiliano de Hasburgo soltó que podría ser coronado emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico-explicó el de la cruz con cansancio-. Obviamente no se lo pensó yo movió cielo y tierra para ello.

-¿Y qué pensó Sacro?-preguntó el menor, interesado.

-No le ha hecho ni pizca de gracia-dijo el español con una ligera sonrisa-. Pero ha tenido que aceptarlo.

-Supongo que felicidades-dijo el portugués con una resplandeciente sonrisa-. Estás colocado en la cumbre.

-Aún no lo han coronado-aclaró el de ojos cafés-; no tiene suficiente dinero.

-Convocará a las Cortes entonces-sugirió el pelinegro.

-Sí-contestó decaído su contrario-. Va a haber muchas revueltas por esto.

-Tranquilo-le dijo el de ojos verdes acariciando su mejilla-. Todo irá bien.

-Ojalá tengas razón-pidió el castaño.

Imperio Portugués observó a su esposo durante unos segundos para después besarle con cariño y tranquilidad.

El hispano le abrazó de la cintura mientras correspondía ese hermoso beso.

Se separaron por la falta de aire, mirándose con amor infinito.

-Todo irá bien meu amor (Mi amor)-le aseguró el portugués, acunando el rostro de su amado entre sus manos-. Y si sale mal, te ayudaré a salir, no te preocupes.

-Gracias mi vida-le agradeció el de cruz escarlata-. Pero creo que no será necesario.

Se quedaron dándose mimos todo el resto del día; con besos, caricias y abrazos con infinito amor.

Al caer la noche le hicieron saber a Imperio Español que Carlos I quería reunir las Cortes para, por fin, ser coronado emperador.

-Ahg, maldito-maldijo el hispano levantándose de las piernas de su esposo.

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