El día que URSS regresó a su casa después de una semana fuera, todos los habitantes de la mansión se quedaron sin palabras.
Los hijos de URSS estaban acostumbrados a que su padre se fuera durante algunos períodos de tiempo no muy largos; tal vez una o dos semanas, como muchísimo dos meses sin pisar la casa familiar.
No había muchos problemas en ese tema; Rusia, el mayor, era muy responsable y maduro a pesar de su edad. Siempre tenía la cabeza fría y sacaba la solución a todo con una considerable rapidez.
Todos decían que era la viva imagen de su padre.
Kazajistán, el segundo mayor, era bastante revoltoso e hiperactivo, pero también era un chico de gran corazón y un buen líder.
Algunos decían que lo había sacado de su bisabuelo; Imperio Ruso.
Kirguistán también era altamente recomendable para dirigir cualquier cosa.
Era muy capaz y tenía la moral altísima.
Lituania no se quedaba lejos tampoco.
Parecía más algún teniente coronel del ejército soviético que un niño de 6 años.
Y a ellos le sumamos que el padre de URSS, Imperio Ruso, iba a visitarlos muy a menudo; y el padre de este, también Imperio Ruso, iba a cuidarlos de vez en cuando; casi siempre coincidiendo con su hijo.
Tenían por seguro que con aquellos imponentes hombres no les iba a pasar nada; y menos con los niños.
Por ello, URSS jamás tenía problemas en irse durante algunos días; sabía que sus pequeños estarían a salvo.
Que no le gustase que tanto su padre como su abuelo les intentasen pegar a los niños la ideología monárquica es otra historia.
La Guerra Fría había comenzado, y URSS estaba más ocupado y estresado que nunca.
Salía de casa mucho más frecuentemente y apenas veía a sus hijos; ya que cuando volvía era tardísimo y se marchaba de casa muy temprano.
Con mucha suerte alguna vez pudo ver a su padre o a su abuelo y conversar apenas 5 minutos con ellos.
A los pequeños por supuesto que les estaba afectando.
Por favor.
Son niños.
Por muy maduros y fuertes que parezcan siguen necesitando el cariño y amor de su padre.
Seguían queriendo que él les cocinase alguno de sus famosos platos, o que les contase sus viejas andanzas tanto en su infancia como en la Segunda Guerra Mundial.
Pero no podía ser, y ellos lo entendían.
Sabían que todo lo que su padre hacía era por su bien.
Por el bien de su país.
Al menos tenían a su abuelo y bisabuelo, que eran como sus otros padres.
Siempre se preocuparon por cómo les afectaba todo y, si necesitaban hablar de algo, sabían que siempre podrían contarles cualquier cosa.
Que ellos no les judgarían por nada y siempre les apoyarían en todo.
Hacía un día un día muy bueno para estar casi en pleno invierno.
Eran las 7 de la mañana y sólo Rusia estaba despierto.
El chico siempre se levantaba muy temprano, nadie, ni él mismo, sabían por qué, pero lo hacía.
Se encontraba en el salón, en el sillón que normalmente ocupaba su padre, pero que su abuelo había tomado como suyo, leyendo algún libro de la enorme biblioteca de la casa.
Solo se escuchaba el crepitar relajante del fuego que ardía tenuemente.
Y la puerta de la entrada se abrió.
Rusia se levantó tan rápido que cualquier atleta olímpico estaría celoso.
Puso el libro sobre la mesa y cogió una pistola antigua que reposaba impasible sobre la chimenea en un soporte especial para ella.
Su padre le había contado la historia de aquella pistola.
Se la había regalado su padre cuando tenía su edad; siempre fue su favorita.
Tampoco era la más bonita del mundo, pero era la mejor del momento.
La cogió a velocidad del rayo y se dirigió a la entrada.
Se escondió en el pequeño trozo de pared que había entre el marcó de la puerta y una gran estantería de madera de caoba oscura; repleta de libros, fotografías y alguna medalla.
Miró hacia la entrada con la intención de disparar; pero no lo hizo.
Al contrario.
Guardó la pistola en el bolsillo derecho de su bata de lana roja escarlata y corrió hacia los brazos de su padre, que lo esperaban ansiosos.
Este lo recibió con una sonrisa cansada pero llena de felicidad y amor.
Lo cogió por debajo de las axilas y lo elevó en el aire dando vueltas.
Hacía casi 3 semanas que no se veían.
Y, aunque Rusia fuese tan autosuficiente e independiente, seguía amando ese abrazo que le daba su padre las despedidas y las bienvenidas.
URSS devolvió a su pequeño al suelo luego de un duradero abrazo.
-Rusia, quiero presentarte a alguien-le dijo el ruso mayor a su hijo.
El pequeño lo miró con curiosidad.
Su padre apartó un poco la cola de su largo abrigo de invierno para dejar ver a un niño, no mucho menor que Rusia, que se aferraba a la pierna del soviético como si su vida dependiese de ello.
-Va a vivir con nosotros, ¿vale?-le dijo dulcemente URSS.
El pequeño ruso se acercó al desconocido; lo examinó de pies a cabeza para luego decir:
-Привет, ¿cómo te llamas?-le preguntó suavemente.
Se notaba que el más bajo estaba absolutamente aterrorizado, así que intentó sonar lo más suave posible.
-M-me ll-llamo Re-repú-pública De-democrática A-alema-mana-consiguió decir el pequeño entre tartamudeos.
-Es muy largo, ¿no? Si no te molesta, te llamaré Germania-le proclamó con una alegre sonrisa.
-Va-vale-aceptó el menor.
-A mi me puedes llamar Rusia-dijo tendiéndole la mano para que el pequeño manojo de nervios se la estrechara.
-Un pla-placer-le dijo, estrechándole la mano.
Rusia notó que estaba temblando.
-No tienes que tener miedo, no vamos a hacerte daño-le tranquilizó el pequeño soviético con dulzura.
-No te-tengo miedo. T-tengo fri-frío-le explicó Germania.
-¡Oh! Pues ven, la chimenea está encendida. Podrás calentarte-le dijo el ruso tomándolo del brazo y llevándolo hasta el salón.
Todo bajo la atenta mirada del ruso mayor.
Aquellos dos iban a tener una bonita relación.
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Привет significa Hola en ruso.
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One-shots countryhumans
FanfictionOne shots de countryhumans; mayoritariamente de Rusia, Alemania y miembros de ambas familias. Contiene yaoi (Chico x chico), si no te gusta el contenido ahórrate los comentarios y ve a leer otra cosa, por favor. Cualquier coincidencia con otra hist...