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Una decisión tan precipitada como esa sería imperdonable, tantas variables en un simple movimiento de su dedo sobre el gatillo que le costaría mucho o quizás nada. No lo sabría si no lo intentaba.

Estaba decidido a hacerlo, por eso Ranpo lo había intentado antes y mencionó que era el camino más rápido. ¿Olvidaba algo importante? Karl podría ni siquiera verlo cometer tal acto, aunque en gran parte tenía miedo de perderlo.

De todos modos, si las gemelas podían entrar y salir de ese lugar, ellas se harían cargo de su mejor amigo.

Iba a estar bien.

Cerró los ojos con un poco de fuerza, jamás se había atrevido a este tipo de cosas y siempre le dieron bastante pánico. Su definición de la muerte solía ser muy abstracta, era dejar de sentir pero también dejar de disfrutar.

Vivir o morir, mientras pudiera ser feliz de una manera u otra estaría perfecto. Tal vez estaba haciendo este proceso demasiado largo, aún así se tomó su tiempo para controlar su agitada respiración y su corazón latente, el sudor frío que bajaba por su cuello junto con la sofocante sensación de dispararse.

Preparado, aspiró profundo el aroma del bosque. Le gustaría que su último respiro fuese con ese olor.

Luego Ranpo estornudó.

Sus manos temblaron de repente al escucharlo y verlo, soltó el arma haciendo que cayera al suelo y sintió un golpe en seco de conciencia golpeando su mente de inmediato. ¿Por qué iba a hacerlo? ¿No podría haber esperado a que algo más se presentara? ¿Cuál era la urgencia?

Sencillamente quería salvar a su rival.

Ranpo tosió un par de veces después de estornudar, escupiendo un par de hojas secas que tal vez tenía dentro de la boca o... dentro de sus pulmones. No hubo pétalos ni flores, no era lo que pensaba y tanto terror le había dado imaginar.

No tenía nada anormal en su interior, para su suerte o desgracia, el alivio del momento le hizo volver a sentir los ojos acuosos mientras sus manos se apretaban en un intento de contenerse.

Se quedó quieto, esperando pacientemente en completo silencio a que el detective se recuperara. No dijo nada, no mencionó nada sobre lo que estuvo a punto de hacer, tampoco quitó la flor anaranjada de entre sus manos.

La cual, extrañamente, brilló más.

— Aayyy... eso estuvo bien raro– suspiró cansado carraspeando su garganta — Qué asco, aún siento las hojas... ah, ya estás aquí, hola otra vez

— Y-Yo... a-ahh... n-no sé q-qué...– trató de formular sus palabras, el nudo en medio de su estómago lo hacía sentir más nervioso — E-Es que... pa-pasó algo y p-pues...

— ¿Te llegaron las luciérnagas?– preguntó de repente, eso desorientó más al mayor — Perdón, sé que fue algo un poco feo, pero era la única form...

No pudo completar lo que quería comunicarle, su corazón se encogió al sentir los brazos de Poe rodeando todo su cuerpo con calidez y escuchar un par de hipidos. Los sollozos le preocuparon, sin embargo lo entendía completamente.

Le dejó seguir llorando sobre su hombro, apretando con delicadeza mientras intentaba controlarse. Al detective no le gustaba presenciar a las personas llorar, fue algo que entendió tan pronto como volvieron a verse, pues ya era algo de un asunto personal suyo.

Igualmente, alguna especie de regaño, queja o reclamo, jamás llegó a sus oídos. En su lugar, hubieron caricias leves sobre su cabello y espalda, susurros suaves y cuidadosos que le aseguraban que todo estaría bien más pronto que tarde.

Nosotros contra el mundo // RanpoeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora