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Sus respiraciones agitadas envolvían el aire, el césped abriéndose paso para que pudieran seguir corriendo, la colita de Karl moviéndose de un lado a otro por lo ajetreado de su caminar.

Estaban seguros de que detenerse ahora significaría la muerte, pero no podían encontrar un lugar para refugiarse de momento y que pudieran pensar aunque sea 2 segundos. La condición física de Ranpo siempre fue una desgracia, aunque su complexión era delgada, todos esos dulces tendrían que tener alguna consecuencia en su salud tarde o temprano.

Poe lo tomó de la mano rápidamente cuando vio que comenzaba a quedarse atrás, entonces ahora llevaba cargados a los dos. Subió a Karl a su cabeza y a Ranpo prácticamente lo estaba arrastrando, no podía dejar a ninguno atrás por ningún motivo.

Aunque sus piernas tropezaron un par de veces, pudieron llevar un ritmo bastante bueno y seguir corriendo a lo desgraciado. ¿Cómo es que ese maldito espantapájaros no terminaba igual de cansado que ellos? ¿Con qué podrían detenerlo ahora?

Al parecer, el detective tuvo la misma interrogante que él y con un poco de esfuerzo consiguió sacar el arma que traían consigo. Apuntó cómo pudo, casi con una puntería perfecta le disparó al enemigo en la cabeza. Un par de ramas secas salieron volando y les dio tiempo a agacharse para perderse entre los pastizales.

El mayor tuvo que cubrirle la boca por lo errática de su respiración, lo acercó tanto como pudo a su propio cuerpo, haciendo que su ubicación fuera un poco más complicada de encontrar.

La euforia que recorría sus venas no era ni medio normal, por ello las marcas en sus brazos estaban pintadas sobre su piel de un color verdoso muy llamativo. Era emocionante de alguna manera, tenían exactamente 15 minutos y 23 segundos para seguir corriendo y poder salir.

El espantapájaros no iba a matarlos, sólo era una representación del tiempo que les quedaba allí dentro, presionándolos conforme más se quedaban. La preocupación de la Agencia aumentaba, los regaños hacia el mocoso que ocasionó todo esto también, estaban contrarreloj.

Le esperarían muchas horas de trabajo haciendo el informe de todo esto.

El sonido que emitía la hoja filosa rebanando todo a su paso lograba ponerlos ansiosos, ya le había explicado un poco a Poe sobre lo que sucedería después. Aún así, la cuestión de si morirían aquí o no, acechaba por ahí.

La verdad, más miedo le daría ver la cara del presidente otra vez cuando regresaran al mundo real, seguramente le daría uno de esos sermones interminables.

Aunque lo echaba de menos.

Karl se escondió entre los brazos de ambos, sus oídos eran más sensibles y por ende era capaz de escuchar con más claridad lo aterrador del espantapájaros asesino detrás de ellos.

Acarició sus orejitas, con una mirada le aseguró que todo saldría bien. Después miró a Edgar, él supo de inmediato que debían seguir corriendo.

No esperaron aviso ni señal de nadie, simplemente salieron de su escondite mientras a lo lejos el viento era cortado con una precisión desconocida para sus oídos. Aterrador e incierto, cada uno de sus pasos estaba lleno de sentimientos mezclados.

Revisó las balas en la pistola, aún les quedaba una mínima oportunidad de ganar más tiempo.

Las probabilidades eran bajas, no entendía muy bien eso de los porcentajes y las reglas de tres que se usaban en las matemáticas, para eso estaba Kunikida y sus cálculos donde ponía números y letras por alguna razón. Le confundían mucho, pero un pequeño dato siempre era fácil de guardar en su cerebro.

Minutos, distancia en metros, distancia recorrida y la que les faltaba. Bien, tendría que trabajar con eso en tiempo récord si quería terminar con la cabeza pegada al cuerpo. Cuando empezó a murmurar números de una manera muy extraña, Poe se preguntó si la falta de oxígeno en sus pulmones le afectaba también las neuronas.

Nosotros contra el mundo // RanpoeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora