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La tensión en el aire casi podía ahogarlo, la situación era preocupante y sus piernas se intentaban mover lo más rápido posible. Lentamente repasaba lo sucedido mientras que sus movimientos eran todo lo contrario, el aroma a bosque comenzaba a ser irritante.

Entre su respiración agitada y el resto de sonidos extraños provenientes de cada esquina del bosque no podía identificar nada, el ambiente permanecía tranquilo, pero sabía que no iba a durar mucho.

Su corazón latía a mil por hora, sus pasos apresurados resonaban en conjunto con el crujir de las hojas, la desesperación le estaba nublado la vista. Además, la neblina había vuelto.

Respiró agitado intentando controlarse, si no se tranquilizaba ahora mismo esa maldita niebla no se iría en un largo rato. Lo que necesitaba era paz, unos míseros segundos de paz donde pudiera poner sus pensamientos en orden.

Primero, calmarse; segundo, seguir corriendo y buscando señales de Karl o Ranpo; tercero, tratar de encontrarse con esas niñas otra vez esperando indicaciones más precisas; y, cuarto, salir de ese lugar.

Bien, podría empezar a trabajar con esos simples cuatro puntos.

De su bolsillo volvió a sacar la brújula, aún no era capaz de ver el cielo ni más allá de la copa de los árboles, pero tenía un presentimiento muy extraño. Siguió caminando por el sur, si había ido directo al norte hace rato, tenía que regresar sobre sus pasos.

Intentó usar su habilidad dentro de la otra habilidad, sin embargo fue inútil. No daba resultados, no era efectiva en nada y se seguía preocupando cada vez más por su rival y su mejor amigo.

¿Dónde estaban?

Quería maldecir a todo lo existente, a su vez que desquitaba su nerviosismo con sus dedos, jugando y pellizcando el borde. Su inquietud no lo dejaba tranquilo, la niebla parecía alcanzarlo cada vez más rápido y...

Se percató de las luciérnagas a su alrededor.

No dudó ni un segundo en perseguirlas, sabía que le llevarían junto con Ranpo. Era una sencilla corazonada, pero le gustaba la idea de que el mismo bosque quisiera ayudarle a encontrarlo.

No podía abandonar su misión tan fácilmente, aunque su cuerpo se sintiera al borde del colapso, no era tiempo para rendirse en lo absoluto. Permitir algo así sería imperdonable, su orgullo no le dejaría decir en voz alta lo mucho que le lloraría al detective si algo así pasara.

Y no lo diría, al menos, no por ahora.

Porque, para ser honesto, su vida volvería a ser una página en blanco si es que Ranpo desaparecía. Las palabras no quedarían plasmadas en las hojas si él no estaba allí para leerlas, su caligrafía tan impecable dejaría de tener sentido si él no estaba allí para halagarla, sus noches de desvelo no tendrían propósito si él no estaba allí para resaltar el tamaño de sus ojeras.

Todo significaría nada sin él.

¿Para qué escribir? No tendría a nadie igual que Ranpo, las felicitaciones de otras personas no le llegarían ni a los talones a las suyas.

Tener su aprecio, por su trabajo, por su arte, por sus escritos y por lo que le hacía feliz era uno de los placeres más grandes que pudo haber tenido en toda su vida.

Dejar de ver ese precioso color esmeralda en sus ojos brillando mientras pasaba con rapidez las letras y analizaba todo con calma... no podría seguir existiendo de una manera alegre sin su sonrisa.

Encontró algo que llamó su atención rápidamente luego de haber corrido más que nunca, se tomó un tiempo para procesarlo y encontrarle lógica antes de dejarse caer al suelo de rodillas.

Nosotros contra el mundo // RanpoeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora