💋CAPÍTULO 8💋

49 10 6
                                    

Patética, me estaban haciendo quedar como patética, y no lo era, no iba a permitir que me convenciera de ello, no les permitiría quebrantar mi confianza con sus miradas y sonrisas burlonas.

—Que poca madre tienen —dijo Masha a mi lado, apretando con fuerza la charola de metal en su mano, al ver que Derex había hecho sentar a Marla en mi mesa.

Sin detener mi paso, me dirigí a ellos, pues tenían la mejor ubicación de todo el comedor, al estar cerca de la puerta que daba al jardín y a una distancia considerable de los botes de basura, sin mencionar que no pegaban los rayos del sol que atravesaban la pared de cristal.

—Estás en mi lugar —dije directamente a Marla.

—Ah, lo siento, yo... —se disponía a pararse, pero Derex la detuvo.

—Lo siento Nara, pero llegaron primero, deberían buscar otra mesa —intervino Mirella.

Así que intentan expulsarme de un grupo que yo cree. Vaya broma del universo.

—Mira, parece que tu novio tiene en la mesa lugares vacíos —mencionó María, señalando hacia la mesa de niños con burla, que estaba a un costado de la de maestros.

—¿Por qué no vas con él? —propuso Celeste.

Aquella que los nerds consideran una bendición, y nosotros el mismo infierno, pues todo lo que saliera de tu boca podía ir contra a ti, ya que la hora del almuerzo era perfecta para quejarte de los maestros y planear fugas, así como comentar otro tipo de temas tipo D que escandalizaban a los maestros y te aseguraba una detención o llamada a tus padres.

—Ah, cierto, lo olvidé, te rechazó —agregó Celeste.

Algunos soltaron una risa, incluso Derex lo hizo, excepto Marla, quien parecía incómoda. Ojalá hubiera sentido lo mismo mientras seducía a mi exnovio.

—Es gracioso que se crean superiores a mí y tengan el descaro de burlarse en mi cara —dije, mirando los integrantes de la mesa—. Cuando todos en esta mesa son alguien por mí. Porque en serio creen que son populares por quienes son —me burle—. No se equivoquen, si son populares es por ser parte de la vida de Nara Weedgood. Y sin mí no son nada, más que unas simples abejas sin su reina —dándoles la espalda, me aleje, pero el sonido de un grito me hizo detener y mirar hacia ellos.

—Uh, lo siento, me tropecé —dijo Masha, quien ha vaciado todo su almuerzo sobre Cesleste y Marla.

Con una sonrisa, avanzó triunfante hacia mí, sujetándome del brazo.

—No sabes cuando me moría por hacer eso —confesó, divertida.

Una diversión que terminó al ver que hacía la mesa del nerd y sus amigos.

—Ey, ¿Qué crees que haces?

—Demostrando que si alguien es popular es por mí, al ser una reina mencione con arrogancia.

—Estas locas, es un adicto al porno —masculló a mi lado—. Lo juro, va todos los fines a alquilar películas.

—Todos los hombres son adictos a eso, Masha —dije.

Masha tiró con fuerza de mi brazo y desvió de mi objetivo, haciéndome avanzar a la salida del comedor.

—Oye, la charola —dije, pero ella no se detuvo hasta llegar a unas bancas en el jardín.

Nadie solía almorzar al aire libre, de ahí la razón de lo solitario que era el lugar.

—Siéntate —ordenó. Obedecí.

Cuando Masha se enojaba, daba miedo, su ceño se fruncía y creaba tres líneas, su nariz se arrugaba un poco y los orificios de su nariz se agrandaban, como apretaba sus labios, volviéndose una línea.

—¿Qué acaso no aprendiste la lección? —preguntó—. Dijeron que ese chico era tu novio, y tú por darle en la madre a Derex lo afirmaste, solo para que el muy idiota te rechazara y llamara tonta frente a todos, ¿y ahora vas y lo buscas? ¿En serio quieres que ahora te llamen rogona?

—Yo solo...

—Nara, no tienes por qué demostrar nada a nadie, entiende eso —dijo en voz alta, irritada.

—Es que duele aquí —señalé mi pecho—. Cada vez que lo veo con ella, el cómo la mira y se preocupa por su bienestar —mis ojos se humedecen—. Él dijo que siempre estaríamos juntos, pero prefirió estar a su lado que en el mío.

—Ay Nara —se acercó a mí y me abrazó.

—Hemos estado juntos desde jardín de niños, Masha —dije—. Era mi mejor amigo, decía que yo era su más grande tesoro. Todos decían que me miraba con ojos de amor, esos mismos que ahora están llenos de desprecio hacia mí. ¿Qué hice mal, en que me equivoqué? —Me apartó y miró—. Me lanzó al mar Masha, y se olvidó de mí, ignorando todo momento que compartimos juntos, y por más que intento entender en que falle, no logro encontrar la respuesta.

Y fue así que me quite la máscara frente a ella, de que estaba bien, no, no lo estaba, tenía el corazón roto y no sabía como se cura eso, cuanto tiempo me llevaría sanarlo.

—Y no la encontrarás Nara, porque tú no fallaste, fue él. —Limpió mis lágrimas—. Debes ignorar esas estúpidas preguntas, y recordar todo lo que nos han inculcado en la familia, de cuánto valemos y merecemos —recordó—. Ahora que dices si fingimos enfermar del estómago y compramos un millón de chocolates y vemos un drama de dieciséis capítulos que nos haga creer en el amor.

Reí, porque solía hacer eso cada vez que terminaba una relación. Pero en esta ocasión era diferente, porque no solo perdí al hombre que en verdad amaba, también a mi mejor amigo, y eso último dolía más.

—Me conoces tan bien —murmuré, y las lágrimas comenzaron a brotar de nuevo.

—No llores, por favor —suplicó—. Los odio, en serio que los odio.

—Yo también —confesé—. También a ese nerd —agregué entre sollozo—, cómo se atreve a decirme eso en voz alta y frente a todos.

—Y por qué no.

Masha giró su cabeza y yo incliné hacia la izquierda, para ver el dueño de aquella voz, la cual reconocí de inmediato.

Ahí, de pie, con una mochila colgada en su hombro, estaba Bastián, mirándome con indiferencia. 

NOTA DE AUTOR:

Ay, nuestra Nara intenta hacerse la fuerte con un corazón roto

GRACIAS POR LEERME

💋



Nara WeedgoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora