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𝙲𝚘𝚗𝚝𝚒𝚎𝚗𝚎: 𝚟𝚘𝚌𝚊𝚋𝚞𝚕𝚊𝚛𝚒𝚘 𝚜𝚞𝚋𝚒𝚍𝚘 𝚍𝚎 𝚝𝚘𝚗𝚘, 𝚜𝚊𝚗𝚐𝚛𝚎, 𝚖𝚞𝚎𝚛𝚝𝚎𝚜, 𝚖𝚎𝚗𝚌𝚒ó𝚗 𝚊𝚕 𝚜𝚞𝚒𝚌𝚒𝚍𝚒𝚘 𝚢 𝚖𝚞𝚌𝚑𝚘𝚜 𝚝𝚛𝚊𝚞𝚖𝚊𝚜.

。⁠:゚𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝒕𝒓𝒆𝒔: ¿𝒔𝒐𝒃𝒓𝒆𝒗𝒊𝒗𝒊𝒓 𝒗𝒂𝒍𝒆 𝒍𝒂 𝒑𝒆𝒏𝒂?゚⁠:⁠。

Salir con las manos vacías en una cuidad llena de asesinos era estúpido, sería un suicidio; y aunque me gustaba la idea de morir, primero necesitaba saber si Oda estaba vivo. Él me cuidó en todo momento, aún cuando yo nunca se lo pedí, lo correcto sería al menos, ir a verlo y, ¿darle una muerte digna? ¿Si quiera se podía decir algo así?


Apresure mis pasos, subí por las escaleras hasta dar con mi habitación, de ahí busque hasta encontrar un cuchillo pequeño, al igual que un bisturí, sería bueno en momentos tensos.

Los guardé en mi pantalón poniendo un sello para no cortarme por error. De ahí salí directo hasta la habitación de Mori, en donde necesité mentalizarme y tomar aire antes de entrar.

Odiaba ese lugar, tenía un olor característico y me daba náuseas, incluso ver la cama en donde dormía me deja con mal sabor de boca.

Agarréa pistola que tenía en casos de emergencia, la recargue y le puse seguro, para luego meterla en mi pantalón y salir de ahí prácticamente corriendo.

Agradecí mentalmente al que hizo los pantalones así; pues me entraban las armas perfectamente.

Ahora tocaba lo difícil: buscar a Oda por la cuidad con asesinos locos.

Al salir de la casa primero di un vistazo por las ventanas para asegurarme de que no había nadie.
Las casas alrededor estaban en desastre total, la mía al parecer había quedado intacta.

Al salir pude ver unos rasguños y varias armas tiradas en el pasto, alguien intentó entrar fallando; no había cadáveres, lo cual significaba que habían ido a otro lado. Solté un suspiro y sin esperar más, empecé a caminar rápido en dirección a la cuidad.

Mi casa no estaba tan largo de la cuidad, se podían ver los edificios a está distancia, lo único que tenía era que, era una calle sin salida, solo se encontraban casas de gente con una buena economía.

Era obvio que habrían venido acá primero para robar, matar e incluso hacer "justicia". Muchos vecinos eran corruptos, pero todos fingiamos no conocer nada.

Me retuve en seco al toparme con el primer cadáver. Su rostro estaba desfigurado, las extremidades estaban a un lado suyo arrancadas, la sangre seguía exparciendose; llenando la acera de un color rojo brillante.

Era una chica, y además su ropa era mínima. Daba asco pensar en lo que le hicieron con vida.

Seguí mi camino, dejando huellas de sangre al haber pisado el charco.

Un ruido sonó de pronto, frenando en seco moví mi mano hasta agarrar la pistola, ante cualquier situación la sacaría. Antes de, llevé mi atención al escenario, analizando todo y al ver cómo estaba despierto con personas tiradas o autos destrozados, permití relajarme un momento, cambiando de mano hasta tocar el cuchillo; el sonido era cercano pero no para alarmarse tanto.

𝑩𝒓𝒂𝒔𝒂𝒔 𝒅𝒆 𝒖𝒏 𝒏𝒖𝒆𝒗𝒐 𝒂𝒎𝒂𝒏𝒆𝒄𝒆𝒓||𝑫𝒂𝒛𝒂𝒊 𝑶𝒔𝒂𝒎𝒖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora