Prólogo

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—¿Qué es esto, Danielle?

Frente a ella, su esposa, con quien llevaba cinco años casada, se limitó a suspirar de forma cansina, sin alejar el sobre que le tendía sobre la mesa. El silencio en la casa, entre ellas, era ensordecedor de alguna irónica forma.

Haerin le miraba, confundida y sin tomar el sobre. ¿Acaso Danielle se le había adelantado? ¡Si se suponía que el tema de la adopción sería una sorpresa!

―Haerin, sólo léelo ―dijo Danielle con voz suave.

Arrugó el ceño levemente, decepcionada un poco de que Danielle la hubiera llamado por su nombre, y no por los dulces sobrenombres que a veces le decía y no usaba desde hace meses. Haerin sabía que las cosas no estaban bien entre ellas, no era idiota, pues llevaban peleando por lo menos desde hace más de seis meses por cualquier estupidez. Además, a eso se sumaba que llevaban sin hacer el amor desde hace dos meses, y eso le estaba asustando demasiado.

Porque, por mucho que peleara con Danielle, Haerin la seguía amando, así como sabía que Danielle la amaba. Unas peleas eran normal en una relación de pareja, ¿no es así?

Aunque claro, pelear cada día hasta porque no había papel higiénico en el baño no era normal.

Sus manos picaron mientras sostuvo el sobre.

Sumado al tema de las peleas y de que ya no se tocaban de forma carnal, estaba la frialdad, el vacío, la indiferencia. Como Danielle trabajaba en una empresa de construcción y Haerin era pediatra, apenas tenían tiempo para verse o salir juntas, para tener un tiempo a solas, para compartir un espacio, por más pequeño que fuera.

¿Cuándo fue la última vez que salieron a cenar?

No lo recordaba bien.

¡Pero estaba bien! Ya era hora de solucionarlo, y luego de haberlo pensado tanto, ¡Haerin tenía una idea maravillosa!

Se le ocurrió mientras jugaba con la hija de Jinni, Sohyun, y la pequeña le dijo que debería darle un primito con el que jugar. Luego, recordó su época universitaria, cuando estaba saliendo con Danielle, y ambas dijeron que una vez casadas, llegaría el momento de adoptar a un niño que alegrara sus vidas.

Con el paso de los años, esa promesa fue olvidada, sin embargo, Haerin quería cumplirla ahora. ¡Un niño podría volver a acercarlas!

Y, al parecer, Danielle se le había adelantado.

¡Si ella también tenía los papeles de adopción, que la asistente social le entregó para que leyeran y se informaran del proceso!

Tranquilamente, sacó lo que estaba dentro del sobre, pensando en todo el futuro que se les venía por delante.

Sin embargo, arrugó los labios cuando notó que era sólo un papel.

Sus labios temblaron al leer la primera frase, así que levantó la vista.

―¿Qué es esto, Danielle? ―repitió, con la voz quebrada.

Los ojos de Danielle, su mujer por cinco años, su novia durante tres años, la única mujer que había amado con tal profundidad, eran fríos, helados e indiferentes.

―Una carta de divorcio. Lo siento, Haerin, pero ya no te amo.

 Lo siento, Haerin, pero ya no te amo

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Adaptación, original Hobibuba.

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