Capítulo 04

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Danielle, frente suyo, seguía teniendo la mandíbula apretada y una mirada de molestia, a pesar de que Minji se hubiera marchado minutos atrás y se quedaran solas.

No dijo nada incluso cuando Haerin le sirvió un vaso de agua, diciéndole que se calmara y dejara la ira de lado.

Se sentó a un costado suyo, mordiendo su labio inferior.

—No tenías que reaccionar de esa forma, Danielle —le dijo con voz suave.

Danielle le miró con el ceño fruncido.

—Iba a besarte. Esa maldita bastarda iba a besarte y-

—Y tú has besado a Hanni —le interrumpió, ahora con expresión dolida—. ¿No es eso injusto, Danielle? ¿Que tú tengas una amante y te estés comportando de esta forma? ¿Ya te has acostado con ella?

La mayor no dijo algo por varios segundos, bebiendo agua en silencio, y cuando dejó el vaso sobre la mesita del living, lucía mucho más calmada.

—No —respondió—, sabes que no lo he hecho, Haerin.

Haerin arrugó los labios, negando con la cabeza.

—¿Por qué debería creerte?

—Porque sabes que no te mentiría con eso —replicó Marsh, poniéndose de pie—. Por mucho que quiera el divorcio y esté enamorada de Hanni, sabes que no me acostaré con ella hasta que los papeles estén firmados. Incluso sabes que, si la he besado, ha sido después de pedirte la separación, de decirte la verdad, ¿no es así?

Sonriendo amargamente, Haerin asintió, forzándose a no lucir herida a pesar de las palabras contrarias.

Tenía claro que su esposa no le mentiría con eso, que estaba diciendo la verdad, pero eso no lo hacía más fácil. De alguna extraña forma, si le hubiera dicho que se acostaba con Hanni, no tendría tantas dudas, porque habría atribuido los deseos de separación a una calentura de Danielle por su asistente, sin embargo... Si no se habían acostado y con suerte compartieron unos besos, eso significaba sentimientos más profundos que le aterraban.

—¿Qué estás haciendo aquí, Danielle? —preguntó Haerin con voz rota.

Danielle apuntó a su bolso.

—Vengo por los papeles —contestó, impasible—, pero también tengo claro que eres una persona demasiado terca, Haerin —suspiró, sentándose—. Treinta días, ¿no es así?

Kang asintió en silencio, mirando a los ojos oscuros de su mujer.

—¿Cómo pretendes hacerlo? —suavizó su tono—. Comprendes que yo ya no te amo, ¿cierto? Sólo te estás haciendo más daño, Hae.

Que le llamara con un diminutivo hizo que algo doliera en su interior.

—¿Más daño? —se burló, quebrada—. ¿Cómo me haré más daño, Danielle? La mujer que amo quiere dejarme porque está enamorada de otra, y lo único que pido son treinta días para poder demostrarle que aún puedo ser suficiente para ella.

La expresión de Danielle cambió, y le tomó las manos, llamando su atención, pidiéndole con ese simple toque que se calmara un poco.

—Hae, bebé —murmuró la australiana—, no digas esas cosas, ¿está bien? Tú eres... Tú eres más que suficiente para cualquier persona, es más, yo diría que... Que nadie te merece, menos yo —trató de sonreírle, aunque Haerin desvió la mirada, sabiendo que pronto se pondría a llorar—. Hae, todavía te quiero, y porque te aprecio lo suficiente es que te estoy pidiendo esto. Por favor, firma los papeles, no es necesario que continúes con esta tontera.

apego; daerinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora