Sullyoon siempre fue una buena amiga para Kang Haerin, y cuando había llegado a casa, llorando, no dudó en hacerla entrar. Le sirvió un vaso con agua para lograr calmarla y así poder escucharla, poder oír todos los balbuceos sin sentido que soltaba.
Jinni ingresó minutos después con la pequeña Sohyun en brazos, sin embargo, al ver a Haerin llorando sin control alguno, hizo un gesto de sorpresa atónita. No hizo preguntas, sólo se llevó a la niña lo más rápido que pudo de allí.
Sin embargo, Haerin alcanzó a oír las palabras inocentes de la pequeña:
―¿Por qué tía Hae llora?
Su corazón se quebró un poco más.
Sullyoon no la presionó a hablar, esperando en silencio a que se calmara, a que pudiera tener la suficiente tranquilidad como para poder decir algo. Eso llegó segundos después, con Jinni entrando al comedor. Su torpe amiga se sentó al lado de Sullyoon, tomándole la mano a su novia, y esa visión la hizo sentir patética y miserable.
―Danielle me pidió el divorcio.
Su mejor amiga abrió los ojos por la sorpresa, en tanto Jinni soltaba una maldición, aturdida.
Por supuesto, nadie se lo esperaba. ¿Quién iba a pensar que Danielle le pediría aquello cuando fue ella quien dio siempre los primeros pasos para todo?
Cuando se conocieron, fue Danielle quien la salvó de ser objeto de burlas en la preparatoria, debido a lo asustadiza y torpe que fue Haerin el primer día de clases.
Fue Danielle quien le pidió salir y quien le dio un beso.
Fue Danielle quien le dijo que deberían irse a vivir juntas.
Fue Danielle quien le pidió matrimonio.
Y, ahora, parecía ser Danielle quien quería acabar con todo.
Sin embargo, a pesar de que pareciera que era Marsh quien tenía que tomar esas decisiones, no era como si Haerin nunca hubiera puesto de su parte. Haerin era, como veía todo el mundo, la persona que podía sacarle una sonrisa enamorada a Danielle con una acción tan tonta como un beso sorpresivo, y la única persona que la hacía bajar las defensas totalmente, haciendo que se comportara de una forma infantil e, incluso, caprichosa.
Para todo el mundo, no había Danielle sin Haerin, y no había Haerin sin Danielle, porque hacían una de las parejas más bonitas y honestas que se podían ver.
Pero, al parecer, las cosas no eran tan felices como le mostraban al resto.
―¿Por qué? ―preguntó Sullyoon en voz baja.
Los labios de Haerin temblaron.
―Dice que no me ama ―su tonó se rompió y las lágrimas volvieron a salir―. Ya no me ama, Sullie. Danielle ya no me ama.
Haerin quería negárselo, ver lo inevitable, pero no era tonta, y mucho menos una adolescente enamorada: si Danielle lo decía, era cierto.
Porque Danielle jamás le mentiría con algo tan importante como eso, Haerin lo sabía.
La australiana siempre era brutalmente honesta con sus sentimientos, tanto que, a veces, no se daba cuenta de que sus palabras le hicieron mucho, mucho daño.
Tomó un poco más de agua.
―Está enamorado de otra persona ―barboteó, antes de romper a llorar otra vez, e inmediatamente los brazos de Sullyoon la rodearon―. Ama a alguien más. La perdí, Sullie, la perdí...
Su corazón nunca se sintió tan roto como en ese momento: saber que la persona que amaba, con quien compartió tantos años de su vida, ya no le quería como antes, la dejó de lado, se entregó a alguien más, era como una estaca clavándose no sólo en su corazón, sino en todo su cuerpo, haciendo que todo doliera y se estremeciera.
Haciéndola ver todo de un horrible color negro, incapaz de ver un poco de luz en medio de tanta oscuridad.
***
Danielle suspiró, leyendo un informe que su secretaria le dejó esa tarde, para luego bajarlo y dejarlo sobre la mesa, cansada.
Recordó los ojos llenos de lágrimas de Haerin, su labio temblando, sus mejillas húmedas por el llanto, y se sintió culpable y triste por lo que ocasionó, pero no arrepentida. Tenía que hacerlo.
¿Cómo podía seguir casada con alguien que no amaba?
No era justo para Haerin ni para ella, así que no podía seguir con esa farsa.
Ya no amaba a Haerin, era un hecho claro, pero la seguía apreciando lo suficiente como para no continuar haciéndole daño con sus acciones.
Tocaron la puerta de su oficina y murmuró un "pase" lo suficientemente alto como para que la persona entrara.
Al verla, sonrió con relajación.
―Tienes un aspecto horrible ―dijo la de baja estatura con una sonrisa dulce, cargando un montón de carpetas.
Dejó salir un bufido, recostándose en la silla, y pronto su amante se acercó, comenzando a hacerle un masaje suave en los hombros.
―Le pedí el divorcio a Haerin ―le comunicó Danielle, con un tono de pesar.
La vietnamita parpadeó, inclinándose con una expresión triste.
―Oh, lo siento tanto, Danielle ―habló de forma honesta―. ¿Estás segura de esto, de lo que tenemos nosotras? Llevas tanto tiempo con Haerin que quizás...
―No digas eso ―le interrumpió con suavidad―. Todavía quiero a Haerin, claro, pero es un cariño que le tengo por el tiempo que hemos estado juntas, así que... Tengo claro lo que siento por ti, Hanni.
Hanni asintió, titubeante, antes de inclinarse y darle un pequeño beso en los labios, con timidez y casi pidiéndole permiso.
―Lo lamento mucho por Hae ―murmuró Pham de forma repentina, sin alejarse demasiado―, debe estar pasándola mal, me siento culpable por hacerle esto, pero...
―Lo va a entender ―contestó Danielle, dándole un beso en la mano, seria―. Haerin lo entenderá con el tiempo.
Danielle esperaba eso: que Haerin pudiera, con el pasar de las semanas, curar esa herida que le hizo a pesar de haber prometido, años atrás, que nunca le rompería el corazón.
Pero las promesas, al igual que los sueños, parecían destinados a ser rotos de cualquier forma y sin posibilidad alguna de poder evitar aquello.
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apego; daerin
Romance―¿Qué es esto, Danielle? ―Una carta de divorcio. Lo siento, Haerin, pero ya no te amo. adaptación © Hobibuba portada por lilibottom