Capítulo 02

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Cuando entró, Danielle vio a Haerin sentada tras la mesa, mirando a la nada. Notó enseguida sus ojos rojos e hinchados, mientras sostenía una copa de vino en su mano.

Fingiendo una tranquilidad que no sentía, cerró la puerta tras suyo, y el sonido hizo que Haerin le mirara.

Su esposa parpadeó unos segundos antes de sonreír levemente.

Danielle llevaba sin verla tres días, en los que estuvo durmiendo en un hotel para darle su espacio. Por eso mismo, estaba esperando que cuando se vieran, Haerin comenzara a llorar y pedirle que se alejara, no que le sonriera.

La carta de divorcio en su bolso pesó un poco más. Necesitaba ser firmada para llevar a cabo el trámite pronto, así que sí o sí tenía que hablar con Haerin en ese instante.

―Te extrañé mucho ―comentó la menor de forma repentina, poniéndose de pie y alcanzándola en unos rápidos segundos.

Antes de poder decirle algo, sorprendida por sus palabras, Haerin le dio un beso suave en los labios. Su estómago se contrajo, atónita.

De forma casi inmediata, se alejó y arrugó el ceño en confusión.

―Pensé que no vendrías a cenar ―prosiguió Haerin como si nada, sin dejar de sonreír―, estaba a punto de llamarte.

Abrió la boca, pero las palabras no salieron, aturdida.

¿Acaso...?

Miró hacia abajo, observando su bolso en donde estaban los papeles de divorcio.

―Haerin ―dijo con la voz suave―, vine para que firmes los papeles.

Los sacó y mostró.

La hermosa sonrisa de la chica, que la enamoró cuando era más joven, se convirtió en un mohín de dolor, pero no retrocedió. Necesitaba hacer eso pronto. Una vez los papeles fueran firmados, sacaría sus cosas de la casa para irse a un pequeño departamento que vio los últimos días.

Haerin sacudió la cabeza.

―¿Qué dices, Danielle? ―preguntó con la voz temblando―. ¿Papeles de qué?

Suspiró.

Se lo había planteado: cuando los papeles estuvieron listos, pensó que Haerin podría reaccionar de distintas formas, y la negación fue una de ellas. La triste, terrible negación.

Danielle habría preferido que Haerin colapsara, le gritara, le rogara, le tratara mal y no quisiera verla más, pero no que se esforzara en negar lo que era inevitable. Negarlo era lo peor, porque significaba que Haerin seguía teniendo esperanza alguna de que lo ocurrido fue sólo una broma o, peor, un invento.

―De divorcio ―dijo, sin perder el tono suave.

Haerin parpadeó.

―Oh ―fue lo único que respondió.

Se dio vuelta antes de que Danielle pudiera añadir algo.

Danielle percibió, entonces, que la más baja estaba mucho más pálida de lo normal, con ojeras bajo sus ojos hinchados, y sus labios se encontraban resecos y partidos. Incluso podía notar que su rostro estaba más delgado. Le preocupó que Haerin no hubiera comido bien los días anteriores, sin embargo, no se atrevía a preguntar.

―Preparé tu plato favorito ―dijo, sin mirarla.

―Haerin ―ahora su voz salió dura―, por favor, no hagas esto más difícil.

―Difícil ―repitió―. No lo entiendo.

Sintió como se desesperaba, algo se estrujaba al ver los ojos de Haerin, tan cálidos y tiernos, pero llenos de un infinito dolor que parecía sacudirla por dentro, que le rompía en mil pedazos. Esos mismos ojos que siempre parecían contentos y felices ahora estaban asustados, temerosos de ella.

apego; daerinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora