4. La premonición de Verita

3 0 0
                                    

Aquella frase no parecía inmutar a la Agora. Se sentía perdida porque sabía que era lo que tenía que hacer, pero no sé atrevía. Hace años el descontrol de las bestias rebeldes había llegado. Todas ellas eran exiliadas y enviadas lejos de los seres vivos que habitaban en la primera montaña; Pero todo se salió todo de control, la segunda montaña se volvió una plaga de descuido y dolor, era un lugar lleno de delincuencia y horrores. Lo más seguro que la Agora podía hacer era solo una - Destruir la segunda montaña – pensó. Pero no era tan fácil; algo la detenía de hacer lo correcto. Tal vez sentía que todo había sido culpa suya o que simplemente no podría hacerlo.

Entrando al vestíbulo, al fondo se alzaba una escalera de oro, la cual llegaba al segundo rellano. La Agora y Magnelio continuaron por debajo de la escalera y entraron a una habitación llena de estantes de libros y un escritorio blanco y brillante, detrás de esta, una ventana decoraba el lugar.

-Me siento culpable – dijo la Agora después de sentarse en una butaca de un azul cielo – he abandonado la segunda montaña – resoplo de impaciencia y se dejó apachurrar en la butaca – no creo que haber enviado a dos guardianes a vivir entre ellos haya dado resultados. Aún siguen exigiendo libertades, pero no confío en ninguno de ellos.

-Naturalmente – concedió Magnelio – no debes sentirte culpable – sus manos pasaban entre los libros de los estantes – ellos causaron rivalidades entre razas, mataron y dañaron mucho a la comunidad; es algo imperativo sus destierro.

-Pero, quiero decir... - dijo ella con desánimo – se supone que debo proteger a todos ¿No? Al menos eso siento desde que nací. Desde que tengo memoria siento que estoy aquí por algo importante...

-Desee luego, Agora. Eres la protectora de todo nuestro hogar; entiendo tu preocupación – dijo sin dejar de escarbar libros – hasta velas por el bien de las personas que crean el mal. No es fácil ser tu.

-Mis hermanas también tienen mérito – dijo hundiéndose aun más en la butaca – pero es como si yo estuviera destinada a salvarlos a todos ¿Me explico?

-¿No es lo que haces?

-No. Siento que no estoy haciendo... haciendo lo mejor – dijo, tratando de buscar las palabras más adecuadas para expresar sus sentimientos – con lo que sucede en la tercera montaña; con saber que posiblemente me odian... con el echo de que jamás he salido de la primera montaña... no he tenido tiempo de descubrir todo el mundo al que se supone debo proteger – aunque ya no podía hundirse más en la butaca, puso expresión de malos amigos.

-No te mates la mente, por favor – dijo Magnelio acercándose a ella con tono compasivo – haces un increíble trabajo, eres una hermosa persona. Cuando haces bien las cosas, siempre tendrás enemigos.

-¿Incluso si casi media población hace parte de los enemigos? - las palabras de Magnelio parecían funcionar porque Agora se sentía más animada.

Aun así, no podían dejar de retumbarle en la cabeza aquellos hechos. Toda su vida parecía llevarla a un lugar exacto, no entendía dónde y por qué; pero había tratado de hacer todo lo posible por llegar a cumplir sus expectativas; esas que tenía de ella misma desde que tiene razón de ser. En todos sus intentos por ser buena líder (según ella) había fallado. Cuando todo se le salió de control se dejó llevar por el pánico y envío a miles de seres atroces a convivir juntos. Tampoco había intentado conocer lo que hasta ahora conforma la comunidad de la montaña; la primera montaña en dónde habita cualquier ser vivo en paz y armonía, la segunda montaña, perdida en el desastre, habitada por monstruos y utilizada cómo cárcel y la tercera montaña que para la Agora era desconocida. Jamás se había preguntado que ocurría más allá de su vista y esa pregunta llegó a su mente como si fuera la primera vez que le urge saberlo:

La Agora y las gemas de la vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora