Cap8: Ratones de Biblioteca

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La niña de cabellos azul pálido y ojos verdes soltó un suspiro soñador cuando terminó de leer, cerrando el libro sobre la mesa en la sala de lectura, notando las luces parpadeando varias veces para indicar que era ya la séptima campanada. Hora de cerrar.

"¡Hora de cerrar!" dijo Weiss.

"¡Guarden los libros" recalcó Schwartz, pasando por su lado sin dejar de mover sus orejas.

La niña sonrió, entregando el libro delgado y de portada sencilla que había estado disfrutando.

"Muchas gracias, vendré mañana por la tarde".

"¡Buenas Noches!"

 "¡Hasta mañana!" se despidieron los dos shumils y Edelmira se puso en pie.

Su asistente, Margareth, caminaba a su lado, ambas eran seguidas de cerca por un pequeño séquito de caballeras adultas. Su séquito infantil llegaría al día siguiente, igual que el resto de los alumnos.

"¿Disfrutó su tiempo de lectura, princesa?"

La niña sonrió, asintiendo y agarrándose las manos, sintiendo su corazón latir muy rápido ante el rostro amable de Lord Sigmund.

"Mucho, debo agradecer que trajeran esos libros nuevos. Son fáciles de leer y muy entretenidos".

"Fue una sorpresa cuando Aub Eisenreich los envió, majestad, me aseguraré de enviarle sus comentarios.

La niña asintió, se despidió del resto de los bibliotecarios y salió al pasillo.

"Margareth, ¿sabes si mi hermano ha llegado ya?"

"Si, mi señora. Lord Ferdinand ha enviado una invitación para compartir el desayuno con usted el próximo día de la fruta".

La niña siguió su camino con dirección a su villa, luciendo una sonrisa ligera ante la noticia.

A pesar de llevarse un año, la princesa casi no conocía a su hermano. Lo había visto en su bautizo y su madre la había autorizado a asistir al debut de su hermano esa misma semana.

Lo había visto una sola vez las siguientes dos socializaciones de invierno durante la bienvenida. Luego se enteró por su asistente sobre el rumor de que su hermano había caído enfermo. No lo vio el siguiente año en la socialización de invierno... Claro que, ese año pasó algo de lo más extraño. Su hermano de pronto la había invitado a una fiesta de té en los jardines de su villa durante el otoño.

Ambos se parecían mucho, una de sus asistentes incluso comentó que parecían gemelos. Ambos habían heredado el cabello y la tez de su padre junto a los rasgos de su madre, dándole a Ferdinand un aire bastante femenino incluso para un niño pequeño. La única diferencia eran los ojos de ambos. Ella los tenía del mismo tono que los de su madre y él, el tono de los de su padre.

Tiempo después había sido momento de que ella asistiera a su segundo año como estudiante de la Academia Real y él como estudiante de primero. Si era sincera, habría querido invitarlo primero a una fiesta de té en aquel territorio neutral, dónde la influencia de sus padres no los alcanzaba, que él la convocará a ella había sido una grata sorpresa.

La semana terminó.

El desayuno había ido bien. Ferdinand era un niño bastante amable e impresionante. Ya había acreditado la mayor parte de sus clases y se había convertido en el discípulo de la profesora Hilschur. Además, por alguna razón sus cocineros les habían servido comida bastante única y deliciosa.

"Hermano Ferdinand, ¿crees que tus chefs podrían instruir a los míos?" preguntó ella esperanzada. Ese pastel esponjoso que les habían servido junto con la crema de rutrebs habían sido algo bastante novedoso.

La Flor y el Demonio Libro 2: La Venganza de la Flor (pausada)  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora