Saga de Morgiana: Capítulo 1

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Las Arenas de Sangre, el entretenimiento y deporte favorito de los habitantes de los estados y países de varios continentes desde hace muchos miles de años. Su fervor estaba ampliamente extendido en los continentes de Helos, Al-arak y las naciones de la región oriental de Falmart.

En ellas, los luchadores de estas arenas eran conocidos como gladiadores, grandes guerreros expertos en el manejo de todo tipo de armas, muchos esclavos y otros hombres libres que viajaban de Arena en Arena en busca de fama, gloria, sangre y oro. Incluso grandes aventureros, guerreros, espadachines y caballeros viajaban desde otros continentes hasta las Arenas de Sangre para probar su destreza contra los más poderosos y letales gladiadores.

En estos lugares donde la muerte era tan solo un medio para enfervecer a las masas, los gladiadores luchaban hasta la muerte contra otros gladiadores, y también, contra todo tipo de bestias y monstruos criados para la lucha o traídos desde todos los rincones del mundo.

Los esclavos que luchaban en la Arena solían ser entrenados prácticamente desde que eran niños, y muchos de estos, a lo largo de la historia, se convertían en algunos de los más grandes guerreros, cuyos nombres quedaban grabados en los anales de la historia, llegando en algunos casos a ser más recordados que muchos héroes de guerra, reyes o emperadores.

Se decía que no había mejor luchador cuerpo a cuerpo que un gladiador de élite, y muchos reyes, emperadores, nobles y gobernantes, pagaban auténticas fortunas en oro, plata y joyas para poder adquirir a uno de estos guerreros de élite para tenerlos como sus propios luchadores personajes, ya fuera como gladiadores privados, guardianes o como luchadores de élite en sus ejércitos.

Muchos esclavos soñaban con tener la vida de un gladiador, pues aunque eran hombres que arriesgaban su vida cada vez que pisaban la Arena, su vida, en comparación con la de los esclavos comunes, era más llevadera y opulenta, con grandes y fastuosas comidas y la compañía de hermosas mujeres que calentaban sus noches, una buena vida en relación a los extenuantes trabajos que la mayoría de esclavos solía realizar, y los más fuertes y poderosos gladiadores, cuando obtenían numerosas victorias, y con el tiempo y el afecto y apoyo del pueblo, podían llevar a obtener su libertad, cosa con la que la mayoría de esclavos solo podía soñar. Eso sin contar con el poder llegar a servir a un rey, noble u hombre rico y poderoso, con la opulenta vida que eso conllevaba...

Por todo ello y más, los combates en las Arenas de Sangre, con sus gladiadores y combates a muerte, eran amados y apreciados en todas estas tierras, y en la mayoría de las ciudades de esos continentes había como mínimo una de estas áreas, ya fueran simples fosos o corrales de barrios bajos y callejones, hasta grandes coliseos y anfiteatros que podían cobijar a miles de personas en sus amplias gradas.

Y uno de estas grandes Arenas era la de la ciudad de Irgan, en el reino de Murak, la más grande de ese país. Era un enorme anfiteatro que se alzaba en el centro de la ciudad, donde podían haber hasta un total de veinte mil espectadores, pequeña si se comparaba con los más grandes coliseos, pero de mayor tamaño que la mayoría.

Actualmente, un combate entre gladiadores y bestias se estaba librando, aunque los rugidos de las bestias y los gritos de dolor de los luchadores heridos y moribundos eran opacados por los vítores y exclamaciones de las miles de almas que presenciaban ese baño de sangre.

Y abajo de la Arena, en el subsuelo, donde se agolpaban la armería, almacenes, talleres y fraguas de las armas de los luchadores, y también los cubiles de las bestias, estaban también los recintos de reposo y espera de los gladiadores, pequeños habitáculos donde estos descansaban, esperando su torno de combatir ante las masas.

En uno de estos habitáculos, poco más grandes que celdas, sentada sobre un sencillo jergón, había una joven muchacha de unos dieciséis años increíblemente hermosa, apenas una niña, de baja estatura pero cuerpo delgado y atractivo, de piel blanca y cabello magenta que le caía hasta la altura del cuello, con mechones largos a ambos lados de su cabeza que se extendían hasta la altura de sus hombros, y una pequeña coleta en el lado izquierdo superior de su cabello. Sus ojos eran como rubíes del color de la sangre, y vestía una túnica blanca corta sin mangas, sobre la que portaba una armadura de bronce: Brazales, grebas, una pretina de cuero, y una coraza que se adaptaba a la medida a su figura femenina. De su cuello, colgaba un medallón de oro con el rostro aullante del Dios Baal, con ojos formados por jade rojo.

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⏰ Última actualización: Jun 26, 2023 ⏰

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