Capítulo 5

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Las tres primeras clases de ese día trataron sobre el funcionamiento de todo lo relacionado con el instituto; desde el menú de la cocina, hasta el horario de las clases. Repetían la misma película cada año, y yo ya estaba un poco harta de escucharla.

¡Pero por fin era la hora del recreo! Salí de clase como una bala, luchando por llegar la primera al patio y coger un sitio en alguno de los mejores bancos del colegio. Lo primero que vi al salir fue a mi hermano con sus amigos "guais". Siempre estaban haciendo el tonto, pensándo que eran los dueños del insti o algo así, pero si los conocías bien, en el fondo podían resultar buena gente. Él estaba con cara de atontado (bueno, su cara) mirando de arriba a bajo a una pelirroja.

- ¡Hola chicos, hola hermanito! -saludé- Cuidado, que se te van a salir los ojos de la cara... -le grité reparando en mi hermano, partiéndome la caja.

- ¿Eh...? -hizo un esfuerzo por dejar de mirar a la chica- Ah, hola enana. ¿Cómo va el primer día? -preguntó un poco despistado.

- Bueno... Va, que no es poco. ¿Y el tuyo?

- ¡Pues con estas vistas la verdad es que no me puedo quejar! -risas generales de sus coleguis- Oye, hablamos luego, ¿vale? Que éstos y yo tenemos que hacer un par de cosas...

Y se marcharon antes de que pudiera despedirme. Gracias, hermano, por dedicarme tanto tiempo.

Así que yo me fui a buscar a mis amigos "no tan guais" pero sí con dos dedos de frente.

Después de 5 minutos dando vueltas (porque ya había perdido los bancos decentes) los localicé, y antes de que pudiera abrir la boca para saludar, ellos la abrieron primero y comenzaron a hablar como si les hubiesen dado cuerda.

- ¡Los nuevos profesores están muy amargados! -se quejó Susi.

- ¡Ya ves! Solo por sonarme el móvil, va el profe y me hecha de clase. - dijo Lucy con cara de pena.

- Lulú, eso aún es normal. Lo que no me parece bien es que la profe se cabrease por pedirle que me repitiera todo lo que había dicho... ¡Es que desde donde estoy yo no se oye nada!

- Anda que vosotras empezáis bien el curso -me río.

-Bueno, ¿y tú que? Ahora no sé que será de ti sin nosotras -se burló Susi.

-Es verdad, malditos profes -me quejo-. Pero mi clase tampoco está tan mal, la gente parece bastante simpática. Y, aparte de eso -dije haciéndome la interesante-, lo demás nada fuera de lo normal, ya sabéis; tíos buenos por aquí, amigas nuevas por allá...

-Perdonad, ¿hablabais de mí? - dijo Alberto al llegar, haciendo una pose de modelo de calzoncillos.

Ah, aquí tenéis a Alberto. Le conocía desde hacía dos años gracias a mi hermano, ya que iban a la misma clase y eran amigos, aunque no tenían la misma edad porque Alberto repitió, es decir, que tenía dieciocho años. Era un chico cariñoso, amable, gracioso... y yo le tenía mucho aprecio. Aunque también había que decir que era muy creído. Siempre que oía a alguien hablando de guapos se daba por aludido, o a veces no hacía falta ni eso, porque ya se lo decía él solo. Puede que lo hiciese en broma, pero yo sabía que en el fondo él pensaba que era irresistible de verdad. A ver, que el chico feo, feo no era, pero tampoco estaba para tirar cohetes.

- Pues no, no hablábamos de ti precisamente. Melo, ¿has dicho tíos buenos? ¡Cuéntanoslo TODO! -me decía Lulú mientras me sacudía.

- Pues resulta que detrás de mí se sienta un cañonazo que está para mojar pan. Aunque, bueno... -recordé la vergüenza que había pasado- Ya he quedado en evidencia delante suyo. Pero esperad, que lo fuerte es que ¿a que no sabéis quién se sienta justo a su lado?

A las gemelas se les iluminó la bombilla y pusieron ojos como platos.

- ¡Nooooooo!

- Síííííí, ¡el cara de pastel! -dije, confirmando sus sospechas, y empezamos a chismorrear divertidas, pero entonces Alberto empezó con uno de sus numeritos habituales...

- Un momento, un momento... Has dicho que tienes a un chico guapo detrás de ti. Vale, ¿y? ¿Te estas fijando en el tío buenorro que tienes ahora mismo justo delante tuyo?

Ah, se me olvidaba comentar una cosita sobre Alberto: estaba colado por mí desde que mi hermano nos presentó, y me lo recordaba casi todos los días. Vale que era muy atento conmigo, vale que le quería mucho, pero no le veía de esa forma... Simplemente amigos. Sí, vale, se podría decir que lo tenía en la friendzone al pobre.

Me reí por lo bajo.

- Ay, Albertito, ya te he dicho que yo te veo más como un amigo y que lo nuestro es imposible. ¿No ves que no estamos hechos el uno para el otro? -ya he mencionado que me gusta poner dramatismo a las cosas, ¿no?

- ¡Melo! No te lo tomes a broma (otra vez). Esto es serio, eh. No puedes tener relaciones con personas que acabas de conocer, porque...

- ...igual en el fondo no son como esperaba, me llevo una desilusión y bla, bla, bla... Lo tengo claro, pero yo no he dicho nada de salir, ¡solo he dicho que es guapo! Pero tú te montas películas en tu cabeza y ya sabes que...

- ...yo no puedo opinar sobre tu futuro, solo si es en caso de vida o muerte. Lo sé, lo sé, no me lo vuelvas a repetir otra vez, lo he entendido.

Se notaba que nos conocíamos demasiado bien. Muchas veces venía a mi casa a comer o dormir, cosa que a mis padres no les importaba porque le habían cogido mucho cariño, y total, él vivía en la misma calle que yo. Se podría decir que era mi mejor amigo, porque entre nosotros había mucha confianza y lo compartíamos todo; desde secretos, hasta, en ocasiones, la ropa interior, aunque esto último lo contaré más adelante.

Susi volvió a retomar la conversación.

- Espera Noe, ¿no habías dicho algo de "nuevas amigas"? No nos vas a substituir por otras chicas, ¿verdad?

- No, no, tranquila. En realidad me refería a la chica que se sienta a mi lado en clase. Me ha caído bastante bien, pero claramente nunca os substituirá. Mira, ahí está. -la señalé discretamente.

Las chicas (y Alberto) opinaron que parecía simpática.

En ese momento giró la cabeza y me vio. ¡Ups! Me saludó con la mano y empezó a caminar hacia donde estábamos junto con un par de chicas: una era demasiado alta y delgada, y la otra era un poco regordeta pero bastante mona.

- ¡Hola, Melo y compañía!

- Ey, ¡hola! Te los presento: Lucy (o Lulú), Susi y Alberto.

Fue saludando uno por uno con dos besos.

- ¡Encantada! Estas son Rebeca y Laura. Noe, venía porque Pablo me ha dicho que te diga que vayas un momento al gimnasio, que quiere comentarte una cosilla. Por la forma en que me lo ha dicho parecía importante.

- ¿Pablo? ¿Qué Pablo? -pregunté extrañada.

- ¿Cómo que qué Pablo? Pues el Pablo de nuestra clase tía, el que se sienta al lado de Lucas. -contestó.

Estaba cada vez más confusa.

-¿Lucas el guapo? ¿O sea que me reclama el cara de pastel?

Mis amigas alucinando.

- ¿El qué de qué? -Sandra aún alucinaba más.

- Eeeem... Nada, nada. Que ahora voy.

- Pues está jugando a básquet en la canasta de la izquierda del gimnasio.

- Voy hacia allí. Chicas (Alberto te incluyo), ahora vuelvo.

- ¡Ándate con ojo! -me dijo Sandra antes de que me fuese.

Las movidas de MelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora