¿Qué tiene de divertido el sexo?

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El sexo para Nancy siempre había sido un tema tabú, algo de lo que no se podía hablar con libertad con nadie y en ninguna circunstancia, la libertad sexual era para las putas y para una mujer de dios, no era algo que debería causarle placer o curiosidad. La masturbación era pecado, la pornografía estaba prohibida, el sexo no podía ser para placer debía ser con fines reproductivos y en su casa se castigaba la curiosidad sexual con golpes. Nancy entendió desde joven que el sexo era la representación de todo lo que estaba mal en el mundo y que ella estaba tan mal como le hacían creer.

Se casó a los 17 años con un hombre de su iglesia, sólo unos años mayor que ella. Era la ejemplificación de hacer bien las cosas, una vida consagrada al culto de los Testigos de Jehová, ella ya había tomado sus botos y había sido bautizada, su esposo también y Julián provenía de una familia de humildes carpinteros como dictaba la religión. Trabajos humildes, con una formación humilde, así es como debía de ser el designio de dios. Julián era un buen hombre, trabajador y de buena familia al interior del culto, nada le faltaría a Nancy ni a su futura familia, nada les faltaría a sus padres, aquello era un regalo de dios, que un hombre como él, se fijara en una mujer tan fea como ella, tan poca cosa. Aquello era lo mejor que le podía pasar a Nancy y así lo creyó ella. Su primera noche con su marido después de la ceremonia de unión había sido algo que Nancy esperaba con particular curiosidad, todas las cosas prohibidas estaban a punto de rebelarse para ella, su curiosidad finalmente se vería saciada ante la oportunidad romántica de experimentar junto con su esposo, toda la dicha del acto de la creación. Pero su esposo, sólo se sacó un pene flácido que parecía diminuto cuando estaba dormido, como si no tuviera nada en realidad y cuando se estiró, le cabía en la palma de su mano. Aquella fue la primera experiencia que tendría, su marido, se subió arriba de ella y le separó las piernas, la besaba con una torpeza inaudita que hizo que chocaran sus dientes en más de una ocasión, le metía la lengua de forma desagradable y que le causaba repulsión con el sabor del vino que habían tomado antes. La primera penetración fue dolorosa y poco placentera, lo hacía como un animal herido, cojeando de una pata, le apretaba los senos con fuerza y la lastimaba, Nancy intentaba experimentar placer, se preguntó si acaso estaría haciendo algo mal, pero en su formación le habían dicho que dejara que el hombre se encargara. Aquello resultó en una experiencia plenamente insatisfactoria, Nancy esperó aquello que llamaban el clímax, pero este nunca llegó. Su marido terminó y sintió como su raquítico pito se venía en su interior, sin causarle placer alguno, este ritual nada placentero se repitió una y otra vez hasta que terminó embarazada de su primera hija y después hubo un largo periodo de sequía sexual, lo cual hizo que sin duda Nancy se preguntara una y otra vez: ¿Qué de divertido tenía el sexo?

Su vagina sintió una explosión placentera de humedad, aquel hombre, había separado sus piernas con el vestido prestado de Karina puesto y la había besado desde la punta de sus pies, recorriendo sus muslos y mordiendo su cuerpo ligeramente, cuando se acercó a su sexo, lo besó sobre la ropa interior aburrida y también lo lamió. Nancy sintió la respiración de aquel hombre en su sexo y eso la calentó. El Príncipe le quitó la ropa interior y la deslizó con ternura por sus piernas, mientras que Nancy sentía una excitación palpable en su interior. Cuando sus aburridos calzones terminaron en el suelo, se preguntó si se verían muy manchados por su excitación, pero pronto dejó de pensar, cuando sintió la lengua del príncipe acercarse a su sexo, separando sus labios interiores y metiendo su cuerpo humedecido en su interior, apoyando su nariz en su sexo, que por un momento temió que no tuviera un agradable aroma, sin embargo, para aquel hombre, parecía que sólo existía algo en su mente. Devorarla

----Mi..., mi marido nunca lo hizo

Alcanzó a explicar Nancy en un débil gemido que se perdió en su mente, mientras sujetaba las sábanas de la cama con sus manos, apretando sus puños con tanta fuerza, que después de ese encuentro le dolerían bastante. Nancy sintió como el Príncipe, apretaba sus manos alrededor de sus muslos y aquella sensación de deseo, hizo que la mujer se humedeciera a un más, recorriendo su cuerpo con una expresión placentera. Nancy intentó mirar al Príncipe, pero cada vez que ella lo intentaba, la lengua de este, se paseaba con mayor dominio por su sexo. Nancy empezó a gemir despacio, para luego buscar una almohada para cubrir sus gemidos, mismos que fueron incrementando. La mujer se tapó el rostro con la primera almohada que tuvo a su alcance, cubriendo su visión y por unos momentos, ayudándole a lidiar mejor con las sensaciones que sentía, fue entonces que comenzó a tener una extraña sensación a un más placentera...,

La Amante del Príncipe: La Mujer de dios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora